por José Luis Perdomo Orellana.

Sin tener amigos ni compinches en el jurado (avecindado en San José, Costa Rica), Juan José Guerrero ganó por unanimidad los Juegos Florales Hispanoamericanos de Quetzaltenango con La noche del escarabajo, una novela memorable que si se abre en una camioneta Álamo a la altura de la inmunda calzada Roosevelt muy bien puede concluirse al ir llegando a esa otra inmundicia que es la ruta Interamericana a la altura de “Chimal” (como dicen haraganamente cientos de miles de mutiladores de palabras desperdigados en los cuatro o en los cinco mil puntos cardinales).

Además de español, Juan José Guerrero habla y escribe en q’eqchi’, latín, portugués e inglés. Es maestro de Educación Primaria Urbana; médico y cirujano por la Universidad de San Carlos de Guatemala, en cuya Facultad de Ciencias Médicas se graduó con la tesis (también premiada y obra de referencia) Síndrome de Aspiración de Meconio. Estudio Prospectivo en el Hospital Regional de Cobán; tiene estudios de postgrado en la Universidad Católica de Río de Janeiro y una maestría en Docencia Universitaria en la Facultad de Humanidades de la USAC.

Otros títulos suyos, publicados tanto en Guatemala como en Sudamérica y España, tienen títulos imposibles de olvidar como Protocolo de Tratamiento para el [Accidente] Ofídico en Alta Verapaz; Pócimas y Sacramentos. Cosas de curas, médicos y otros cuentos; La Canción Protesta Latinoamericana y la Teología de la Liberación. Estudio de género y análisis de vínculo sociopolítico y religioso. Años 1968-2000; De Castilla y León a Tezulutlán-Verapaz. La sobrehumana tarea de construir un país autónomo en el Nuevo Mundo del Siglo XVI.

Entre otras distinciones le dieron y aceptó el Premio Internacional de Ensayo “Mariano Picón Salas”, convocado por el Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos, de Venezuela; la Medalla Rómulo Gallegos y la Orden Itzamná, otorgada por el Colegio de Médicos y Cirujanos de Guatemala a cuya Asociación de Escritores pertenece.

Con la actitud serena de quien sí sabe de qué habla, con la afabilidad de quien por suprema decisión propia se encuentra a años luz de los pavorrealismos urbanitas, Juan José Guerrero —con quien sin duda el magnificente Miguel Ángel Asturias se hubiese tomado más de un buen vino— escucha y responde como solamente saben hacerlo los seres que nacen llenos de luz y de inmediato se dedican a distribuirla en dosis generosas, agradecibles, como también lo hace en el medio digital Plaza Pública, donde figura entre los columnistas más buscados, leídos y releídos.

José Luis Perdomo Orellana – Dedica usted su novela ganadora “A la niñez y la juventud, grandes olvidadas de la novelística latinoamericana”. ¡Por fin un autor que se recuerda de la niñez y de la juventud en un continente que se especializa en expulsar y soslayar! ¿A qué considera usted que obedece tanto olvido?

Juan José Guerrero – Por la tendencia de las Corrientes:

El siglo XX fue saludado con una literatura de denuncia. Particularmente, contra las grandes dictaduras de Manuel Estrada Cabrera y Jorge Ubico Castañeda. Resaltan novelas como Ombres contra Hombres de Efraín de los Ríos y El Señor Presidente de Miguel Ángel Asturias. A finales de la centuria, aparecen otras como El sueño de los justos de Francisco Pérez de Antón que toma una postura muy particular en relación a la llamada Revolución de 1871 desnudando las diferencias poco conocidas entre Justo Rufino Barrios y Miguel García Granados.

En unas más y otras menos, resaltan los intereses económicos, sociales y políticos como basa de las obras. De tal fundamento expresa el historiador Horacio Cabezas Carcache:

«Historia social del arte y la literatura es un amplio y documentado libro publicado por Arnold Hauser en 1951, en el que muestra la estrecha relación entre economía, sociedad y manifestaciones estéticas, y en el que sostiene que las artes no son autónomas, sino interdependientes con las manifestaciones económicas, políticas y sociales».

Hasta hoy, el arte de la escritura del siglo XXI no se ha salido de ese fundamento si bien, los entretejidos del pensamiento y la palabra escrita, ahora son: la literatura de la postguerra, la literatura de la sexualidad y la literatura de la insumisión.

