Hoy, mientras le decimos adiós al maestro Carlos Fuentes, nos pareció oportuno publicar la entrevista inédita que José Luis Perdomo le hizo en México hace ya algunos años.

Los farsantes, los opacos y los inseguros están de fiesta: el autor de La región más transparente y de La muerte de Artemio Cruz, entre otros libros por los cuales debieron darle el Nobel, también se ha ido y con él su autenticidad, su refulgencia y las seguridades que durante casi un siglo contrapuso a los millones que deambulan con la cerviz doblada por los humeantes saldos latinoamericanos.

Después de Carlos Monsiváis, José Saramago y Ernesto Sabato, era lo único que faltaba.

Carlos Fuentes –“obrero incesante” como se describió a sí mismo en una añeja entrevista con Eligio García Márquez— ya no seguirá torciéndose los dedos índice para escribir obras memorables a millones de años luz de lo que se pergeña hoy en los talleres de sopa instantánea. Ya no volverá a mostrar el pasaporte en el cual se lee: “Profesión: escritor, es decir, escudero de Don Quijote. Lengua: española, no lengua del imperio, sino lengua de la imaginación, del amor y de la justicia: lengua de Cervantes, lengua del Quijote”. Uno de los nómadas más veloces del mundo, que amaba y odiaba a la Ciudad de México, se detuvo precisamente allá y no volverá a abrir las puertas de su casa para, generoso como ya nadie de su calibre, explicar por ejemplo la ruta de las dedicatorias de algunas de sus obras maestras.

JL Perdomo Orellana: En la dedicatoria de Geografía de la novela dice usted: “A mi madre, en el atardecer, en la aurora”. ¿Podría compartir ese atardecer, esa aurora?

Carlos Fuentes: Sí, sí, Mi madre tiene 85 años. Se mantiene muy viva, muy enterada, muy interesada, pero tiene 85 años, ¿verdad? La gente en esa edad está entre la aurora y el atardecer… Curiosamente, una persona de esa edad y una mujer, una persona a la que uno quiere tanto, como es el caso de mi amor hacia mi madre. Siento constantemente una luz en torno de ella que podría ser de aurora y podría ser de crepúsculo, pero quizás es de las dos cosas. Quizá al final de nuestra vida reunamos la posibilidad de representar el inicio y el fin de las cosas, la posibilidad de ser luz de la mañana y luz vespertina también.

JLPO: A la sombra de El naranjo, usted dedica “Las dos orillas” a Juan Goytisolo. ¿Por qué?

CF: Porque ha sido el escritor español más preocupado por el desastre cultural de España en 1492, por la forma como en España a través de los edictos represivos de los reyes católicos, se mutiló de lo más rico que tenía, que era su herencia medieval musulmana, judía, cristiana. Entonces me pareció natural dedicarle un cuento sobre unos mayas que regresan, que llegan a Andalucía, conquistan España y deshacen la labor de los reyes católicos y vuelven mestiza a España en el continente europeo.

JLPO: A la misma sombra, ¿por qué “Los hijos del conquistador” está dedicado a José Emilio Pacheco?

CF: Pacheco escribió, para mí, una obra maestra del relato de memoria histórica, recreada desde el presente, que es Morirás lejos. Lo tuve muy presente al escribir esto, además de la gratitud y la admiración que le tengo a José Emilio.

JLPO: ¿Por qué dedicó “Las dos Numancias” a Plácido Arango?

CF: Porque lo escribí en su casa. Entre otras cosas, porque le debo mucha hospitalidad, he estado en su casa, en Valdemorillo, cerca del Escorial, escribiendo esto y sintiéndome muy cerca de Iberia, del campo ibérico, de lo que pudo haber visto Escipión, el numantino y el africano, en la conquista de Numancia. Y además porque es un gran amigo y lo quiero mucho.

JLPO: ¿Por qué dedicó “Las dos Américas” a Bárbara y Juan Tomás de Salas?

CF: Ellos, además de ser los editores de Cambio 16, son quienes imaginaron una de las más hermosas colecciones de libros sobre el descubrimiento, la conquista y la colonización europea de América, que es Historia 16 (llevan ya 50 volúmenes). Ahí vienen todos los grandes textos de los cronistas de Indias, de los descubridores. Tienen además, detalle que me gusta mucho, los grandes textos indígenas anteriores a la conquista, y vienen los primeros textos mestizos. De manera que una fantasía sobre cómo América fue no descubierta por Cristóbal Colón, me pareció justo dedicarla a los autores de esa colección de libros que tanto estimo.

JLPO: A la sombra de otros libros suyos, ¿por qué dedicó Aura a Manolo y Tere Barbachano?

CF: Escribí ese cuento en un momento en que trabajaba con Manolo Barbachano, estábamos muy cerca y fuimos justos al festival de Locarno, en Suiza, y al regreso nos detuvimos en París, y yo escribí Aura en una semana o diez días. Recuerdo mucho que estaba con Manolo y hablábamos, nos separábamos, hacíamos nuestra vida en París, y yo me la pasaba en un café, sentado, escribiendo Aura, o viendo la película de Ishikawa La luna vaga después de la lluvia, que fue una película que me llevó hacia el tema de Aura. Por ese motivo está dedicado a Manolo y a Tere.

