“Un paso adelante, dos atrás. Así no se avanza mucho”

Uno de los episodios cruciales de la literatura nacional del siglo XXI tuvo lugar dos veces: en México, en 2004, cuando Plaza & Janés publicó Vivir en el maldito trópico; y en Guatemala, hace unos meses, cuando F&G Editores orquestó la 2ª edición de este Libro Vivo en el que David Unger reconcentró el amor por el idioma y las verdades de la memoria que sus padres le acendraron desde que era un güiro en La Casita de la zona 1.

Desde Nueva York, donde cada día amanece más guatemalteco, David Unger escucha y responde.

JL Perdomo Orellana: El epígrafe de Pound que aparece después de la dedicatoria es bastante irrespetuoso con los cincuentones. ¿Qué problemas tenía Ezra con esta edad (tan ominosa como cualquier otra)?

David Unger: Ezra Pound estaba citando a Confucio —él fue quien dijo que no hay que respetar a los ancianos que no han aprendido nada a lo largo de sus vidas—. Estoy de acuerdo.

Al vivir, uno debe de ir acumulando experiencias que te vuelvan más sabio. O menos bruto (la sabiduría siempre se esfuma). Antes, cuando uno llegaba a los cincuenta, comenzaba el proceso de evaluar si había desperdiciado su vida… Ahora lo hacemos en los setentas.

Desafortunadamente, Ezra mismo no le hizo caso a Confucio y se volvió más fascista y antisemita al acumular los años. Yo diría que Marcos Eltalef enfrenta el reto y logra cierta transformación. Al final de la novela es una persona distinta, alguien cuyo modo de ser y de pensar ha cambiado… gracias a Esperanza.

PO: ¿No hubiesen funcionado “mejor” como epígrafe estas líneas de Brecht: Gracias a Dios, todo pasa rápido / También el amor, la pena incluso / ¿Dónde están las lágrimas de anoche? / ¿Dónde la nieve del año pasado?

DU: Pues sí, Brecht también le dio al clavo. Todo pasa tan rápido y es por eso que es mejor prestar atención al dicho en latín que nos instruye Carpe Diem. Uno tiene que aprovechar el día. Si no lo hacés, te quedás saboreando el pasado como si fuera algo que no se puede escupir —sea el dolor, la traición o aun la vanidad—, algo que a fin de cuentas no conduce a nada. Vivir el día a día y esperar lo inesperado es como lo hago yo.

PO: ¿Es el arresto domiciliario en un hospital, una invención muy chapina?

DU: Hay cosas que suceden en Guatemala, como en otros países contaminados por la mentira y las evasiones, que lo dejan a uno con la boca abierta. Uno tiene que tener un buen sentido del humor o fumar mucha motita, para aguantar algunas cosas que suceden aquí. Sé que el arresto hospitalario fue un invento personal —patentado luego por la realidad y las noticias en los medios de comunicación—, pero lo comparto con todos los guatemaltecos que enfrentan a diario la falta de lógica en la vida cotidiana chapina.

PO: Es evidente que Marcos, el protagonista de Vivir en el maldito trópico, tenía claros desde hace décadas los motivos de condenas como ésta: “Sin importar lo que hagás, en este país de mierda de cualquier modo te joden”. ¿Le ha dado el tiempo la razón a Marcos o se la ha quitado?

DU: Seguro que el tiempo le ha dado la razón. En los años ochenta del siglo XX, uno sabía quiénes eran los enemigos: los militares, la oligarquía, los terratenientes, los escuadrones de la muerte, los sinvergüenzas.

Hoy en día es como jugar naipes o un bingo: hay un sinnúmero de personas o de grupos que se andan repaseando en la vida de muchos. Pueden ser chontes, soldados, drogadictos, los mismos escuadrones de la muerte, pandillas, narcos, sicarios, políticos, payasos, oportunistas, pillos, ladrones, pastores evangelistoides… los mismos listos de siempre.

Sobrevivir es nadar contra la marea. La gente acomodada sigue bien, muy bien, con pequeñas irritaciones en la vida como el robo del celular o aun del carro del año. Pero la mayoría de la gente necesita de la camioneta para transportarse y, desde que se sube, sabe que al bajar… en cualquier esquina lo espera el robo, la violación o aun la muerte.