La primera está en el inicio de su apogeo. La guerra interna recién culminó en Guatemala. La segunda es una expresión de liberación que se mantendrá en tanto nuestra sociedad siga siendo como es: de secretos a voces. Y la tercera vino para quedarse por mucho tiempo. En tanto la mujer y el hombre de hoy no alcancen su plenitud, habrá insumisión. La falta de libertad provoca un constante rechazo a la integración a una sociedad fatua y de luces, de inequidad, donde el consumismo está enraizado para enceguecer a la persona y minimizar así su percepción de la exclusión en que vive.

Desafortunadamente, esas corrientes en ningún momento consideraron a la niñez, la adolescencia y la juventud.

JLPO – Grandes autores como Vargas Llosa definen a la novela como “un testimonio cifrado” que “constituye una representación del mundo, pero de un mundo al que el novelista ha añadido alguna cosa: su resentimiento, su nostalgia, su crítica”. Lawrence Durrell indica que “la misión de una novela es hablar, no dar conferencias”. Kundera sintetiza: “la novela es conocimiento”. El sobrevalorado y eterno candidato al Nobel, Haruki Murakami, señala que “escribir una novela es enfrentarse a escarpadas montañas y escalar paredes de roca para, tras una larga y encarnizada lucha, alcanzar la cima. Superarse a uno mismo o perder: no hay más opciones”. ¿Cuáles son sus ideas al respecto?

JJG – Creo, cada escritor tiene su propia definición y su propio concepto de novela. He allí la diferencia entre un especialista en literatura y un escritor sin perjuicio de que una persona pueda desenvolverse en los dos tablados. El literato que proviene de la academia tiene que ceñirse a normas, conceptos y definiciones que se dictan desde la cátedra acerca de qué es aquello o lo otro. El escritor no, aunque debe respetar un mínimo de reglas.

Leyendo las definiciones de los egregios autores por usted mencionados, todos tienen razón. Unos muy metafóricos, otros realistas, pero todos tienen razón. En mi caso, la novela es testimonio. Y ese testimonio va acompañado de la denuncia y el anuncio. Procuro sí, que el personaje o los personajes no sean simples artilugios para servir de vehículos a una idea como bien reseña Leonel Alfonso Juracán Lemus en el prólogo de mi libro Pócimas y sacramentos. Cosas de curas, médicos y otros cuentos. Leonel dice: “Un personaje no es solamente una invención literaria, ni un simple artilugio para servir de vehículo a una idea. Más que eso, un personaje es el punto en torno al cual gira un mito, y como tal, tiene una existencia más extensa y certera que la vida humana. El personaje mítico tiene una existencia más certera, porque todo cuanto haga está justificado (tanto por la reflexión en la vida real, como por el mito en el cual se integra); y es más extensa, puesto que nunca dejará de repetirse, ejecutando siempre la misma acción, sin caer en ello por la monotonía”.

Yo siempre trato de que mis personajes sean míticos o se conviertan en mitos. Me inspiro, y lo digo sin intención de petulancia, en una receta para perdurar de Ambroise Paré, el Cirujano Principal de la Corte de Francia a mitad del siglo XVI: “Libertad y erudición”. Así, procuro que mis personajes tengan esa connotación: Libertad y erudición, que no se vuelvan aburridos y despierten interés por el momento que viene en la novela aunque ese momento no llegue.

Dejo claro que no estoy reñido con los estereotipos literarios de la novelística ni la cuentística actual.  Valoro en todo lo que vale el feminismo, que en su lucha buscando el trato igual en la educación, trabajo, matrimonio y relaciones sexuales, armonizó en tiempo con el apogeo del estructuralismo y postestructuralismo, fecundando así una sucesión de teóricas que investigan las raíces de la explotación de la mujer tanto en las sociedades primitivas antiguas como en las capitalistas actuales. Asimismo, justiprecio el neorrealismo que casi antagónico al ruralismo y al criollismo, rehúye la fantasía del cosmopolitanismo, ya que sus personajes desheredados, infantes y muchachos revelan y descubren al mundo los suburbios mugrientos y nauseabundos de las grandes urbes. Y por qué no decirlo, añoro el romanticismo (y dispense tanto ismo).  Mis obras no tienen más objetivos que la denuncia pero con anuncio. La contraposición de lo bueno a lo malo. No trato de ser profeta de calamidades. Y siempre procuro que mis escritos estén inmersos en un contexto de esperanza.

JLPO – A las primeras de cambio, en el prólogo, avisa usted que “El objetivo principal de esta novela es denunciar el deterioro ecológico de nuestro planeta y también anunciar diligencias que, sin lugar a dudas, pueden evitar su caos. Su tipología la sitúa en el género fantástico y, alejándose del cometido de la novela contemporánea, pretende inaugurar la ruta de un nuevo subgénero: el de la novela ecológica”. Más tardó usted en expresar esos nobles objetivos, que parvadas de autores capitalinos en señalar que esto, por parte suya, es demasiado pretencioso. ¿Qué le parece esa incredulidad urbanita?

