«Yo tenía trece años, y esa mañana, la noticia de la chica muerta me llegó como una revelación. Mi casa, la casa de cualquier adolescente, no era el lugar más seguro del mundo. Dentro de tu casa podían matarte. El horror podía vivir bajo el mismo techo que vos».

Que es verdad que la literatura no se deba sólo así misma, que hay una parte de ella que se debe a la realidad del mundo, a los conflictos con los que convive, al dolor humano que ha sido partícipe de los hechos históricos que han movido al mundo. La idea del libro, de contar estas historias se gesta desde la madrugada en que Selva Almada sabe que solo 20 kilómetros de distancia la separaban de Andrea Dannes, una chica mayor que ella solo por unos años, asesinada brutalmente dentro de su propia casa, allá por el año de 1986. Compartían la misma noche, sin embargo, Andrea era apuñalada en su habitación. Y aunque para ese entonces la palabra femicidio no era nombrado, y no sabían cómo llamar a eso que les sucedía a las jóvenes de su provincia y de los pueblos aledaños, llegó a ella como una revelación, esto venía a contradecir todo lo que le enseñaron de niña: que el peligro se encuentra afuera, que el peligro eran los desconocidos siguiéndola en una calle, los autos ajenos, los lugares oscuros y con poca gente.

«Lo que tenemos que conseguir es reconstruir cómo el mundo las miraba a ellas. Si logramos saber cómo eran miradas, vamos a saber cuál era la mirada que ellas tenían sobre el mundo».

Parte de tres historias reales, tres casos no resueltos, tres chicas asesinadas y desaparecidas muchos años atrás, Andrea Danne, Sarita Mundín y Maria Luisa Quevedo. Y como la brutalidad y la injusticia no puede ser contadas con delicadeza, suavidad y rodeos, Selva lo cuenta tal como es: un acto de atrocidad, violencia e irracionalidad; un femicidio como tal. Pretende herir al lector, cuestionarlo, arrebatarle la tranquilidad y mostrarle que, aunque son tres casos cerrados y archivados en alguna oficina de un gran edificio, sirve para recordar que el femicidio es un problema que arrastramos históricamente. Mientras nos cuenta los hallazgos y el misterio que rodea cada uno de los casos, entrelaza sus propios recuerdos, experiencias e historias de otras mujeres maltratadas y asesinadas, todo ello para hacernos ver que la única diferencia entre las historias acá contadas y el lector ha sido la suerte.                              

¿Qué sucede cuando alguien se atreve a remover la memoria de los que quedaron, con ganas de justicia, con dudas, a la espera de respuestas de un asesinato ocurrido hace ya más de treinta años? Sucede lo que está escrito en estas páginas y Selva Almada ha sabido, de una forma segura y potente, narrarlo.

Ana Lucía Galicia 

Librera, amante de la poesía y fotógrafa por vocación, ha aprendido a maravillarse de la cotidianidad a través del lente de su cámara. Aunque siente una pequeña inclinación por la literatura hispanoamericana, su selección de obras abarca todos los géneros siempre y cuando tengan algo en común: que cautiven