Esto sólo se puede vivir, no puede existir de otra manera. Y también tiene que morir.


Quizá, después de todo, en algún lugar en algún rincón o espacio del mundo, lejos de nosotros mismos, estemos sucediendo paralelamente de la misma forma en la que sucedimos. Pero quizá esta vez estemos viviendo, haciendo que exista, aquello que no nos atrevimos.

Una advertencia antes de dar inicio con Aciman, pueden seguirse o descartarse: Léase este libro y, luego de finalizar el último párrafo cuya última línea terminará en la ambigüedad de su título, guardar por favor silencio; sólo en el silencio seremos capaces de acostumbrarnos al ruido de la mente, ordenarla y tratar -sólo podemos tratar-, de entender lo que nos acaba de ser compartido. Si no lo entendemos es porque no existe en nosotros, aún no lo hemos vivido.

Es difícil hablar de aquello que nos ha dejado sin saber qué contar, todo debido a que el significado se representa en signos tan numerosos como combinables, tan combinables como interpretables. Su vastedad equivale al vacío que dejan las últimas letras de un libro al terminar con ellas, vacío que se posa en nosotros irremediablemente. El vacío repleto de recuerdos identificables y reconocibles, la compenetración de nuestra historia con aquella escrita.

Para cuando comencemos la lectura de Call me by your name (Llámame por tu nombre) quizá ya habremos visto el filme y ya habremos sentido la piel que se eriza aún estando debajo del sol; la sensibilidad de los colores, los espacios en perfecto orden y composición. Para cuando comencemos ya sabremos el final. Pero luego del final también hay una historia, que fue el comienzo, y esa historia es esta que sostenemos entre las manos y que, no por ser menos visual que su adaptación, deja de tener la misma esencia e identidad. «Call me by your name and I’ll call you by mine». Este es el mensaje completo, tan simple como cualquier otra contradicción o juego de palabras.
Todo en este libro fluirá como la naturaleza fluye. Su violencia arrebata el aliento tanto o más que la perfección de las cosas que crea. Si las dudas existen, que existan sólo para crear más. Si el mundo que decidimos entender existe, existamos también en él. Ser la belleza, ser la sensibilidad. Ser el padre, la madre; el hijo, el amante.

¿Es Llámame por tu nombre un diálogo interior? ¿Es un recuerdo? ¿Es una certeza? ¿Es todo y nada a la vez? ¿En algún momento desaparecerá esta sensación de pérdida, de anhelo, de esperar a que llegue o vuelva algo que ya nos ha sido concedido pero no aparece aún?

¿Es la historia de Oliver y Elio, es nuestra historia, tan superior a nuestra inteligencia?
Elio… Oliver, si pudiera preguntarte algo sería: ¿Algún día podré amar así?
Y seguramente responderías:
«If not later, when?
If not now, when?».

Es muy probable que la verdadera razón por la que rehuyo a ahondar en el contenido de este título sea en parte porque me aterra perderlo al darme cuenta que quizá estoy demasiado lejos o nunca estuve tan cerca de lo que sus páginas contienen. Las ideas se cruzan y se pierden, tal vez sin oportunidad de volver a alcanzarlas.

Pocos entes, pocos seres, pocas cosas se comparan al amor entre las letras y nosotros, poco se compara a las relaciones que mantenemos con los libros. Aprendemos a identificar lo que por naturaleza se nos ha estado dando. Lo colocamos en el orden de eventos seleccionados en el texto. Reconocemos nuestra historia en algunas que leemos o fragmentos que al final se convierten en una historia nueva, distinta, cuando posamos los ojos en las letras. Pocos son los títulos que tenemos la dicha sino la desgracia de llamar realmente nuestros.

El ciclo de mi espíritu ha sido alterado. Hay textos que representan un punto y una partida, ya lo he dicho antes. Heme aquí otra vez. Voy contando dos, dos dedos cuya distancia equivale a años. Otra vez toman forma de letras la muerte y la vida.

Me sumergí en Call me by your name, nadé en sus aguas cristalinas de tono turquesa. Anduve en las descripciones deliciosas de Elio que también es Aciman que también es Oliver, y me dejé secar por el sol entre las páginas. Lo más importante: volví a amar. Reanimé el cuerpo muerto y sedado con inhumanidad. Me di el tiempo que no me había dado, el tiempo que Oliver y Elio no tuvieron pero también el que compartieron.

Para cuando terminé, el vacío permanecía. Pero así como permanece, continúa a la espera y con la certeza de que hay suficiente espacio para lo que vendrá luego.