Para Natalia y Esteban,
esperando que —para vadear
tanto previsible veneno multipolar chivolimbense—,
se tornen lectores de Dorothy lo más pronto que puedan.

JL Perdomo Orellana

Para decirlo con el tono de Salinger: da igual dónde nació, cómo fue todo ese cuento de su infancia, a qué se dedicaban sus padres y demás rollos estilo David Copperfield.

Ella bebía martinis y hubieses donado Tu Alma a Quien Correspondiese con tal de tomarte uno con ella para verla decir, en la traducción del maestro Eduardo Halfon:

Me gusta tomar un martini,
dos a lo sumo,
después de tres estoy bajo la mesa,
después de cuatro estoy bajo mi anfitrión.

Ella bebía martinis.

Nunca rebasó el metro y medio de estatura, entre 1893 y 1967.

Tenía los ojos negros y…

¿De veras fue “el modelo y la inspiración de las mujeres de su época”, como dice su magnificente biógrafa Marion Meade?

¿Cómo pudo serlo, si sus contemporáneas jamás cruzaron indocumentadas la frontera del segundo martini?

Habría que preguntarle a Álvaro Mutis, experto en martinis. Habría que preguntarle a Luis Buñuel, más experto en martinis que Mutis (eso decía Buñuel).

Lo menos que le dijeron fue:
—“¡maldita hija de puta!
—¡basura roja!
—portadora de un frasco de veneno oculto entre los pliegues del encaje de la blusa
—¡niuyorkina loca!
—ignorante
—horrible criatura
—loba solitaria que no cree en la amistad
—letal
—malvada
—vengativa…”

Pero también le dijeron:
— “alegre
—bonita
—bromista
—elegante
—bien educada
—atractiva
—la mejor humorista de todo Estados Unidos
—dueña de una inteligencia rabelesiana
—la chica más lista de Nueva York
—el verbo más seductor de la indómita Mesa Redonda del Hotel Algonquin
—la mujer más codiciada de NY
—bujía
—giganta de las letras estadounidenses.”

Y sólo de ella y de nadie más fue que el estricto crítico Edmund Wilson certificó:
—“Sus ojos siempre están abiertos y la lengua preparada para la réplica… Una de las características de estos últimos años ha sido escribir imitaciones de libros. Hay obras de las que no se puede decir sinceramente si son buenos o malos libros porque en realidad no son en absoluto libros. Cuando los compras, no tienes más que papel impreso. Sin embargo, cuando compras un Dorothy Parker, tienes de verdad un libro. No es Emily Brönte o Jane Austen, pero se ha tomado el trabajo de escribir bien y ha puesto en lo que ha escrito un estado mental, una era, unos pocos momentos de experiencia humana que nadie más ha transmitido.”

A ella, que necesitaba de seis meses para escribir un cuento, le bastó una línea para definirse como “una cría espantosa que escribía poesías”.

Mujer (im)perfecta, malgastó los días durmiendo pero se perfeccionaba viviendo y bebiendo de noche.

Cuando Edmund Wilson tecleó eso de su “lengua preparada para la réplica”, es seguro que se refería a comentarios que Dottie, por su cuenta y riesgo, iba dejando por ahí, a todo volumen:
—“Sí, ella habla 18 idiomas y está claro que no sabe decir no en ninguno de los 18…
—Pareces una puta de dos dólares que en alguna época cobró cinco…
—¿Has visto alguna vez semejante mierda?…
—Por el solo hecho de existir, los ricos están obligados a pagar impuestos…
—Rasca a un actor y encontrarás de inmediato a una actriz…
—Para saber lo que Dios piensa del dinero, sólo hay que ver entre quiénes lo repartió…
—Todo amor es el amor anterior, en una versión más gris…
—El trabajo es para el ganado, y el descanso, para una almeja en su concha.”

Si escuchaba el timbre de la puerta o sonaba el teléfono, el piloto automático que había desarrollado muchísimo antes de que lo hiciera Heinrich Böll en el protagonista de Opiniones de un payaso le hacía mascullar proféticamente: “¿Qué nuevo infierno será éste?”

Hubo una temporada en la cual a la vida sólo le pidió un sitio donde cupieran sus amigos y un sombrero verde (Harpo Marx, Faulkner, H.L Mencken, Ring Lardner y Fitzgerald fueron algunos de esos amigos, ¿hay una mujer del siglo XXI, una sola entre 7 mil 700 millones de habitantes, que pueda presumir de una compañía parecida?).

Un trago de ginebra era capaz de mandarla casi comatosa a la cama, mal trago, pésimo trago, como todas las camas.

Igual que Beethoven, igual que Mozart, detestó la gimnasia y también incluyó entre sus rencores a las parejas que ingresan en los teatros tomadas de la mano con la que acaban de hurgarse subrepticiamente la nariz, la urgencia de cocinar huevos con tocino, manejar auto, oír radio, las palmeras, los higos, las ovejas, el cine y… adivinaron: ¡los niños!

Tras transitar sobre pistas ambarinas de whiskys dobles o triples creía que era San Francisco de Asís, besaba a un caballo o adoptaba perros cuya reeducación descuidaba a diario al grado de que terminaban pareciendo seres humanos.

Le parecía increíble que una desbordada mezcla de champán y whisky le causara resacas que la dejaban temblando ante la inminente aparición de una maldad amarilla corporizada en un “hombrecillo de apenas medio metro de estatura” dirigiéndose ominosamente hacia donde ella seguía temblando.

