Cuando me encontraba trabajando en la traducción, del francés al español, del libro Humberto Ak’abal. Testimonio de un indio k’iche’, me interpelaba el término «indien» en francés, que puede ser traducido al español guatemalteco como indio o como indígena. En francés, el término carece de la connotación cargada que el término indio tiene en Guatemala. Pero, en virtud de que las grabaciones originales de la entrevista se habían extraviado, tras casi 30 años de haber sido realizadas, no tenía cómo saber si Humberto Ak’abal había utilizado el término indio, o el término indígena.
Lo consulté con la autora, Catherine Vigor, y le pedí su opinión a Mayulí Bieri, la esposa de Humberto Ak’abal. La primera me indicó con plena seguridad que Ak’abal había siempre utilizado preferentemente el término indio a indígena o incluso a maya. La segunda tuvo a bien enviarme dos versiones de un texto que Humberto había escrito pero nunca publicó. Este texto de Humberto Ak’abal aclaró para mí la postura que tenía en relación al uso del término indio. Su uso, para Ak’abal, no era casual, sino más bien deliberado.
Hemos editado las dos versiones de aquel texto (en el que sin duda Humberto Ak’abal seguía trabajando al momento de su fallecimiento) para publicar acá un sólo texto que las reúne, con autorización de Mayulí Bieri. Como el lector podrá apreciar, este texto expresa con contundencia que, para Humberto Ak’abal, el uso del término indio tiene un significado simbólico importante, y que, en lugar de evitar el término y lejos de ignorar el peso negativo de su uso, el autor decide apropiárselo y hacer de él un estandarte desde el que proyectar su orgullo por sus raíces, por su idioma, y arrebatar la propiedad de su uso a quienes a día de hoy siguen utilizándolo con la carga de discriminación que sabemos bien que ha tenido.
Philippe Hunziker.

¿Por qué indio, y no maya?

 

Humberto Ak’abal

 

 

Siempre fui solitario

y sin embargo:

yo mismo no sé

si busco

o huyo

de algo…

 Algunas personas, acuciosas y atentas a mi poesía se sorprenden de que siga usando el apelativo “indio”, en vez de usar de una vez por todas el reivindicativo “Maya”.   Esto me motiva a darle una respuesta y a la vez hacer una reflexión alrededor del mismo, desde mi punto de vista.

Necesario es recordar aquí, grosso modo, la equivocación de Cristóbal Colon, quien, creyendo haber encontrado la ruta más corta para llegar a la India, había descubierto el nuevo mundo. A partir de allí, se comenzó a llamar indio al habitante de América, esto duró 500 años. Luego, a partir de 1992, con motivo del 5° Centenario, se reivindicaron algunos gentilicios, entre ellos el de los del remanente maya.

Sin embargo, desde mi punto de vista, las reivindicaciones han sido aprovechadas o mal usadas por los “políticamente correctos”. Se volvió moda, se convirtió en caballito de batalla de algunos políticos inescrupulosos.  Porque, en una mayoría seguimos siendo tan ignorantes de nosotros mismos como no lo eran nuestros ancestros. Entonces, invierto la pregunta: ¿somos mayas por convicción o sólo por emoción?

Aunque creo que también hay jóvenes, entre ellos algunos estudiantes y otros pertenecientes a grupos culturales, que con honestidad están usado el término “maya” y quizás fuera esa una manera de volver los ojos a sus raíces, sin tener que usar la palabra “indio” tan despectiva. Porque no todos tienen valor para reivindicarla.

Por eso mismo, no he dejado en desuso la ignominiosa palabra “indio” para referirme a mí mismo, porque este triste gentilicio impuesto aún lleva a cuestas su carga peyorativa, no ha sido liberado de su peso social (explotación, marginación, desprecio, racismo, etc.).

Lo reivindico no para insistir con el sentido peyorativo con el que, el no-indígena nos ha llamado, o nos ha tratado, sino todo lo contrario, con plena conciencia de su valor social y cultural, y de echarle en cara al racista del orgullo con que sostengo el calificativo porque, a pesar de las desventajas con que me he criado, he podido darle voz a la sangre de mis ancestros.

En ese sentido lo uso en mi poesía, para recordárnoslo, también, a nosotros mismos, que no basta con llamarnos mayas, sino, necesariamente debemos tener un mínimo de conciencia con respecto a la responsabilidad que eso significa.

Generalmente aquí y en el extranjero me identifico como indio, o maya-k’iche’ o, como k’iche’ de la Nación Maya contemporánea de Guatemala.

Porque, aunque sin tener claridad del significado étnico, la mayoría de los habitantes indígenas tiene conciencia del valor de su lengua y se identifica con ella para referirse a su lugar de origen. Y mal que bien, en ese sentido sí estamos claros de los valores que encierra, bastante manoseado, bastante sincrético, pero en cuyo fondo subyace el sentimiento de orgullo que nos lleva al inconsciente colectivo que nos une con el punto de la diáspora maya de ese ayer ignoto.

No quiero decir con esto que no tengamos derecho a llamarnos mayas, por supuesto que sí, porque hay evidencias históricas y lingüísticas que lo sustentan.  Sin embargo, también debemos estar plenamente conscientes de que lo que sabemos de nuestra mayanidad es lo que los arqueólogos, sociólogos y antropólogos extranjeros nos han dicho.

En cambio, lo mínimo o poco que hemos recobrado a partir de nuestras lenguas es más rico lo sepamos o no, porque eso es intrínseco, es parte de nosotros mismos, brota con naturalidad, no nos avergüenza, por el contrario, nos sentimos orgullos de ser quien somos sin necesariamente hacer aspavientos porque lo llevamos dentro. E inconscientemente nos aferramos a ellas con sentido de pertenencia y con orgullo ancestral, porque hemos venido formándonos en y con ellas.

Nuestro compromiso, según mi modo de ver las cosas, es mantener la relación espontánea de nuestro modo de ser, no olvidar las enseñanzas de nuestros mayores, mantener la vigencia de nuestros idiomas, enriquecerlos, usarlos sin temor ni vergüenza, enriquecer nuestro bilingüismo, volver a educarnos en las ciencias y en las artes de nuestros antepasados sin perder conexión con el presente, para llamarnos con orgullo mayas contemporáneos.

Esta es una reflexión que, obviamente, lleva a discusión.  Ojalá que así sea, para no ser solo repetidores de lo que se nos dice sino actores y conocedores de nuestra identidad.