Vasco es un reloj”, dice Teresa y sí, tiene toda la razón, es un reloj. Su figura rige los tiempos, la vida entera de la familia Mendoza. Es un reloj imponente, gigantesco, terrorífico. Camina y sus pasos dictan qué momento es.

Teresa recuerda la mirada de su esposo, sus burlas, y cómo es que su cuerpo se estremece cuando se acerca la hora de verlo llegar, la ansiedad de una puerta que se abre. Piensa en Esteban y sonríe. ¿Sonríe acaso? Se retuerce, da vueltas de dolor; la agonía que puede ser peor que la muerte. Y ella no está muerta, insiste.

Mientras la poca vida se le acaba, la casa a su alrededor se derrumba. Cae el polvo y pronto todo será escombros.

En La ruta de su evasión, Yolanda Oreamuno narra el dolor de cada miembro de la familia Mendoza. Lo hace desde la angustia de Cristina que siente cómo se ahoga mientras espera a Roberto. Desde Aurora que no conoce la libertad. Desde Gabriel que humilla y rechaza a Aurora mientras es incapaz de soportar el peso de su memoria. Desde Teresa y todas las imágenes que se le atraviesan; cuánto dolor entrelazado por una sola figura.

La polifonía, además de construir una historia con diferentes matices, da cuenta de cómo los roles tradicionales de género pueden definir el camino de varias vidas y llevarlas a situaciones tan agobiantes que resultan incluso absurdas. Tal es el caso de Gabriel, el corrector de estilo y estudiante de medicina que en un ataque de celos sin razón acaba destrozando el laboratorio de Elena, y luego con el espíritu de Aurora, quien se entrega a él.

La novela, como pocas, logra una fluidez entre el monólogo y la acción. Además, y aunque las voces de cada personaje construyen una historia diferente, todas están hiladas a la opresión de Vasco. Si en Mientras agonizo, Faulkner centró 15 monólogos como una sola voz, la de Darl, lo que Yolanda Oreamuno logra es que éstas compartan como eje de conexión la figura, cual reloj, del padre.

Cada personaje vive su propia condena. Intenta construirse en medio de un mundo indiferente, regido según las aspiraciones establecidas desde un inicio por Vasco. Y es que Cristina y Aurora, aunque no son familia suya, deberán abrazar la tragedia que él ha trazado para sus hijos; hombres tradicionales cuya labor es sentirse satisfechos no con ellos mismos, sino con lo que han sido condicionados desde niños por su padre.

Si la literatura es un espejo de la realidad, La ruta de su evasión es una serie de espejos que reflejan cómo un mismo dolor es capaz de atravesar múltiples historias.