JJG – Inicio la respuesta con una sonrisa respetuosa, no de burla. Es que, lo había previsto. Me ha sucedido otras veces. Tengo publicado un cuento que se llama El renacer de la esperanza. En el escrito me dibujo como el cirujano de una profesora que me condujo en los tres primeros grados de la escuela primaria. El protagonista se llama Carlos Solana. Hay dos párrafos que dicen:

“Carlos Solana había sido muy inquieto desde niño. Nunca pudo dominar su deseo de ser el primero en todo. En sus ratos de descanso, pocos por cierto, recordaba con agrado y nostalgia a la maestra de grado que le enseñó a leer y escribir. Lo había acompañado también en sus tres primeros grados de primaria y a falta de poder convencerlo para que fuese menos impulsivo decidió orientar con el cuidado de una madre dicha inquietud. Recordaba aún el día que lo hizo escribir en griego, cien planas de la oración medular del Eclesiastés: Mataiotes, mataioteton, kai panta mataiotes… (Vanidad de vanidades, todo es vanidad…)

No pudo convencerla que su ímpetu no era vanidad, menos cuando presentó las cien planas dos horas después de haberle sido impuesta la tarea. Y su inquietud lo llevó muy lejos, desde su sencilla casa y su bucólico pueblo, primero a la universidad y después de terminados sus estudios en medicina, al postgrado en cirugía…”

Así que, como respuesta concreta, creo, esa incredulidad tiene su basa en dos condiciones: Una, mi personalidad, que no es de soberbia. Solamente trato de hacer alguna diferencia. De patojo aprendí a recrearme nadando en ríos caudalosos; columpiándome en los guayabales y en los aguacatales; observando detenidamente cada rendija, piedra, escalinata y archivos de la Catedral de Santo Domingo de Guzmán y otros contextos a los cuales no tiene acceso el patojo capitalino como –paradójicamente– aprender latín y griego en un pueblo donde nadie imaginaría, podrían aprenderse lenguas muertas. De cierta manera, esos entornos moldearon mi carácter y lo reflejo en lo que escribo. El otro, atinente a que mis escritos sí se distancian del cometido de la novela contemporánea. Como dije antes, la literatura de la postguerra, la literatura de la sexualidad y la literatura de la insumisión son los entretejidos de los escritores contemporáneos. Trato de buscar nuevos derroteros.

En la contraportada de mi ensayo La canción protesta latinoamericana y la Teología de la Liberación. Estudio de género musical y análisis de vínculo sociopolítico y religioso (años 1968-2000) la Editorial Monte Ávila reseñó: “Es una obra excepcional en el panorama ensayístico contemporáneo del continente. En estas páginas no sólo se hace un estudio de dos fenómenos socioculturales, religiosos y políticos de gran repercusión para toda una comunidad internacional; también se establece la histórica influencia recíproca de estas manifestaciones, que tuvieron eventos emblemáticos en el Concilio Vaticano II de la Iglesia católica (Roma, 1959-1965) y en el primr Encuentro Internacional de la Canción Protesta (La Habana, 1967)”. Y, luego la crítica venezolana indicó que se abría un nuevo derrotero de investigación para la ensayística. Fue totalmente cierto. Después vinieron otros autores a tratar acerca del tema.

Un ensayista venezolano me dijo: “¿A quién diablos se le iba a ocurrir vincular la canción protesta con una corriente teológica?” y luego me comentó: “Eso ha de haber hecho la diferencia para el Jurado”.

JLPO – Al final del prólogo usa usted una frase del doctor John Billings que retoma unas veinte páginas adelante en un diálogo entre el padre Bartolomé y Luciano: “Dios siempre perdona; el hombre a veces perdona; pero la naturaleza nunca perdona”.

JJG – Cierto. Y como aclaré en el conversatorio en la Casa de la Cultura de Quetzaltenango, aún no tenemos claridad quienes nos desenvolvemos en las ciencias médicas sobre la autoría de la frase. La utilizaba mucho el doctor Billings. La uso, la tomo y la retomo porque es absolutamente cierto. Mire usted la respuesta que la naturaleza ha dado al mal uso de antibióticos: resistencia. Y muchas veces resistencia cruzada. También, la respuesta que la naturaleza ha dado al indiscriminado uso y abuso de las operaciones para esterilizaciones en los seres humanos. Y en orden a la ecología, el cambio climático como respuesta a la deforestación desmedida. Sí, la naturaleza nunca perdona. Creo, los seres humanos estamos cavando nuestra propia tumba.