PO: A veces, Marcos se veía “como un anciano encorvado, subiendo sin rumbo por el sendero de una montaña”. Usted, como su creador, ¿cómo se ve ahora que el Trompudo perdió las elecciones, pero las ganó (dando toda la razón a Norman Mailer quien pronosticó hace décadas que los nuevos presidentes gabachos serían impuestos por las corporaciones más viles)?

DU: Es una vergüenza, pero es un producto de las descaradas mentiras que brotan de su hocico y las manipulaciones del partido republicano. Muchos periodistas dicen entre comillas que “los EEUU se parecen hoy a un país tercermundista”.

Me da vergüenza pensar que tengo parientes que piensan que el Trompudo ya nos ha salvado del fin del mundo. Que se puede tratar a la gente, especialmente a las minorías, con tan poco respeto, siempre y cuando toma acciones para reducir la tasa de impuestos. Les importa un pepino el ambiente y los pordioseros. Lo único que importa es el próximo crucero a Grecia.

Vivimos en la época de los charlatanes que venden aceite de culebra como si fuera medicina. La verdad es que me preocupa mucho este cabrón, no sólo por sus ideas sino también por la falta de atención que él demuestra ante todo y su obsesión de besar el trasero ruso de Putin. El colmo es que no tiene la capacidad de leer algo que se extienda más allá de los 144 caracteres…

PO: ¿Hay algo mejor que “agradecer a Dios en el Shabat”?

DU: Agradecer a un dios sordo, ciego e incapaz de hablar, que se ha lavado las manos ante todo lo que tiene que ver con los seres humanos, es un acto de fe que cumplo de vez en cuando sin tener la menor esperanza de que haga algo. Es como apostarle al caballo que tiene un chance en 100 de ganar la carrera.

Desafortunadamente hay mucha gente que cree que Dios anda entre nosotros, ayudándonos con la carga, o insistiendo en que, con donaciones a ciertos curas, merolicos evangélicos e iglesias vamos a comprar nuestro lugar en el Cielo.

Marx decía que la religión era el opio de las masas y tuvo toda la razón. También dijo que los poderosos están más que felices con los seres humanos que se encuentran tan necesitados o ciegos como para confiar en los representantes de Dios que andan sacándole a uno la billetera a cambio de sus engañosas promesas de Salvación Eterna. Nadie nos puede garantizar que existe o no existe el trono de una diosa o un dios. No es por nada que el administrador de la “Casa de Dios” se autonombra Cash.

PO: ¿Por qué la gente, incluso los personajes de su novela, odian cualquier cosa que rompa el tedio de sus rutinas?

DU: En general, los seres humanos somos criaturas atadas a la costumbre. Preferimos el confort de lo ya conocido, especialmente cuando un cambio puede causarnos desacuerdos o pérdidas de dinero y estatus. Somos borregos. Pero, pese a nuestro borreguismo, habrá instantes en que deberemos “romper” las expectativas de otros y de nosotros mismos.  Quienes deciden ir contra la marea se convierten en héroes por el simple hecho de decir: “Basta. Hasta aquí llego. No más de lo mismo”. En esos casos, gente como el arzobispo Gerardi se vuelven héroes.

PO: Refiriéndose a los chapinoides, la novia colombiana de Marcos le dice “¡Ustedes no tienen el filin ni para escribir una simple ranchera!”. Marcos le espeta “…por lo menos no somos como esos mexicanos, cantantes, ladrones y borrachos… y no somos haraganes como los nicaragüenses, ni estúpidos como los hondureños… y no vivimos como cerdos en un chiquero, como viven en El Salvador, meándose en el mismo cuarto en donde comen. Tampoco presumimos de europeos, como los ticos, y no seguimos colonizados, como los panameños.” Ahora que casi todo el mundo sería capaz de donar su alma al diablo con tal de obtener una visa gabacha, ¿aún hay en Guatemala seres como Marcos o esas peroratas ya sólo son encontrables en una novela como Vivir en el maldito trópico?

