La aparición de la librería SOPHOS hace ya 20 años en la Ciudad de Guatemala, puede registrarse como un acontecimiento que provocó alteraciones en el sector literario local, y creó nuevas interacciones entre sujetos con intereses similares: fanáticos lectores y académicos, en busca de nuevos marcos teóricos.

Su nombre tomado de la voz griega que significa conocimiento, marcó una diferencia. No es un nombre ramplón. Su connotación emanaba un saber hacer y un hacer distinto dentro ese tipo de actividad cultural.  Los libreros siempre dijeron que en Guatemala no se leía, a pesar de esos fatídicos vaticinios la librería SOPHOS sigue triunfante hasta hoy en día, demostrando que en Guatemala sí se lee.  Para analizar su importancia y explicarse el por qué de su éxito, hay que estar consciente que esta empresa cultural, es en realidad un agente cultural, si se toma la perspectiva sociológica, y en especial la de Pierre Bourdieu.

SOPHOS es más que una venta de libros. Los publicistas dirán que su éxito es que al llegar a sus instalaciones se vive una experiencia.  Eso es cierto, pero además de esto se ha convertido con el paso de los años, en un agente respetable del campo literario y académico del país, dos sectores que nunca convivían en un mismo espacio.

El campo literario guatemalteco como cualquier otro (académico, religioso, deportivo, etc.), son espacios de lucha por el reconocimiento, el poder, o por cualquier otro incentivo que aparezca, una beca, una estancia en otro país, una representación ante cualquiera de las actividades literarias internacionales a las que se invite a Guatemala. Dividido en cenáculos, que en forma sutil marcan las diferencias entre unos y otros, conviven pero no llegan a consolidarse como un solo frente.  Todos tienen sus ritos de iniciación y comparten gustos similares.  El campo de la literatura tiene sus propios incentivos, y reconocimientos grupales como el Premio Nacional de Literatura, Miguel Ángel Asturias, o los mustios y empolvados Juegos Florales de Quetzaltenango. Estos escasos premios no brindan dinero ni prebendas, sino lo que Bourdieu denomina capital simbólico. La acumulación de este capital, que se logra durante una vida literaria, otorga la consagración de su carisma como escritor, sin duda el interés último del escritor o cualquier artista, su reconocimiento como tal.

El subcampo de los académicos también es sectario y también tiene capillas.  Pocos son los vínculos entre los unos y los otros.  Casi esclavizados dando clases hasta muy entrada la noche, su tiempo es limitado.  Los que visitan las librerías son pocos, los más son los que ostentan los grados académicos más altos y que siguen con su misión de enseñar a otros o investigar, aunque sea por su cuenta.  La apertura de SOPHOS significó el tener acceso a nuevos marcos teóricos de los que solo se conocía por referencias bibliográficas. La precursora de esto fue Ana Cofiño y su librería Del Pensativo en La Antigua Guatemala. El académico que compra libros lo hace por pasión y actualización en su disciplina, algo que hacen muy pocos.

Lo que ha pasado desapercibido para muchos, es que SOPHOS hizo una amalgama de estos subcampos, el académico y el literario, a lo que sumó a los fanáticos de la lectura. Se ha constituido como un campo neutral, fuente de conocimiento.  Esto es lo que le da una posición privilegiada en este campo de luchas.  Todos son bienvenidos.

En este espacio del mundo de los libros, hay agentes especializados, este es el caso de SOPHOD un agente del campo literario con una función determinada, que propicia el encuentro, la circulación de los libros y mucho más.  Por su parte ha tenido que experimentar sus propias luchas (generalmente silenciosas, o encubiertas) con sus pares. En el momento de su instalación fue visto como un nuevo competidor.  Para ser el personaje cultural reconocido que hoy es SOPHOD, en el mundo literario y académico de Centroamérica, desde su inicio introdujo innovaciones en la relación autor-libro-lector, por un lado dejó los libros al descubierto, algo que el mundo académico agradece, ya que permite auscultar el libro en forma minuciosa.  Un simple gesto, como el antes indicado, creó un ambiente de libertad en sus instalaciones donde las personas, buscan por áreas específicas, sin necesidad de un custodio.  Esto le permite al visitante poder deambular por diferentes áreas e interesarse en otras temáticas, tal vez muy diferente a lo que se busca.  A esta sensación de libertad, se suma que periódicamente se cambian de lugar las diferentes áreas temáticas, esto hace que quien busca un libro determinado, en forma improvisada topa con otros libros que le podrían interesar.  Mostrar el mayor número de carátulas sobre las mesas de exhibición permite observar la infinidad de títulos, y casas editoras.

