La insoportable levedad del ser
de Milan Kundera
por Juan Carlos Figueroa M
No sé por qué he sido tan terco. Uno decide algo, ni siquiera sabe muy bien cómo, y esa decisión se mantiene luego por su propia inercia. Cada año que pasa es más difícil cambiarla. (321)

Milan Kundera

Estar conscientes de qué es lo que decidimos implica reconocer que esas decisiones son únicas en su momento; es decir, no podemos regresar a ese evento en particular y cambiar de decisión. Prácticamente no hay repetición de nada. Luego, podemos darle mucha o poca importancia a esa decisión, pensar en sus posibles consecuencias e inevitablemente afrontarlas como sea.

Para algunos, como para mí, podría resultarles más difícil tomar una decisión cuando están implicadas otras personas, cuando pensamos que dicha decisión (la propia) les afectaría también. En ese sentido, qué mejor ejemplo que el de las personas enamoradas, las que son infieles, las que con sus decisiones hacen bien, pero también hacen daño.

Las decisiones, inevitablemente, implican sentimientos. Es por esos sentimientos que  luego las consecuencias se perciben como buenas o como malas. De alguna manera, este constante cálculo entre lo que resulta conveniente, por interesante, por curiosidad, por conocer algo distinto, tiene una consecuencia que, en términos de lo que presenta este libro, se podría medir como el peso o como la levedad de esa consecuencia.

Aunque el contexto en el que se presenta la historia implique una guerra, mudanzas y tragedias, éstas como para cualquier persona, representan el contexto real, es decir el del tiempo y espacio donde ocurre la vida. Por eso, más que narrar, La insoportable levedad del ser implica recordar e identificar aquellas cosas que, por suerte o porque así lo decidimos, llegaron a nosotros y nos cambiaron.