Desde la publicación de Dibujos de ciego de Luis Cardoza y Aragón en 1969, la literatura guatemalteca no había gozado de una visitación a la niñez tan conmovedora y poética. Afuera de Javier Payeras se sitúa en una posición difícil de catalogar según la crítica establecida. Se trata, desde una perspectiva postmoderna, de un texto liminal, ubicado entre la novela corta y el cuento largo, la prosa y la poesía, la autobiografía y la ficción, la sobria aceptación de la realidad y la nostalgia por el mito del tiempo fundacional. Es, además, la crónica misma de la escritura, el escritor inscribiéndose en la vida y la manera en que la vida se escribe en el escritor. De alguna manera, Afuera brinda un retrato del artista durante la niñez, una plegaria a la edad de oro llena de ternura.
Considerando de una manera tautológica el corpus escritural de Payeras puede afirmarse que Afuera, aunque escrita posteriormente, se ubica en una época anterior a Ruido de fondo y a Soledadbrother . Sin embargo, como el suplemento derrideano, la obra se convierte en el sustento y en el fundamento de una trilogía inevitable, acaso espontánea o deliberada. Dicha secuencia literaria nos permite entrever, de una manera fragmentaria y dilatada, la constitución de un sujeto hasta ahora invisible en el imaginario de la nación guatemalteca.
De hecho, el título mismo puede ponderarse como una suerte de manifiesto implícito para una generación, para una clase, para una etnia, para la mayoría de individuos que se encuentran dentro del país sin ser ni sentirse incluidos en las representaciones simbólicas identitarias ni mucho menos en la esfera pública. Afuera, el adverbio referencial, enuncia la posición desde la cual la mayoría de intelectuales de valía han participado en el devenir del país y la manera en la cual han permanecido sumergidos en el subconsciente colectivo.
Uno de los elementos culturales más importantes que propone Javier Payeras es el escritor que encuentra que el sentido de su vida no reside en un lugar distante (París, Nueva York), sino que en el ámbito en el que creció, en la relación con las personas con quien llegó a formarse. Afuera está escrita desde el interior de una región periférica e ignorada, de un país que permanece invisible. Acaso los creadores merezcan un espacio distinto desde el cual enunciar lo qué aún significa la vida en Guatemala.
Apuntes de lectura:
«Creo que Bachelard lo menciona en alguna parte: La soledad de un niño es más profunda que la de un adulto.»
Una vez rebasado este punto, al final de la segunda página, la lectura de este relato corto se vuelve cautivadora.
¿Cómo abordar la vida del niño, sin caer en la visión del adulto que se ve, prudente y agradecidamente, desde la distancia de los años y la madurez? ¿Cómo evitar el relato infantil (a la fuerza), o ver la escena a través de un espejo? Afuera logra lo que muy pocos otros relatos de infancia. Describir la niñez desde la niñez misma. Reconstruir ese mundo interior, que va cobrando forma desde afuera.
Un relato con una melodía de fondo suave (que no apaciguadora).
Una premonición amenaza: conforme leo, temo que la relativa monotonía del relato sea un preámbulo a la esperada sorpresa que se avisora a la vuelta de la esquina. Un previsible «tour de force» que, me temo, hará de éste otro relato con moraleja, como tantos.
Afortunadamente, paso las páginas y la monotonía no prepara nada y tengo el placer de asistir a la representación de la mente de un niño, que se sienta a la puerta de su casa a ver llover. Nada más, y tanto, sin embargo.