Tres fuerzas: energía, economía y amor. Tres poderes catalizadores propiamente humanos que mueven y conectan al mundo. Entrelazados por la sobrevivencia de infinidad de voces apagadas y lúcidas. Acompañadas de la muerte. Ese desmesurado acto que tiene una forma, una textura, que posee un cuerpo o varios, que se fusiona con la parte viva de otro ser; al que se le puede escapar sin moverse, sin esconderse, sin hacer nada y solo queda seguir viviendo.

Hay una línea de oro que atraviesa la bandera de Japón; remueve la mitad y se queda impoluta, a pesar de lo invasivo. La otra mitad es sacudida, abusada y ha perdido sangre, la comodidad del letargo se ha transformado, se ha fracturado y como resultado queda la sobrevivencia.

En Fractura se remueven cuatro voces en el pasado de un personaje construido por ellas. A través de esa misma construcción, ellas ponen de manifiesto sus posturas políticas, sus formas de amar, de creer en los demás y ellas mismas. Es en este viaje de kilómetros de mundo, cronológico y dinámico, que Neuman nos plantea una nueva forma de escribir literatura.

En esta multitud de voces que acompañan a la novela no queda más que identificarse con una de ellas. ¿Es Violet? ¿Soy Lorrie? ¿Puedo ser Mariela? ¿Llegaré a ser Carmen? ¿Soy todas? ¿Soy ninguna? ¿Soy un poco de todas? ¿Ya todas viven en mí? ¿Están vivas?

Una de ellas se detiene en la necesidad del otro cuerpo, de atender al motor del otro y la tendencia a la posesión. El ideal se convierte en una ausencia permanente. Donde ella siente su finitud, él se funde con el universo. La atracción entre ellos es la diferencia, de idioma y cuerpos, de sus extensiones y más importante, las bifurcaciones próximas.

Otra de ellas no atiende a pasiones pasajeras, su amor es desinteresado. No depende de la sincronización de dos seres que comen y duermen a la misma hora, de razonar las emociones y pensamientos del otro. Es un ser aparte que comparte el espacio. Su centro es lo que ya vivió, ya nada se bifurca porque ha tomado una forma circular. En espiral. Una búsqueda más hacia lo imprevisto pero certero. La muerte es una amiga en la cual refugiarse. No está para jugar a escondidas con nada ni nadie, ella vive para vivir.

Neuman ha repasado en esta novela la biografía de la pornografía, los residuos radiactivos, la humanidad, la memoria colectiva y reafirma que lo que sucede en un lugar, sucede en todos lados. Con su polifónica obra ha insertado polvo de oro en cada grieta, subrayando las fracturas de mi pasado y las aún recientes. Ha embellecido con sutileza los daños y ha realzado mi sobrevivencia. La prosa aquí presente en estas páginas nos envuelve entre las tragedias nonatas, la nacionalidad afuera de la propia nación, el placer superior, la reinvención de los recuerdos y la apropiación de las tragedias.