Terminé leyendo este libro de cuentos con el agua hasta los ojos y el corazón un poco tembloroso. Había en cada una de sus líneas un imperceptible empujón hacia ese lado de la realidad que todos ignoramos, escrito con una belleza tan sutil que se te clava en los poros de la piel. Cada historia tiene algo que confesarnos, unas veces es la soledad atalayando entre los resquicios de la vida transcurriendo y otras recordándonos el olor de las manos de la abuela que es de mis sitios favoritos para sentir paz.

Entre cosas extrañas que suceden en este mundo, entras sin saber, al principio, que ese mundo nuevo que se abre ante tus ojos es el mismo en el que habitas, solo que ahora, desde la sutil mirada de su escritora.