JLPO – Es evidente que la magia y la ciencia forman parte de las atmósferas diurnas y nocturnas de La noche del escarabajo. En el primer párrafo se habla de “un severo choque anafiláctico” y en el quinto un anciano le dice a un estudiante de medicina: “La avispa es tu nahual”. ¿Le han tocado a usted ambas atmóferas o habla por referencias de otros? ¿Cree usted que de veras “cada ser humano, al nacer, trae consigo el espíritu de un animal que lo cuida y orienta”? ¿Es el nahual de lo peorcito de la especie humana una rata o una serpiente?

JJG – Yo cursé mis estudios de Primaria en una escuela práctica donde también teníamos que aprender sastrería, carpintería, herrería o zapatería. Mis compañeros eran 99% de origen maya q’eqchi’. Otra diferencia con el patojo capitalino. Y beber de las fuentes –que no la fuente– de las cosmovisiones mayas, es invaluable. Allí aprendí del nahual. Casi a la par, supe del Ángel de la Guarda en mis lecciones de catequesis. Y en una ocasión, con un amigo sacerdote católico, de origen q’eqchi’, llegamos a la conclusión de que era prácticamente el mismo influjo. Por supuesto, no digo el nombre de mi amigo porque aún, en esta segunda década del siglo XXI, lo podrían sofreír algunos estamentos tradicionalistas en la Iglesia (risa irónica).

Creo sí que algo o alguien nos cuida. Y creo lo que expreso en labios de Sebastián Aj Pop Jolomná, que lo aprendí de un Aj Kamolbé maya q’eqchi’?: “Dios siempre se ha manifestado a los hombres, a todas las civilizaciones y culturas, en todos los tiempos. A nosotros como Tzultaká en nuestra perspectiva del universo”.

JLPO – ¿Qué misterios resguarda un título como el del apartado 1: “Del maestral al maestril”?

JJG – Arcanos, arcanos de la tradición oral maya q’eqchi’ a los cuales se puede tener acceso solamente cuando uno ha sido aceptado por el grupo.

JLPO – “Para llegar a ser un buen médico”, ¿basta con “estudiar la teoría, vestirse de blanco y observar casos clínicos”?

JJG – Noooo, como explico en la novela en labios del estudiante de medicina: Mucha aplicación, mucha práctica, mucho estudio, menos presunción, más apertura a la otredad, a la alteridad, a la búsqueda y el encuentro del otro y de los otros, incluidos “los otros conocimientos”. Porque, como decía mi maestro de Cirugía Pediátrica, el doctor Eduardo Lizarralde Arrillaga: “El que solo medicina sabe, ni medicina sabe”.

JLPO – Una enfermera aconseja al citado estudiante de medicina “Ojo de venado, manos de señorita y corazón de león”. ¿Tiene aún alguna utilidad un consejo como ése en un siglo tan depredador como el XXI?

JJG – Muy particularmente para este siglo. El consejo en la novela está en labios de una enfermera de pueblo. En la realidad, nos lo inspiraba a diario el doctor Lizarralde (anteriormente citado). Y siempre terminaba con el chiste y la ironía: “Porque muchos tienen manos de león, corazón de señorita y todo por el venado”. Se refería a la pulcritud, práctica, finura, observación y otros muchos atributos que debía ejercitar a diario el cirujano anteponiéndolos a ciertas anti virtudes como el alcoholismo.

JLPO – Tanto en las páginas iniciales de su novela como en las últimas, es insistente la expresión: “¡Retún, retún! ¡Retún, retún!” ¿Hay ecos de las resonancias asturianas en estas líneas?

