Domingos

Sobrevivir los domingos se llama el cuento de Eduardo Halfon que cuenta la historia de Marjorie Eliot, una pianista de Harlem que cada domingo, sin descansos ni vacaciones, ofrece un concierto gratuito en su apartamento en honor a su hijo fallecido en 1992.

Ayer, como Halfon narra en su cuento, me bajé del Subway en la estación de la calle 162, esquina con la Avenida Amsterdam. Como en el cuento, también estaba lloviendo.

Después de caminar unas calles hacia abajo y localizar el edificio en el número 555 de la Avenida Edgecombe, no encontraba la manera de llegar hasta el tercer nivel, hasta que, como le sucedió a Halfon, alguien notó que estaba perdido y me preguntó si iba a donde Marjorie. Le dije que sí y me preguntó que cómo me había enterado del concierto. Lo leí en un libro, le dije. Sonrió. Quizás no era el primero, seguro no era el primero. Me abrió la puerta que da al lobby del edificio, llamó el elevador y juntos subimos al tercer piso, apartamento 3F.

La vida se parece sospechosamente a la literatura.

Adentro, el concierto ya había empezado y entré justo en la primera ronda de aplausos, o eso quiero creer.
Cada domingo, diferentes músicos locales acompañan a Marjorie Eliot en su concierto, interpretando covers y algunas piezas propias.
Después de una hora y media de jazz y poesía, Marjorie se quedó sola con su piano, que tocó sin parar durante los siguientes 15 minutos. Al terminar estaba (estábamos todos) visiblemente emocionada, pensando en su hijo, como cada domingo. Sobreviviendo a través de la música.
Para despedirnos, nos puso a todos de pie y la acompañamos a cantar This Little Light of Mine. 
Como escribió Andrés Neuman, el tiempo nos deja huérfanos, la música nos adopta.