Monasterio
de Eduardo Halfon
por Gabriela Velásquez

Eduardo Halfon plasma en Monasterio, la descripción del lugar en donde se desarrolla la novela con tantos detalles que es imposible no imaginarse caminando en las calles de Israel.

El relato empieza con un viaje familiar que no pinta nada bien, en el aeropuerto Ben Gurión en Tel Aviv, cuya descripción permite al lector recrear la atmósfera enrarecida y bochornosa, propias del clima del lugar.

Dentro de la atmósfera sombría que caracteriza este viaje del protagonista y su familia aparece como una luz en el camino una vieja amiga, Tamara, a quien conoció en Antigua Guatemala, y es ella quien hará más agradable la estadía de Eduardo, el protagonista, en esa tierra en la que se encuentra la raíz de su existencia.

Las analepsias son una característica de esta novela, ya que Eduardo reconstruye la historia de sus orígenes y el arribo de su bisabuelo a la ciudad en la que murió muchas décadas después. Llegada, frustrada quizás, pues según cuenta el nieto, el abuelo se confundió de país y desembarcó en otro lugar, sin embargo ahí permaneció hasta su muerte.

El lector percibe un joven confundido en búsqueda de su identidad, y este viaje familiar lo acerca a esas raíces en las que tampoco se reconoce.

Es una novela intensa, un poco oscura y conmovedora, pero fácil de leer. Me sorprendí con cada descripción, no cabe duda que el autor es el protagonista, pues solo él podría describir los detalles con tanta fidelidad y humor negro.