JJG – Sí. Mire, la familia Asturias Rosales llegó a residir a la casa que actualmente se localiza en el Barrio El Centro, 8ª. Av. 6-70, de la zona 1, de Salamá, Baja Verapaz. Es conocida en la actualidad como la Casa del Pretil. Se debe a la forma de construcción de su banqueta. La edificación actual es remodelada pero el pretil aún circunvala todo el predio. Por su disposición, sirvió para altar de calle en las estaciones de las procesiones de Corpus Christi y Semana Santa; de tal manera, Miguel Ángel Asturias entre los cinco y diez años (lapso que vivió en Salamá) tuvo la vivencia de la tradición y la piedad popular tan arraigada en estas poblaciones. Pero hubo algo más: su vivencia de los retumbos de los cerros. Y esta no la experimentó en Salamá sino cuando su familia, visitaba la casa de mi abuela materna en Cobán. Era común que las familias “se visitaran”, particularmente cerca de Navidad. Me refiero a pernoctar hasta por ocho días. Para esa época, condición y situación que extrañamente se ha recuperado ahora, se escuchaban retumbos en junio y en noviembre-diciembre que provenían del Cerro Xucaneb, uno de los cerros sagrados a los que hago alusión en mis novelas. Por la disposición geográfica y material de construcción de la casa, era toda una caja de resonancia. Y yo escuché muchas veces, en mi infancia, los mismos retumbos. Luego, entre los años 80 y 90 del siglo pasado “desaparecieron”. Ahora, de nuevo se oyen. Y se perciben así: ¡Retún retún! Miguel Ángel Asturias los describe como ¡Retuntun, retuntun! Creo, cuestión de percepción auditiva. En resumen, esos retumbos los escuchó Asturias y los escuchamos los altaverapacenses. Nada especial si se respiran los aires de la postmodernidad. Muy exclusivos en una apreciación desde la cosmovisión maya.

JLPO – Cuando usted escribe: “como todo indígena perteneciente a la cultura maya-kekchí, rechazaba tajantemente lo artificial y químico. De noble raigambre maya, personificaba al sabio que encarna todo el conocimiento que provee la observación naturalística y la sabiduría que la tradición oral de su pueblo volcaba en el torrente de sus años”, ¿no hay en esas líneas cierta idealización de algo que sin duda existió pero que hace mucho está extinto?

JJG – No. Yo creo, en recuperación. Estamos ponderando ahora los productos orgánicos. Particularmente en los cultivos de té y café. En ello, ha tenido mucho que ver la corriente ecologista de Europa. Movimientos como Precio Justo y otros que han permitido la recuperación del concepto del Koujtakfentaloyan, el cabal concepto de: Monte de café útil en los jardines productivos de Mesoamérica. Por supuesto, estos movimientos tienen sus contrapartes y sus contrapartidas. La industria agroquímica y farmacéutica es felona.

Respecto a la sabiduría y la tradición oral de los pueblos, nunca se ha perdido. Se escondió entre montañas, en los barrancos, en los siguanes, en lo alto de los cerros, pero ahora es cercana y la tenemos a diario incluso en las aulas. Nuestro Campus universitario: San Pedro Claver, S.J. de la Verapaz, de la Universidad Rafael Landívar, tiene como tarjeta de presentación la interculturalidad. De ello, podríamos llenar páginas y páginas en una sola noche.

JLPO – Sebastián Ajpop Jolomná es contundente al decir: “Es que a nosotros sí nos educan, Luciano. Lo que nos enseñan nos sirve para la vida. A ustedes los mestizos, pocas cosas útiles les instruyen en la escuela. Lo palpo con mis nietos, tenemos que reeducarlos nosotros”. ¿Es así en la realidad o esto sólo sucede en las novelas?

JJG – No. No sucede en las novelas solamente. Allí recreo la situación. Le pongo el siguiente contexto: Los Salesianos tienen en Verapaz dos centros educativos: Don Bosco, para varones y Talita Kumi, para mujeres. Forman profesores de Primaria. Esos profesores, ya en su desempeño, en sus comunidades tienen un enorme éxito en la educación que imparten. Pero, ¿qué tipo de educación? Veamos: Hemos de entender Educación, como la manera en que los pueblos preparan a la niñez y la juventud para enfrentar la vida. Esta concepción se encuentra en trayecto de choque con la definición que la llamada educación formal da respecto del mismo término. Para mejor comprensión ejemplifico la situación con el fenómeno Talita Kumi. Éste es un proyecto de desarrollo para la mujer indígena q’eqchi’, está mediatizado por salesianos que han logrado inculturarse en la región y tiene características muy especiales. Entre ellas, el tipo de educación en sus escuelas. Una escuela Talita Kumi (Talita Kumi significa en arameo: ¡Niña, levántate…!) tiene el siguiente horario: por la mañana, se atiende todo lo que el ministerio de educación exige en cuanto a educación formal; por la tarde, se provee todo aquel conocimiento ancestral, popular o necesario para que, desde su ser q’eqchi’, las jóvenes puedan enfrentar la vida con dignidad y éxito; por la noche, se atiende la escuela de padres de familia, donde se socializan los conocimientos de las hijas, no sólo para sintonizar a los progenitores con los conocimientos que sus hijas están adquiriendo, sino para tecnificar los conocimientos populares en orden a los tiempos que se viven. El perfil de egreso, al terminar el ciclo de educación básica (15–17 años), es una joven q’eqchi’ que ha reforzado su idioma con una excelente gramática, con un dominio adecuado del idioma español, en capacidad para ingresar a cualquier tipo de bachillerato, y que no dejó de lado su identidad, costumbres y tradiciones. Ideales estos (la conservación de sus valores) por los que luchó Bartolomé de las Casas quinientos años atrás.