Si creen que su familia se salvó de la guillotina de su lengua, sepan que lo menos que les dijo fue:
— “estirpe tonta”.

Ella bebía martinis y con Saki hubiesen bebido más de cuatro sin necesidad de intercambiar prescindibles flujos de los que al momento siguiente sólo quedan deudas imposibles y una inmunda costra tatuada con fuego fatuo, ese parasitario fuego diseccionado magnificentemente por Vargas Vila.

Las Hermanas de la Caridad, por supuesto, tuvieron mucho que ver con su educación.

A sus compañeras de género, (pre)dispuestas a dejarse amontonar por encantadores caballeros previamente conyugicidados, les avisó:

Mujer, mujer, si conoces
a alguien muy discreto,
alguien que murmura que su esposa
es el Norte de su vida,
alguien que te asegura
que nunca fue infiel,
que nunca amó a ninguna otra…
¡Huye, mujer, huye!

También le gustó el champán y por eso le erigió este monumento:

Tres son las cosas que siempre me faltarán:
Envidia, conformismo y suficiente champán.

No encontró un solo día que le gustara para estar sobria, pero encontró muchos para trasquilar todas las máscaras:

Cuando le juras que eres suya
temblando y suspirando,
y él te declara que su pasión es
infinita, imperecedera…
Mujer, ten esto en cuenta:
Uno de los dos miente.

No se mordía la lengua para señalar a alguien como el peor polvo de su vida.

Siguiendo una de las indicaciones de Vargas Vila o dejándose llevar por sus inclinaciones naturales, persiguió a quienes la rechazaron y se desinteresó por quienes se interesaban demasiado en ella.

Mencken, el imposible de complacer incluso por su maestro Bierce, publicó varios cuentos suyos en The American Mercury y en otras clásicas revistas excluyentes.

Ella bebía martinis.

No le preocupaba que le hicieran perder el sentido. 

Le parecía fascinante el champán de los prostíbulos y aumentó la tontería intelectual y emocional del mundo escribiendo guiones para Hollywood.

Le hubiera gustado surcar los mares cual rugiente bucanero y ver ahogarse a los mendicantes.

Le hubiera gustado pavonearse mentando madres entre una tripulación de canallas.

Tras disecciones de riguroso corte literario, llegó a conclusiones capaces de eliminar toda tentación que pudiera quitarle la caspa a la vieja costumbre de perder el tiempo en psicoanálisis y terapias de dientes para afuera hoy en desuso gracias a los albañales prostibularios de Facebook y los feisbukeros, genuinos hijastros contrahechos de Onán.

Estabas perdido si te presentabas ante ella como la corrección en dos patas.
Estabas perdida si creías que te iba a ayudar en la lavada de platos posterior a tus grandilocuentes cenas.

Exceptuando a las ratas, amó o sintió compasión por todos los demás animales, incluidos los seres humanos, los animales a medias y los animales de tiempo completo.

El vértigo de no poder volverse a emborrachar, la ponía paranoica.

Detestó España pero fue radicalmente solidaria con la República Española, fue auténticamente solidaria con la República Española, no como Lillian Hellman, no como Hemingway quien de paso le dedicó una vulgaridad de poema al que tituló “A una poetisa trágica… Nada en su vida le sentó tan bien como su deseo de abandonarla”.

Estuvo en la cárcel por gritar consignas que exigían justicia para un vendedor ambulante de pescado y un zapatero, más conocidos como los anarquistas Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti.

Quizá cometió el error mortal de cumplir 74 años, pero antes, mucho antes tuvo el acierto fundacional de dejarle dicho a los que siguen abusando de la indefensión de los demás, sean éstos seres humanos o declaradamente animales:

Si tuviera una pistola reluciente
podría divertirme mucho
atravesando con balas los sesos
de la gente que me causa dolor;

O si tuviera gas venenoso,
mataría el tiempo
dejando tumbadas a unas cuantas
personas a las que no amo.

Pero no tengo ningún arma letal…

¡Así nos destroza el Destino el placer!
De modo que por allí andan aún, raudos y bien
quienes, por derecho propio, deberían estar en el infierno.

Era junio y era el miércoles 7 cuando, fiel a Mark Twain, su otro imprescindible compañero de ruta, se fue “al cielo por el clima y al infierno por la compañía”.

Su herencia, consistente en 20.448.39 dólares de aquellos tiempos, se la dejó a Martin Luther King junior.

A los demás, nos legó Libros Vivos que llevan ya casi un siglo de estar cumpliendo con esta indicación del filósofo español Rubén Caba: “Si en el camino de lo irreal encontramos alegría, serenidad o consuelo, bendita sea la fabulación”.

¡¡¡ Salud, bendita Dottie, que se vayan al carajo todos y todo… menos tus libros y tus martinis !!!

PROCEDENCIAS

Dorothy Parker, Marion Meade, traducción de Beatriz López-Buisán, Circe, España, 2000, 479 pp.

Narrativa completa, Dorothy Parker, traducciones de Jordi Fibla, Cecilia Filipetto, Carmen Fanci e Isabel Núñez, DeBOLSILLO, España, segunda edición, 2006, 635 pp.

Narrativa completa, Dorothy Parker, prólogo de Maitena, Lumen, segunda edición, 2003, 638 pp.