Ahora soy yo quien se arrepiente de no haber hecho lo mismo: regalarte ropa, zapatos, perfumes. Todo cuanto pudiera prolongar mi presencia en ti. Porque los objetos duran más que los sentimiento.

Crónica, ensayo, memorias, diario o novela. Los materiales se acumulan: recuerdos propios, elaborados, biografías de aventureros, lecturas y experiencias artísticas. Para mí las palabras que estás hojas albergan son inclasificables, el borde que aún sostiene la ternura y la nostalgia. Una historia por la fascinación del hielo y de una obsesión por los polos de la Tierra que un día hicieron posibles los recuerdos de M y R. Es una atracción fascinante por el funcionamiento magnético y climatológico del extremo frío, y también una historia por la fascinación de las conquistas de los centros polares tras las grandes aventuras relatadas de Scott, Amundsen y Shackleto. Por la eterna lucha de Peary y Cook por saber quién fue el primero en conquistar al Polo Norte. 

Pero también hay otros hielos en estas memorias: el hielo del hermano de A, el hermano auténtico, que vive congelado dentro de sí mismo –bella y cruda metáfora del autismo –como congeladas se encuentran las relaciones que envuelven a toda la familia, un espacio frió, cargado de complejidades y frustraciones.

Así pues, cuando llegue al mundo él ya estaba ahí, y durante muchos años fue un enigma, una cosa sin nombre. A mi hermano mayor lo diagnosticaron cuando tenía treinta años. Agradecí poder dar nombre a eso, aunque no fuera el más acertado. Que el nombre hace la cosa es muy cierto.

Toda esta historia se relata con el telón de fondo de una familia en permanente estado de reconstrucción, Hermano de hielo llega a ser un hermoso conjunto de recuerdos (he decidido nombrarla así) que trata sobre huir y reencontrase, sobre permanecer y proteger nuestros recuerdos. Alicia Kopf logra conmovernos a través de metáforas y apuntes de expediciones.