Recuerde que Facundo Cabral decía “Mi educación iba muy bien hasta que me metieron a la escuela”.

JLPO – En la página 89 de la edición que la Comisión Permanente de los Juegos Florales Hispanoamericanos hizo de su novela, se habla de trece cerros sagrados en Alta Verapaz, de Isaac y el cerro de Moriah, Moisés y el Monte Sinaí, de Jesucristo y Dios en el Huerto de los Olivos, en el cerro de Getsemaní. ¿Quisiera profundizar en esto?

JJG – Bastante sencillo. Tanto en el cristianismo como en las cosmovisiones mayas, la presencia de Dios –sentida y vivida– siempre ha sido en los cerros y los montes. Es una constante que estudian los teólogos actuales.

JLPO – ¿Por qué si el nombre de Cobán es Santo Domingo de Cobán, todo el mundo habla de Cobán? Ese afán nacional por amputar los nombres completos, ¿es puritita pereza (como la también expresada en mutilaciones como “Chimal, Pana, Xela, Huehue, Por fa”) o es una clara vocación por el asesinato incluso semántico?

JJG – En el caso de Cobán no hay pereza sino un interés avieso. Bartolomé de las Casas ha sido enfocado desde una leyenda negra y otra rosada. En este caso en particular, ha preponderado la leyenda negra. De esos orígenes deviene el horrible kiosco que construyeron frente a la Catedral edificada en 1566 por Fray Francisco de Viana. ¿Qué objetivo tenía esa especie de portaviandas ante una edificación del siglo XVI? Todos, todos los pueblos fundados entre 1540 y 1550 en Tezulutlán llevan el nombre del santo patrono: Santa María Tactíc, San Agustín Lanquín, San Pedro Carchá, San Juan Chamelco… Pero no, Cobán debía quedar solamente como Cobán. En ello, influyó mucho la masonería decimonónica. Y para terminar de amolar, lo que usted define como el asesinato semántico actual.

JLPO – Al afirmar el padre Casaús que “los dominicos somos un solo cuerpo en el tiempo y la historia”, ¿hace poesía o da un hecho real?

JJG – Vista la filosofía y el actuar de los dominicos postconciliares (CVII), creo que no. No es poesía. Es un hecho real. Baste visitar el Centro Ak Kután “Fray Bartolomé de las Casas” en la carretera que va de Cobán a San Juan Chamelco para darse cuenta de que son un solo cuerpo en el tiempo y la historia.

JLPO – En la página 99 “A Paloma sólo le interesa saber cuánto vamos a ganar, cuándo empezará la finca a generar dinero, si vale la pena o no el esfuerzo. En fin, todo lo económico”. En la página 117, Paloma arremete: “¿Conciencia social? ¿Manto freático? ¿Corrientes subterráneas? ¡¿Qué diablos fuiste a aprender en tu maestría?! ¡Viajar y estudiar tanto para regresar hablando babosadas!” ¿No está (lo que queda de Guatemala) infestado por personajes siniestros como Paloma y cada vez más huérfano de seres conscientes como Gabriel?

JJG – Sí, y contra ello luchamos. Ahora, desde la academia incluso. Este mes se anunciará la Maestría en Agroforestería que se servirá en el Campus San Pedro Claver, S.J. de la Verapaz de la URL con una connotación internacional. La titulación será conjuntamente con la Universidad de Chapingo. De allá vendrán los profesores. Intentamos retrotraer a personajes como Gabriel y responder a las necesidades de la región.

JLPO – El capítulo 4, “Luciano Pendragón”, y el capítulo 12, “La transformación ¿están inspirados, respectivamente, en Alicia en el País de las Maravillas, en La metamorfosisEn los viajes de Gulliver?

JJG – No. Están inspirados en la cosmovisión maya q’eqchi’ contrapuesta a lo químico y artificial; y, en los efectos adversos que pueden provocar los organoclorados y organofosforados que se utilizan a diestra y siniestra en las plantaciones actuales.

JLPO – En la página 104, Escarabajo Penthom es rotundo al señalar: “Unos a otros se rotulan como terroristas y la verdad es que todos lo son, no han sabido vivir con dignidad (…) el hombre se autodestruirá pero nosotros sobreviviremos, y hay de quedar memoria histórica para que no vuelva a sucedernos algo similar en otro ciclo de la vida. Su destrucción será a través de la energía esencial mal tratada, accidental o premeditadamente”. ¿Exagera Escarabajo Penthom o se queda corto ante las proporciones de la catástrofe planetaria?