DU: Hay que tener en cuenta que Marcos es una invención y todos sus movimientos, por cierto, tienen lugar entre la portada y la contraportada. Guatemala está llena de gente valiente —estoy convencido de esto más cada día. Gente que yo respeto: Luis von Ahn, Luis Argueta, por ejemplo. El problema es juntarlos a todos en el mismo cuarto para que puedan, conjuntamente, sumar esfuerzos en contra de quienes quieren seguir en el poder para repetir las mismas bajezas que han hecho durante los últimos quinientos años, por así decirlo. Esto se vio cuando los guatemaltecos se aglutinaron en el 2015 para rechazar los tejes y manejes de Baldetti y Pérez Molina. El levantamiento de esos sábados dio frutos. Admiro el trabajo de la CICIG, y lo que está tratando de hacer el grupo Semilla, en contra del zapote podrido que es Guatemala hoy.

PO: Marcos es despiadado con la capital chapina de los años ochenta, a la que califica de “fea y distante… sitio arqueológico maya, torpemente reconstruido por arquitectos sin imaginación, listo para ser abandonado. Hoteles de lujo, rascacielos, discos, boutiques… Imitaciones de joyería barata.” ¿Cuán despiadado podría ser Marcos con la capital de hoy?

DU: Pues a mí me sigue fascinando la capital, más que nada las zonas 1, 2 y 13, áreas que dan cierta semblanza a lo que era la ciudad en el siglo XX. Lo triste de la capital de Guatemala hoy es el crecimiento desenfrenado de edificios, tiendas y restaurantes que imitan lo más feo de las ciudades gringas. Existe la mentalidad de que lo nuevo es lo mejor en vez de pensar en restaurar edificios y centros que reflejan lo lindo que era la ciudad en los cincuenta.

PO: A Marcos se le acusa en la página 109 de pensar que “el sexo es la solución hasta para la guerra nuclear”. ¿Se equivoca el acusado o su acusador?

DU: Esta frase implica tanto al acusador como al acusado. La verdad es que el sexo es un acto muy poderoso tanto para el hombre como para la mujer. En el caso de Marcos, el sexo se mezclaba mucho con el poder y el dominio de la mujer y eso, tarde o temprano, no es muy saludable. La verdad es que, como John Lennon, creo que a través del amor uno puede encontrar la paz y desarmar las armas nucleares. El sexo, mutuamente apreciado y compartido, también puede lograrlo. Además de sacar las endorfinas, lo que nos convierte en personas más amables y amigables.

PO: “—¡Mierda! ¡Qué manera de vivir! –dijo Marsha. / Sólo un norteamericano, criado con todo confort, a miles de kilómetros del caos, podía haberlo dicho de manera tan sucinta. / —Vivir en el maldito trópico –dije, en voz baja”, se dice en la página 167. ¿Viene de ahí el título? Al abordar temas tan malditamente tropicales, ¿no pierde lectores “angloparlantes”?

DU: ¡Ja! El título viene de unos tíos que utilizaban esa frase cada vez que algo no funcionaba en Guate, y esto se volvió común y corriente. Pero en mis investigaciones sobre Asturias, encontré que él también tiene un personaje diciendo en inglés “That is the life in the tropic” en su obra maestra El señor presidente. Curioso ¿no? que el título de mi novela ha sido un dicho muy guatemalteco desde hace mucho más de un siglo (de soledad/de engaño/de mentiras/de genocidio). Si uno estudia la historia de Guatemala, encuentra pocos años durante los cuales alguien esperaba mejores tiempos. Hoy la gente simplemente aguanta, aguanta, o mira para otro lado.

PO: El médico Antonio indica a Marcos “Necesitás centrar tu energía en una cosa a la vez”? ¿Era ya Antonio, en los ochenta, un fiel seguidor del líder espiritual vietnamita Thich Naht Hanh, creador de la famosa frase “Si estás lavando los platos, lavá los platos”?

