A las seis y media de la tarde hicimos cita los lectores para inaugurar nuestra conversación sobre Margarita, está linda la mar del afamado escritor Sergio Ramírez. Ha sido la novela de arranque, el pistoletazo de salida, con la que marcamos la ruta del Club de Lectura de Premios Alfaguara en Sophos. Galardonada en 1998, en conjunto con Caracol Beach de Eliseo Alberto, es un libro que inicia una nueva etapa de los Premios Alfaguara. Premios que cuentan con una fuerte vocación latinoamericana; tierra a la que Carlos Fuentes –presidente del jurado en ese momento– denominó “territorio literario de la mancha”.

Los relatos que se suceden en el libro están dentro de un marco histórico real de la Nicaragua de la primera mitad del siglo pasado, en donde el poeta modernista Rubén Darío y el dictador Anastasio Somoza, comparten escena. A los ojos del lector, el elemento de unión, o la técnica utilizada para convergir ambas historias, se encarna en un grupo de amigos que se reúnen para hablar sobre la vida del poeta. Los amigos, miembros de la “mesa maldita”, se dedican a recordar y reconstruir el mito de Darío al mismo tiempo que viven y observan el gobierno del dictador Somoza. En ese caso es la memoria y el relato, lo que desempeña como fundición entre personajes tan dispares, lo cual tiene sentido puesto que estos componentes son lo único que nos une a todos.

El libro sorprendió de muchas maneras, aunque con especial insistencia apareció durante la conversación esa combinación que se da durante el relato entre la ficción y los hechos reales. A través de la mezcla que constituye todo recuerdo, nos cuenta una verdad que no es necesariamente la histórica –propia del historiado – sino que humana. A través de los elementos ficticios e históricos relata la historia de la miseria, la vanidad, los vicios, los sueños, los ideales, las proezas, las bajezas, la corrupción y todo lo que nos es común a las personas.

En lo personal, lo que más disfruté de la lectura fue el narrador, quien a veces terminaba siendo un valde de agua fría que te arrojan a la cara durante un día caluroso. Refrescante, divertido, juguetón, el narrador utilizaba al Capitan Prío, miembro de “La mesa maldita”, como unos prismáticos para ver todo lo que ocurría desde su atalaya en la plaza de León. Otras veces el narrador decidía abandonarlo –no tenía alternativa debido a las limitaciones físicas del personaje– y se inmiscuía rompiendo todas las reglas con libertad y humor. El propio escritor, que se conectó con nosotros a través de Skype, confesó que se trata de un recurso que extrae de la radio novela.

Por otra parte, no faltaron los detractores. Con el ceño fruncido y algo tímidos, tardamos en reconocer que el libro resultó ser uno complejo. Lo primero que salió a luz fue la complejidad de la estructura del libro, la manera en la que aparecían los personajes, los saltos temporales y espaciales. Sin lugar a duda, se trata de una lectura que requiere esfuerzo y un lector atento. Por último, el trasfondo político y social en donde ocurren los hechos del relato, nos obligó inexorablemente a reflexionar sobre nuestra propia realidad. Ciertos elementos como la intervención americana en nuestra historia, el poder que tiende a reunirse en una sola persona (o al revés), los elementos de demagogia en los supuestos líderes, las medidas represivas estatales de vigilancia y censura, el miedo que sienten los personajes, la violencia que aparece en sus formas más viles.

Somoza may be a son of a bitch, but he is ours

En definitiva, creo que es un libro de obligada lectura, sobre todo para nosotros los centroamericanos que debemos de estar orgullosos. Sergio Ramírez es el primer escritor de la región que obtiene el prestigioso Premio Miguel de Cervantes.

Muchas felicidades, Sergio.