JJG – Se queda corto. Muy corto.

JLPO – “Volar entre los boscajes nublados de Alta Verapaz siempre ha sido arriesgado, pero el peligro se vuelve superlativo cuando sacrifican combustible para cargar más sacos de cardamomo” se dice en la página 111. ¿Es así o son líneas escritas para añadir tensión a la trama?

JJG – Así era en los años ochenta y principios de los noventa del siglo pasado. Yo volé muchas veces en esas condiciones de boscajes nublados. Fui cirujano del Hospital Regional de Cobán durante el conflicto armado interno y no pocas veces, entre diez o quince, tuve que volar en ese tipo de avionetas hacia la ciudad capital llevando pacientes postoperados porque no teníamos ventiladores de presión positiva. En una ocasión, a la avioneta se le acabó el combustible sobre Chinautla y aterrizamos “a saltos” en el aeropuerto La Aurora. Juré no volar más en esas condiciones. Tres semanas después iba de vuelta con otro paciente.

JLPO – Páginas después, Escarabajo Penthom exclama “¡Ah, cadena interminable de errores humanos!” ¿Reconfirma esta línea que, como reza la frase célebre de Carlos Humberto López Barrios, “Dios es más imaginación que conocimiento”?

JJG – No. Se refiere al uso inadecuado del discernimiento o al no uso del discernimiento. Mire usted lo que está sucediendo con el Ébola. ¿A quién jocotes se le ocurrió, entre los científicos del Primer Mundo, traer a sus pacientes a América? ¿Acaso no tenían la suficiente capacidad para transportar productos tecnológicos, personal y hospitales para tratarlos in situ? No son más que cadenas interminables de errores humanos. Ya no cadena sino cadenas.

JLPO – ¿En qué radica “el horror de los herbicidas” mencionado en la página 125?

JJG – En el efecto primario generalizado para los insectos y los efectos secundarios para los humanos.

JLPO – En la página 130, Paloma reflexiona “en la felicidad de aquellos lustrabotas que sin tener algo material en qué basar su alegría, reían y disfrutaban la tarde respirando libertad a lo largo y ancho del parque de Cobán”. Estas líneas remiten a esas inefables encuestas mundiales que, por lo menos dos veces, han catalogado a Guatemala entre los países más felices del planeta. ¿Hay aquí buenos deseos o neuronas aniquiladas por ausencia de un mínimo punto de realidad?

JJG – Lo segundo. Neuronas aniquiladas. En mi ensayo La canción protesta y la Teología de la Liberación… cito a Carlos Romero, un transportista quien, luego de oír y meditar Casas de Cartón me dijo: “Viví desde niño mirando la miseria y las casas de cartón en Centroamérica como algo normal. Las comparaba con los nacimientos de navidad. No imaginé lo que eso significaba, ni mi responsabilidad en su origen y en su solución”.

JLPO – El padre Bartolomé Casaús advierte que “poder, tener y placer, a costa de lo que sea, de todo y de todos” son los “tres ídolos actuales”. ¿No son también las tres consignas permanentes de los diputados y de los partidos políticos que desde hace décadas se vienen dedicando a la demolición de los saldos de Guatemala?

JJG – Sí. Aunque, esos ídolos actuales fueron reseñados así por la Teología de la Liberación como una traducción del Concilio Vaticano II para América Latina.

JLPO – “Hacer el bien, sanar, curar” ¿es “característico” del curandero? “Hacer el mal, enfermar o matar” ¿es “lo propio” del brujo? ¿De veras todavía hay brujos o ya sólo quedan administradores de megapacas espirituales?

JJG – Los hay. En la montaña los hay. Y son muy diferentes a esos administradores de megapacas espirituales que ya las hay en las poblaciones grandes del interior de Guatemala.

JLPO – A estas alturas de la debacle mundial, ¿aún es posible “producir conservando y conservar produciendo”?

JJG – Cuando venga a visitarnos a Cobán lo llevaré a varios sitios donde lo están logrando.

JLPO – En la página 150, Gabriel afirma que en castellano “la palabra es representación verbal del pensamiento preciso y la escritura imagen de la palabra”, mientras que “en náhuatl y maya la palabra muchas veces representa grandes conceptos”. ¿Nos está diciendo Gabriel que en estos idiomas también hay “filosofía y cosmovisión”?