DU: Lo más sano en la vida es sentirse satisfecho con lo que uno está haciendo: ya sea lavar platos, defender a un cliente (honesto, por supuesto) en el juzgado o vender cigarros desde un puesto en la 18 calle de la zona 1. Pero la verdad es que todos vivimos el día con una gran ansiedad: con la apabullante certeza de que el resultado de cualquier cosa que hagamos será negativo. Eso es lo normal en Guatemala: sentenciar que nada funciona y pronosticar que todo irá de mal en peor. Pensamos que un viaje a Panajachel o al Río Dulce será el narcótico que nos bloquee ver la realidad oscura.

PO: “Como de costumbre –dice Marcos en la página 256–, Mendoza desviaba cualquier pregunta que pudiera revelar algo acerca de su pasado o de su presente. Era un camaleón, se adaptaba fácilmente a nuevos roles, a nuevas situaciones, diciéndole a cada quien lo que deseaba escuchar”. ¿Valen estas líneas como retrato hablado de las eternas larvas que parasitan en esa sentina a la que los desinformados aún identifican como “Honorable Congreso de la República”?

DU: Le has dado al clavo. Evadir, mentir, hacerse el tonto o el inocente, desviar, machacar tu fe en un dios todopoderoso, mientras estás haciendo tratos para beneficiarte y para beneficiar a los amigos, a las amantes o la familia es lo más común. Desafortunadamente, sí, esto caracteriza a muchos de los miembros del más bien (des)honorable Congreso de la República.  Gente que no tiene nada de vergüenza…

PO: Su compinche Blackie le dice a Marcos: “Es un país de mierda, a pesar de todo lo que dicen los folletos de turismo… Casi ciento sesenta años de independencia y todavía somos esclavos de nuestra inteligencia limitada. Nuestros gobernantes tratan a los herederos del Popol Wuj y de los Códices de Dresden peor que a los perros sarnosos. Nuestros gobernantes deberían ser degollados con sus propios machetes. ¡Qué manera de vivir, Marcos!”. Estos años del siglo XXI desmoronándose ¿han agregado o quitado razón a tales señalamientos?

DU: Pues hay cosas que han mejorado en la vida civil de Guatemala. La CICIG y la persistencia de los pueblos indígenas exigiendo el respeto y el poder que les corresponde, son cambios muy saludables. Pero la verdad es que vivir en Guatemala es aceptar que das dos pasos adelante y tres para atrás…

PO: Casi al final de las 412 páginas de la nueva e impecable edición de su añeja novela, Marcos, enardecido, rechaza volverse “una babosa dentro de un caracol de mentiras”, se pregunta y le pregunta al futuro: “¿No estaban las mentiras destruyendo a Guatemala”? ¿Cuál considera usted, como su autor, que sería hoy la respuesta de Marcos?

DU: Marcos, en 1982, era víctima de su propio estatus social y económico. Hoy, quizá vería la posibilidad de hacer alianzas con otros sectores que también están tratando de construir una sociedad más equitativa.

Hay cosas muy saludables en los últimos seis o siete años en Guatemala. Esto podría animar a Marcos a no irse del país rumbo a México. Sin embargo, después de celebrar algunos logros colectivos, todo vuelve a lo mismo. Se saca a un asesino y ladrón, pero entra un payaso babeando pésimos chistes impulsado por los mismos listos de siempre. Un paso adelante, dos atrás. Así no se avanza mucho…

PO: ¿Se perdonará usted, algún día, el no haber escrito la novela de la fuga geográfica de Marcos y el haberlo dejado caer “en un profundo sueño” del cual aún no despierta?

DU: Tener los ojos abiertos y atentos es lo que prescribe la vida. Los sueños nos dan señales y a la vez nos ofrecen un poco de reposo. De vez en cuando nos tenemos que bajar de Rocinante, para descansar y volver a subirnos a la montura. No queda de otra. No hay de otra. Le doy las gracias a Javier Mosquera Saravia por su magnífica traducción de mi novela, lo cual me ha permitido “escribir” la novela en un español chapín que cautive al lector.

 

VIVIR EN EL MALDITO TRÓPICO

VIVIR EN EL MALDITO TRÓPICO

DAVID UNGER

ISBN: 978-9929-700-20-8

Editorial: F&G EDITORES

Nº páginas: 0

Año de edición: 2016

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