Como fanático y explorador de la literatura inglesa, experimenté una confusión que seguramente le ha ocurrido a otros, aquella incertidumbre estremecedora pero positiva ya que su resultado es generar amplitud y revelar conocimiento de maravillas que estaban ocultas accidentalmente. Leí Frankenstein o el Moderno Prometeo de la autora Mary W. Shelley, publicado en 1818, pues es un texto esencial para quienes gozamos del fenómeno literario de aquella región europea; hasta allí nada extraño, una novela fantástica, tan distante de lo que se conoce en la cultura popular como es de distante mi país natal al de la autora. Un año más tarde (y admito con franqueza que tardé demasiado en llegar al siguiente descubrimiento) me interesé, y leí, el libro Vindicación de los Derechos de la Mujer, escrito por Mary Wollstonecraft y publicado en 1792.  En ese momento aún soy ajeno a darme cuenta de lo que claramente está frente a mis ojos, hasta que leo un pequeño extracto biográfico de Mary Wollstonecraft, escritora inglesa, y es ahí donde consigo relacionar la “W.” en Mary W. Shelley, autora del trascendental Frankenstein, de quien (sin crítica negativa) no esperaba encontrar un escrito de postura feminista, con Wollstonecraft. Comienzan las preguntas. ¿Por qué publicar bajo el apellido Wollstonecraft en algunas obras y Shelley en otras? Y se da la epifanía con que por fin iluminaría mi ignorancia: Mary Wollstonecraft falleció en 1797, Mary Wollstonecraft Shelley publicó su opus magna en 1818. Efectivamente, madre e hija, escritoras inglesas de fama y prestigio suficientes para trascender al padre tiempo.

Qué interesante y curioso resultó encontrar (aunque no por primera vez) este vínculo consanguíneo en primer grado que hubiese heredado la literatura como profesión o modo de vida, sobre todo por las particularidades de cada escritor como individuo, es decir ¿puede haber similitud entre la obra de Wollstonecraft madre e hija? y si son distintas en estilo y narración ¿cuáles serán las particularidades que más puedan resaltar? Claramente Wollstonecraft madre tiene voz más firme en sus escritos, mientras su hija concentra mejor las emociones humanas y deja ver un texto más natural. Lo más interesante es cómo este factor se repite en la historia y nos hace considerar que la profesión de escritor se lleva en la sangre. Ahora, debo fijarme en el autor francés Alejandro Dumas, conocido con frecuencia por su obra Los Tres Mosqueteros, o el inolvidable El Conde de Montecristo; ¿Qué tal por La Dama de las Camelias? También sería un error, pues dicha obra pertenece al autor Alejandro Dumas hijo. La confusión que surge de los afamados autores franceses es aún más comprensible que la que pesa sobre las autoras inglesas, pues padre e hijo compartieron más tiempo de actividad literaria juntos, por ejemplo, La Dama de las Camelias fue publicada en 1848, escrita por Dumas hijo, año en el cual Dumas padre sigue vivo y se encuentra en proceso de escribir El Cura de Boulogne. Ya considerando que comparten nombre de pila y apellido, la confusión persiste aún hacia nuestra época.

Contemporáneos, debemos prestar mucha atención al escritor estadounidense Joe Hill, autor de NOS4A2 o The Fireman, a quien se menciona por renovar los géneros de terror, fantasía oscura y ciencia ficción, logró su fama con la novela Heart-Shaped Box y fue hasta su siguiente publicación que reveló ser el hijo de los escritores Stephen y Tabitha King, hermano del también escritor Owen King, toda una familia dedicada a las letras.

Quedan aún muchos casos por citar, la literatura puede ser quisquillosa, pero es muy personal, y aunque los autores consanguíneos puedan estar relacionados, el estilo de cada cual siempre estará muy presente aún si tratan de emular la trayectoria de algún familiar. Ahora, como cualquier rasgo genético que puede saltar algunas generaciones, y para ejemplificar de manera concluyente mi argumento, me resta mencionar a una autora, también de nacionalidad inglesa, Lucinda Hawksley, autora de Queen Victoria’s Mysterious Daughter y su interesante ensayo March, Women, March, publicados en los años 2015 y 2013 respectivamente. Es reconocida por ser quizá la mejor biógrafa del escritor inglés Charles Dickens, mérito tácito obtenido por la cercanía e intimidad con que relata cada detalle del autor victoriano, cercanía prestada al compartir un lejano vínculo en común, pues Lucinda es la tátara-tátara-tátara nieta del creador de Historia de Dos Ciudades.

Si surge la inquietud de escribir pero no se trae en las venas (o no se sabe), bien es oportuno iniciar una nueva generación de escritores, pues las letras siempre brotan para aquellos que aman escribir.