JJG – ¡Por supuesto! ¡Cuánto me alegra que lo haya percibido! A mí me enoja mucho cuando incluso, en la Iglesia católica, confunden teología con filosofía indígena. Estos idiomas, como tales: idiomas, son muy filosóficos.

JLPO – Entre las páginas 152 y 153, el Xetón dice a su alumno: “No es bueno tener malos retratos de Dios. Cuando se tiene una mala imagen de Dios la persona se confunde, es como si tuviera una enfermedad. Las malas ideas hacen daño a la mente”. ¿Conoce usted algo que neutralice o elimine la producción de “malas ideas”?

JJG – Volver a las fuentes: de la cosmovisión, del cristianismo y de las verdaderas religiones. Retomar las filosofías (como manera de pensar) de nuestros ancestros. En cuanto pueda, le enviaré una tesis del Lic. Juan Tzoc, un Humanista q’eqchi’, que hace tal propuesta ante la postmodernidad que se nos vino como el aguacero torrencial de mayo. Es tesis premiada.

JLPO – Ante la apabullante cantidad de síntomas, ¿no debería sustituirse el nombre de Guatemala por el de “Maelstrom”?

JJG – Sin duda alguna. Y todavía queda pequeño el término.

JLPO – ¿Cómo traducir la indicación “Sé abeja maesa, no zángano”?

JJG – “Trabaja, gana más, sé rico, aprovecha a la naturaleza sin destruir a la naturaleza”.

JLPO – ¿”Con ojos de esperanza se puede ver hasta siempre”?

JJG – Lo decimos los cirujanos cuando, sin perder la fe ni la esperanza, hemos salvado una vida operando en condiciones de las cuales parecía imposible salir con el paciente vivo.

JLPO – Por último y como reza la socorrida frase “no por eso menos importante”, ¿quisiera hablarnos de su demás obra escrita? Es sabido, aunque no se ha divulgado lo suficiente, que además ha obtenido otros premios igualmente significativos y que libros suyos han sido publicados por prestigiosas editoriales sudamericanas e incluso españolas, mucho más, muchísimo más de lo que pueden decir de sí mismas muchas de las autonombradas “Glorias Nacionales Literarias Avecindadas en la Capital de la República».

  • Tierra de Misiones. Cuento. Menarini, Guatemala-España.  1993. Premio Internacional.
  • Las Rosas de Gotinga.  Cuento. Menarini, Guatemala. 1995. Premio Internacional.
  • Ecos de Montesinos.  Cuento. Menarini, Guatemala.  1998. Premio Internacional.
  • Pócimas y Sacramentos.  Cosas de curas, médicos y otros cuentos. Libro de cuento crítico. Ley-Va, Guatemala. 2005.
  • La Canción Protesta Latinoamericana y la Teología de la Liberación.  Estudio de género musical y análisis de vínculo sociopolítico y religioso.  Años 1968-2000.  Monte Ávila Editores Latinoamericana, Venezuela.  2005. Premio Internacional de Ensayo Literario.
  • De Castilla y León a Tezulutlán-Verapaz.  La sobrehumana tarea de construir un país autónomo en el Nuevo Mundo del Siglo XVI. F&G Editores, Guatemala.  2007.
  • Tohil.  Novela Histórica.  Monte Ávila Editores Latinoamericana, Venezuela. 2009.
  • La noche del Escarabajo.  Novela Ecológica.  Casa de la Cultura, Quetzaltenango.  2014. Premio Único de Novela Juegos Florales Hispanoamericanos.
  • Bartolomé de las Casas.  La Novela del Protector de los Indios.  Áltera, Madrid, España.  2014.

JJG – Estas son publicaciones atinentes a la literatura. También tengo científicas y “en utilidad”, como el Protocolo de manejo del tratamiento ofídico (mordedura de serpiente) para el norte de Guatemala, o mi tesis de postgrado en Humanidades que versa sobre la sistematización de la capacitación quirúrgica para el médico general que ejerce en el interior del país.

Tengo pendientes de publicar cuatro novelas terminadas, otra en proceso, un libro de cuentos y tres libros de poemas.

En resumen, maestro Perdomo, soy un patojo de pueblo que tuvo la suerte de vivir y crecer en un contexto de contrastes: La ruralidad y la historia a ojos vista;  un supuesto aislamiento cultural y la vivencia de nuestra multiculturalidad e incluso, el encuentro en ese entorno con lenguas muertas como el latín; mi procedencia mestiza y mi aceptación en el mundo q’eqchi’; el español con sus reglas y el q’eqchi’ con sus conceptos. En fin, una persona afortunada.

Mil gracias.