Hay que estar consiente que SOPHOS no es una institución cultural, sino una empresa, que maneja productos culturales, provenientes de académicos, escritores e intelectuales, y casas editoriales.  Este tipo de visitante tiene un habitus dice Bourdieu, que puede entenderse como esquemas de obrar, pensar o sentir, lo que hace que grupos homogéneos tiendan a compartir estilos de vida parecidos.  El equipo de SOPHOS pudo visualizar este tipo de personas que de consolidarlo traería a más circulación a su establecimiento, por interés de imitar un estilo de vida, o compartir intereses.  Por esta razón una de sus primeras acciones fue modificar los horarios de la librería, cerraban hasta las diez de la noche y la novedad, abrían los sábados y domingos, algo nunca visto en Guatemala hace diez y ocho años, e incluso abren los días de asueto.  Esto permitió que quienes, por razones laborales, que no podían asistir entre semana lo hicieran en esos nuevos días y horarios.  Este rumbo arriesgado ya lo había experimentado la Librería Del Pensativo, en La Antigua Guatemala, por lo cual muchas personas hacían viaje a esa ciudad para comprar libros especialmente de Ciencias Sociales y en traer temática de Teoría de Género.

El mundo de los libros, desde el siglo XIX momento en que se empezó a perfilar el campo literario europeo, estuvo vinculado a los habitus de los escritores de la época, quienes visitaban los cafés, sitios de encuentro del mundo cultural de la época. De ahí viene el interés de vincular un café anexo e intercomunicado con la librería.  Este interés por brindar más que una variedad de libros, ideó vincular a las personas con el café.  He ahí que nace el bistrot y se sumó la tendencia de la comida gourmet, otro público similar al de los libros, como el programa de Noches sibaritas que tanto éxito tuvo en el antiguo local de la Avenida Reforma, y surgen también los clubes de lectura. Esta idea ya daba resultados en México, donde creaban experiencias similares como la librería Gandhi y El Péndulo, que son el mejor ejemplo.

El discurso de SOPHOS es sofisticado, especialmente por su catálogo permanente, procedente de editoriales de diversas partes del mundo. A pocas semanas de su apertura en aquel lejano lugar, los visitantes, especialmente profesores universitarios empezaron a pedir libros específicos, he ahí que fue la primera librería en traer las colecciones completas de Michel Focault, Jacques Renciere, Donna Haraway, Judith Butler, y otros muchos teóricos, últimas tendencias del pensamiento crítico europeo.  Con una visión innovadora, no solo trajeron uno sino 3 o 5 ejemplares.  Quién sugirió determinado libro lo comentó, esto hizo que otro lo comprara también.  Esta librería capitalina fue la primera que apostó por los libros teóricos de arte, estética, teoría de género. Y nutrió como nunca de títulos de Ciencias Sociales, y publicaciones interdisciplinarias. En forma visionario incluyó literatura teórica referente a lo queer, como pocas en la capital. Uno de los grandes aciertos fue la sección de libros referentes a Guatemala, fue el lugar ideal para hacer visible mucha de la producción intelectual del país, tanto la narrativa como el ensayo, así como lo primeros libros de fotografía que han editado por connacionales.

Una de las estrategias fue para reforzar un perfil diferente, ubicó sus primeras instalaciones en la Avenida de la Reforma, en zona 10, en un espacio cercano a la zona hotelera de prestigio.  Luego migró a su actual local más adentro de la zona 10, a lo que fueron áreas residenciales, espacios que la posmodernidad transformó. SOPHOS es uno de los atractivos de Plaza Fontabella, si no el mayor atractivo y motivo de visita.  Situado en un lugar funcional, ahora realiza un sinnúmero de actividades que van desde conferencias, presentaciones de libros, pequeños conciertos, y cursos especializados, que lo que hacen es reforzar los vínculos emocionales con una librería donde uno se siente en casa.   El prestigio de SOPHOS, ha sobrepasado las fronteras del país, debido a la circulación de profesores e investigadores en la región centroamericana, que pasan o preguntan por esta librería.

Las instalaciones, los libros y el prestigio no son posibles sin el trabajo de las personas, con una capacidad de retener el interés del visitante por la interacción personal. Marilyn Pennington retomó ese antiguo trato del propietario de la librería, como antes lo fue en espacios como la Librería Cervantes.  Largas horas de trabajo le conllevaron en esos primeros años, atendiendo a los visitantes y trabajando en la caja registradora.  Este espíritu de trabajo y forma de trato al visitante quedó como una marca que ahora experimentan su equipo de colaboradores -un equipo polifacético de estudiantes universitarios de diferentes carreras-, y heredó en sus genes su hijo Philippe, ahora al frente de lo que hoy conocemos como SOPHOS.

El ser atendido como el amigo que llega a casa, encontrarse con colegas y amigos, cuyo interés es el conocimiento (sophos) es la experiencia de SOPHOS, que se transforma en una gran arca de capital simbólico por descubrir y hacer uso de sus tesoros.