Por Diego Calderón

La primera vez que las letras llamaron mi atención fue hace muchos años, 1998 o 99, cuando de niño participé en la clausura de un curso de teatro que dirigía la reconocida maestra Evaninfa Mejía. La ilustre decidió que interpretaríamos la adaptación de una obra titulada “Canción de Navidad”, de la que por título no tenía idea del argumento, y menos habría de saber sobre su autor. A mis 9 años de edad interpreté un personaje que me fascinó, en una historia que me cambió la vida y que aún recuerdo con la misma calidez y afecto que en ese momento; yo era el Señor Scrooge, un viejo avaro y de duro corazón que luego de la visita de cuatro espíritus alcanza la redención y rinde homenaje a la navidad y gentileza a quienes le rodean. Me intrigó saber de dónde habría surgido semejante idea, pues estoy tan conmovido que mi afán por la lectura comienza, y no es hasta años más adelante, cuando en el mostrador de una tienda de libros observo el título “Canción de Navidad”, y además de rememorar aquella época infantil por fin tengo el gusto de conocer a mi mentor, mi inspiración, quien había dejado éste mundo en el año 1870. Yo le debía tanto y mi forma de honrarlo era leyendo su obra.

Charles Dickens nació muy remoto a mí, el 7 de febrero de 1812 en una localidad conocida como Portsmouth, Inglaterra. Autor de novelas célebres como Oliver Twist, Historia de Dos Ciudades, David Copperfield, Grandes Esperanzas, entre muchas otras que me han tocado el corazón. Un escritor con muchas complicaciones en su infancia, que pueden verse retratadas en  novelas o los escasos ensayos de su autoría, como Paseos Nocturnos que es tan breve como complicado de conseguir. Ahora que conocía al autor quería entender la razón por la que escribió sobre temas tan particulares en sus novelas, y descubrí poco a poco la gran influencia que tuvo como escritor y como persona, humanista, unitarista, defensor de los derechos de autor (de los que no alcanzaría a ver mayor progreso en vida), precedente histórico de lo que hoy conocemos como “Autor Moderno”, aquel que atiende a lecturas públicas, firma autógrafos, celebra reuniones y conoce a sus fanáticos, realiza giras, etc. Era fascinante su vigor y su espíritu, y por si fuera poco, tuvo relación con otros de los autores cuyas obras disfruto tanto.

Resulta que en el año 1842 Charles Dickens habría recibido correspondencia de un autor de Norteamérica, reconocido por un magnífico poema. El señor Edgar Allan Poe le expresaba a Dickens su admiración, sobre todo por la reciente novela Barnaby Rudge, (primera novela histórica de Dickens que versaría sobre los motines de Gordon en el siglo XVIII) puesto que dentro de la obra el personaje principal es amo de un cuervo mascota llamado Grip, y al señor Poe le pareció intrigante que éste cuervo pudiese hablar. Dickens se embarcó a Norteamérica en 1843 con éste y otros motivos, reuniéndose con el creador del inspector Chavalier Dupin, y para la excitante sorpresa de Poe, resulta que Charles Dickens criaba un cuervo de nombre Grip, tiempo más tarde en 1845 se estaría publicando el célebre poema El Cuervo de Edgar Allan Poe. La anécdota a la que me refiero pertenece la compilación biográfica Dickens and His Circle escrita por la novelista y ensayista Lucinda Hawksley Dickens, tátara-tátara-tátara nieta de Charles Dickens.

El afamado autor tiene un carisma interesante al momento de relatar sus novelas, y aunque su técnica es bastante rústica para nuestro tiempo, sería difícil arrebatarle el mérito de historias tan particulares y conmovedoras cuando lo resultan. La crítica que recibió en su época fue la falta de educación académica como escritor, pues con una infancia complicada (su primer trabajo fue en su niñez y consistía en pegar la etiqueta en las latas de lustrador de zapatos) y una agenda llena de labores.

La vida académica de Dickens, si bien no fue nula, resultó escasa; más si comparamos con otro precedente de la novela inglesa: William Shakespeare, quien recibió educación formal, aprendió latín y leyó los clásicos grecolatinos como parte de su pénsum. Sin embargo, la novela de Dickens alcanzó fama en el Reino Unido, en el norte de América y luego en el resto del mundo, a lo que doy gracias.

El enfoque de su narrativa se sostuvo durante muchos años en temas relativos a las calles de Londres, los personajes de escasos recursos, el desarrollo y madurez del corazón de las personas y otras jocosas particulares del londinense habitual, sin embargo, tras su accidente ferroviario en Staplehurst en el año 1865 comienza a interesarse por lo sobrenatural y a publicar historias de fantasmas, así como su novela inconclusa (publicada en forma póstuma)  El Misterio de Edwin Drood que habría sido su primera novela policíaca.

Charles Dickens me enseñó a través de su obra que, sin importar la adversidad o lo mal que esté la sociedad, nuestra perseverancia como personas de bien y humanitarios puede ser un elemento pequeño, pero significativo para generar el cambio, yo no he dejado de creer, por eso le rindo éste homenaje.

“No one is useless in this world who lightens the burdens of another” –Charles Dickens (Febrero 1812 – Junio 1870)