por Wellington Nelson
La impaciencia del corazón y La piedad peligrosa no son términos tan distantes entre sí. Esta novela de posguerra se ha conocido con esos dos nombres, según la traducción, y se ajustan bien a su trama. Me detuve un instante en el título y pensé: ¿por qué la piedad es peligrosa? La piedad, un sentimiento noble, surge al ver sufrimiento ajeno, pero podría tornarse en peligrosa si anteponemos las necesidades de otros, frente a las nuestras.
La otra traducción, a mi juicio, también se adecúa al contenido de la obra y aún fuera de ella, pues algunas veces existe impaciencia en relación a los sentimientos. Se sabe que los sentimientos se albergan en el cerebro, pero metafóricamente se habla del corazón al referirse a los mismos. Me pareció necesario comentar acerca del nombre de la obra, pues se la misma ha sido publicada con ambas denominaciones. La versión a comentar, en este caso, es La impaciencia del corazón.
Ya entrando en materia, puedo agregar que, ésta comparte con muchas novelas de posguerra la característica de ser poco esperanzadora respecto a la vida. Aquí se representa el caso del teniente Anton Hofmiller quien se siente atraído hacia Ilona, una hermosa joven de clase acomodada. Debido a la proximidad de uno de sus compañeros de cuartel con la familia de la chica, él recibe una invitación para cenar en su casa, la mansión Kekesfalva. Su corazón rebosa de felicidad al estar en dicha reunión, pues comen hasta la saciedad, beben vino conversan alegremente y después bailan. Nuestro personaje se desliza como un perfecto bailarín con varias de las damas presentes en el banquete, pero de pronto alcanza a ver a Edith, hija del dueño de la casa, sentada junto a dos ancianas y le parece un gesto descortés no hacer la invitación a bailar, por lo cual hace la petición. Grande fue su sorpresa, al recibir tan sólo un gesto poco amable de parte de ella, el cual se transformaría en llanto amargo, sin dirigir una sola palabra al teniente. Se entera de la causa de esa reacción por boca de Ilona quien le informa que su prima, Edith, está discapacitada a causa de un inusual padecimiento.
Así empieza una serie de visitas de Hofmiller a la mencionada mansión, en las cuales va conociendo las interioridades de la familia. Si bien, al principio, sus visitas tenían como único motivo remediar su imprudencia, él llegó a acostumbrarse a esa casa y todos sus habitantes a su presencia en ella. A raíz de su cercanía con Edith, ella se enamora perdidamente. Cuando él se entera de esto, por piedad, finge aceptar su amor e incluso llega a comprometerse sentimentalmente con ella, pero de forma un tanto secreta. Entre los anhelos de la jovencita por recuperarse de su enfermedad y la constante presencia de Hofmiller en su casa, estalla la guerra. Dicho acontecimiento se convierte en la for
ma más digna de escapar de tan penosa situación, pero a su regreso se encontró con que ella llevada por la impaciencia de su corazón, no quiso esperar ni una hora ni un día más. Fue entonces cuando él comprendió que no le servía de mucho ser ahora un héroe de guerra, pues huir de un problema no es la mejor forma de solucionarlo.