Guatemala, 1973: una guerra civil, un país incierto, desempleo, voces apagadas, olor a muerte. No hay lugar para la esperanza, para el amor, para las mujeres independientes, solitarias.

Así, en pleno 1973, Ana María Rodas publica este maravilloso poemario, entre el oleaje de crueldad que nos ahogaba en ese entonces. Y es que, ¿Qué es lo que lo hace tan controversial, tan necesario?

Sus poemas atraviesan como dardos las ideas patriarcales y conservadoras que rodeaban (y siguen rodeando) a las mujeres, dándonos así una oportunidad, una oportunidad llameante, limpia y rebelde de ser escuchadas, de ejercer placer, de estar y ser. Ana María, sin duda, lo logró: nos hizo dueñas de nuestro cuerpo, de nuestra sexualidad, de un amor insoburdinado y libre. Es algo profundamente desencadenante. Tan así, que solo nos queda leer cada verso con un eterno sabor a goce en la boca.