“Soy poeta, sufro, luego existo” no recuerdo exactamente quién es el autor de esta frase, pero sí tengo claro que es la más adecuada para referirme a uno de los poemarios que más ha marcado mi vida en este año.

Poemas para infancias mal curadas, es ese libro que te dice que para hablar de amor debes haberlo vivido. Es aquel beso robado en la primera cita, las mañanas de domingo acostados en la cama, esas noches de pasta y vino, el ramo de rosas rojas sobre tu mesa, las peleas en la cocina, el sexo de reconciliación, la rutina y por qué no; un corazón roto.

Cada página de este poemario ha sido plasmada con una sutileza que asusta. Luis Ramiro, autor de este espiral de emociones, además de ser uno de los cantautores españoles con más reconocimiento en los últimos años; ha sabido cómo hacernos sentir identificados y a la vez culpables de cada “amor/desamor” que ha pasado por nuestras vidas, utilizando como arma principal sonetos y versos libres que riman con tal fluidez que sería poco decir que es la melodía perfecta.

Como bien describe su amigo y colega Carlos Salem en el prólogo, un buen poema “para conmovernos debe tener una estocada que no esperas” y yo; aún sigo con esa herida abierta que me causó sumergirme en este libro.