Sabrina Duque se caracteriza por no quedarse quieta. Nació en Guayaquil, Ecuador, y se abrió camino hasta Portugal, Brasil y Nicaragua. Con el mismo afán con el que emprende sus viajes se ha dedicado a escribir, en su mayoría crónicas y perfiles. Los cuales la llevaron a ganar en 2015 el Premio Gabriel García Márquez de Periodismo.

 

Con VolcáNica, despliega una serie de crónicas de viaje que, frente a la realidad política de Nicaragua, tomó vida propia. El proyecto inicial, con el cual obtuvo la Beca Michael Jacobs, se centraba en la experiencia de escalar todos los volcanes del país centroamericano y contar la vida de quienes viven al pie de ellos, pero su estadía en el país se vio marcada por las protestas en contra del régimen de Daniel Ortega. Así, sin descuidar los rasgos característicos de la geografía nicaragüense, la autora ahonda en la realidad que muchas veces se excluye de las guías turísticas.

 

Tuvimos la posibilidad de conversar con Sabrina sobre VolcáNica y profundizar sobre su experiencia:

 

El título de la obra es un juego de palabras, entre Volcán y Nicaragua, ¿cómo llegó a él?

 

El libro comenzó como una crónica de viaje por Nicaragua, para contar la relación de las personas con sus volcanes. Quería contar una Nicaragua lejos del sandinismo y de Rubén Darío, que son los tópicos que los extranjeros relacionamos de inmediato con el país. Me llamaba la atención cómo los nicaragüenses entendían a sus volcanes, el cariño y la cercanía que tenían con ellos, una relación que entendía a la vez amorosa y suicida. Pero en medio de ese proyecto original, estalló la revolución de abril.  Entendí que el verdadero Volcán era Nicaragua, ahí reformulé el libro y lo titulé VolcáNica.

 

Una de las preguntas que se plantea en el prólogo del texto es ¿cómo se puede vivir de manera tan indiferente entre tantos volcanes en el patio trasero, suficientes para desencadenar el juicio final?

 

El libro no termina de dar una respuesta, porque no creo que las culturas  -ni ajenas ni propias- sean fáciles de interpretar. No hay respuestas tajantes sobre una sociedad. Pero creo, sí, nos da varias pistas para empezar a entender el alma irremediablemente valiente de los nicas.

 

Se juega con la idea de los cronistas y el descubrimiento de Nicaragua, ¿cree que el texto plantea un redescubrimiento de la Nicaragua contemporánea?

 

Juego con la idea de los cronistas y el descubrimiento porque me gusta entender a los países desde su historia. Y escarbando en las crónicas de Indias aparece Pedrarias de Ávila, el primer tirano que conoció este país. Espero, sí, que quienes lean VolcáNica redescubran a la Nicaragua de hoy, que entiendan sus nuevos procesos y la explosiva realidad política y geográfica en la cual viven.

 

¿Podría resumir su experiencia viviendo en Nicaragua? 

 

Han sido los dos años y medio más vertiginosos de mi vida. Durante el primero, recorrí el país y me dejé seducir por la belleza de sus paisajes. Aprendí a querer a su gente alegre. Durante el segundo, viví la incredulidad de estar en medio de una revolución y me dolió mucho cada muerte y cada joven encarcelado.

 

Habla de los sandinistas en el texto, un grupo que despierta diferentes opiniones y que siguen siendo relevantes. ¿Cómo se acerca a ellos en su libro? 

 

En las barricadas (los tranques) que aparecieron por todo el país al inicio del levantamiento popular, los muchachos que estaban ahí se definían como sandinistas. Hay muchos sandinistas históricos que rompieron públicamente con el gobierno; hay otros que permanecen en el círculo de poder y que muchos de los estudiantes con los que hablé los definen como traidores al sandinismo. Creo que hoy el sandinismo se ha convertido en un discurso moldeable, es usado por distintos bandos, según su interpretación.

 

De las 12 crónicas, ¿hay alguna a la que le tenga especial cariño o que le despierte sentimientos más fuertes?

 

Sí, la historia de Carlos Tünnermann, porque  la historia estaba cerrada cuando estalló el país, luego la actualicé y su final terminó siendo más o menos feliz.

 

El libro contiene un código QR para escuchar una playlist, háblenos un poco de la música que recomienda a los lectores y su curaduría. 

 

Durante la revuelta volvieron las canciones de los Mejía Godoy, Carlos y Luis Enrique, [quienes] volvieron a componer. Fueron parte de una guerra cultural, porque sonaban de lado a lado. Y sus sobrinos armaron un grupo llamado Los Minúsculos (así había calificado la vicepresidenta Rosario Murillo a los manifestantes). Entonces, en medio de la tragedia sonaba la música. Y muchas veces esas canciones que están ahí fueron mi compañía mientras escribía.