Si en una noche de luna llena, uno ve hacia el cielo desnudo, si alrededor no hay más que el murmullo de unas voces alegres a lo lejos y un aroma dulce envuelve el ambiente, probablemente se esté experimentando la poesía de García Lorca en una de sus tantas formas.

Fundamentalmente este libro es eso: experiencias. García Lorca perteneció a una clase social muy diferente a aquella a quien está dedicada este poemario, pero eso no evita que se sumerja hasta la cintura en su idiosincrasia, en su folclor. Lo que lo hace maravilloso no es sólo eso: es que ese folclor nos lo presenta con la suavidad con que sólo él podría hacerlo. Hace suyo el concepto del «gitano», y deja vislumbrar sus detalles, sus luces y sus sombras.

Nos deja, pues, un poemario que nos conduce a un contexto histórico y social muy específico, sin perder esa pasión con que escribía cada línea desde siempre. Nos traslada no solo al año de su publicación, el turbulento 1928, sino al entero ambiente histórico del «gitanismo» en la España de la preguerra. De cualquier modo, se aleja de lo convencional y no busca describir a los gitanos, ni entenderlos, sino sentirlos. Y, al hacerlo, va un poco más allá: transmite lo que los gitanos son y sienten, lo que viven y lo que les hace reír, amar, llorar.

Por eso derramar lágrimas o risas sobre las páginas de Romancero Gitano es tan natural como bostezar una madrugada o bailar bajo la luz de la luna. Sí, sin duda esto último será poco común pero tampoco es de todos los días encontrar, en las estanterías de una librería, el retrato alegre y místico de la comunidad gitana que este libro representa. En ese sentido, aunque sea poco común, es natural, porque no deja de ser infinitamente humano.
Y es ese carácter humano el que de vida al libro: Lorca se enfurece a gritos, ríe a carcajadas y llora despechado. Romancero Gitano también.

Una de las cosas que lo hacen aún más interesantes es que no es resultado alocado de las vivencias gitanas, que en un principio podrían imaginarse desordenadas, amorfas, enloquecidas. Los sentimientos en la poesía de Lorca son el resultado de una métrica perfecta y un ritmo grácil y alegre que ponen de manifiesto un tipo de poema como nunca se ha hecho en las letras hispanas.

Los romances se caracterizan por ser octosílabos rimados en asonante en los versos pares. Y los romances de Lorca se caracterizan por, además de eso, ordenar emociones desordenadas, enloquecer a los cuerdos y, sobre todo, recordarnos lo frágil y delicada, pero poderosamente profunda que es nuestra propia naturaleza.