JLPO: ¿Por qué dedica Cumpleaños a Shirley MacLaine?

CF: Shirley es una mujer muy interesada en los problemas de la metempsicosis, de la reencarnación, de la vida después de la muerte, y este tema de Cumpleaños lo descubrí, yo creo, lo imaginé en una noche de lluvia en Nueva York en que ella y yo salíamos de un restaurante. Llovía mucho, había que brincar entre el agua y nos mojábamos los zapatos, nos reíamos, y habíamos hablado tanto de este tema que ahí hizo “click” la novelita y a mí me pareció natural dedicársela a mi amiga.

JLPO: ¿Por qué dedicó Terra Nostra a Sylvia?

CF: Es el amor de mi vida, es mi mujer, trabajo y vivo con ella. Es lo más natural. Debería dedicarle todo a ella, no sólo Terra Nostra.

JLPO: ¿Por qué dedicó Los días enmascarados a sus padres?

CF: Porque es mi primer libro, lo escribí bajo su techo, cuando yo tenía entre 20 y 23 años.

JLPO: ¿Por qué dedica Cambio de piel a Aurora y Julio Cortázar?

CF: Julio cumple diez años de muerto en 1994. El otro día comentábamos con Gabriel García Márquez, en Guadalajara, que no ha pasado un día en que no lo recordemos. Cortázar es, posiblemente, de todos los amigos que yo he tenido, el más humano, el más cálido, el más cariñoso, el más entrañable, el más tierno. Aparte de esto era un gran escritor, un hombre de gran imaginación. Y Aurora es una mujer de una espiritualidad extraordinaria. Además, Julio me corrigió la novela, me hizo ver una serie de defectos, sobre todo un final que no correspondía a la novela. Así que hay una deuda enorme hacia Julio.

JLPO: ¿Por qué dedica Todos los gatos son pardos a Inge y Arthur Miller?

CF: Porque Miller me contó una noche en Connecticut que la primera obra de teatro que él había escrito era La Conquista de México. La escribió cuando tenía 19 o 20 años. Es una obra sobre Cortés y Moctezuma, con una idea sumamente dramática y clara: el encuentro de un hombre que lo tiene todo y lo pierde todo y un hombre que no tiene nada y lo gana todo. Yo siempre pensé que Cortés no ganó nada tampoco. Los dos son víctimas de un hecho épico.

JLPO: ¿Por qué dedicó El tuerto es rey a María Casares?

CF: Ella fue la gran actriz hispanofrancesa que montó la obra originalmente en Viena, en Avignon, en París. La hizo suya, le gustó mucho el papel. Si la obra alguna vez ha funcionado, ha sido porque estaba María Casares.

JLPO: ¿Por qué dedico Las buenas conciencias a Luis Buñuel?

CF: Y también Una familia lejana, en los 80 años de Buñuel. Son dos cosas que le dediqué a este amigo extraordinario con quien, siempre que coincidíamos en México y muchasveces en París, yo pasaba por lo menos unas horas cada semana. Un ser absolutamenteextraordinario por su humor, por su ternura, por su humanidad, por su inteligencia, por su imaginación, por su conocimiento íntimo de la historia cultural del siglo, que él había atestiguado. Era una amistad muy enriquecedora. Me siento muy privilegiado de haber sido su amigo y de haber aprendido tanto de él. La última vez que nos vimos fue en su casa, en la cerrada de Félix Cuevas, era el mes de febrero y lo fui a visitar como siempre. Estaban su mujer, sus hijos, y al despedirme le dije: Bueno, Luis, regreso en el otoño y nos vemos entonces. Él me dijo: “No, yo ya no estaré aquí en el otoño, no nos veremos más, pero gracias por haber sido un buen amigo mío”. Fue la última vez que lo vi.

JLPO: ¿Por qué dedica La cabeza de la hidra a Conrad Veidt, Sidney Greenstreet, Peter Lorre y Claude Rains?

CF: Ellos son los cuatro extraordinarios actores que aparecen reunidos en la película Casa Blanca, y como se trataba de una especie de parodia de cine negro, de cine de suspenso, de cine de intriga internacional, una Casa Blanca en Coatzacoalcos, personificada por un James Bond del desarrollo, que es el personaje central, pues acudí a mi enorme fervor por el cine de Hollywood y el cine del pasado, y se la dediqué a estos cuatro ilustres actores. Es parte de la parodia de la novela.

JLPO: ¿Por dedicó Zona sagrada a Marie-José y Octavio Paz?

CF: Zona sagrada es una novela que escribí en un momento de una amistad muy intensa con Octavio y Marie-José, que acababan de casarse. Nos reunimos en Roma, cuando yo estaba escribiendo la novela y me dio tanto gusto la felicidad de Paz en ese momento, su alegría en su matrimonio, en su vida nueva, que quise hacer un homenaje mediante la dedicatoria.

JLPO: ¿Por qué dedicó La muerte de Artemio Cruz a C. Wright Mills?

CF: Mills es un hombre que mantuvo sus principios, que luchó denodadamente en contra del macarthismo, la guerra fría, la ofuscación y obsesión norteamericana que le impedía a Estados Unidos ver claramente al mundo y verse a sí mismos y ponerse en el filo de lo mismo que combatía y lo mismo que criticaba, que eran formas de represión fascistas. Mills se opuso a esto desde el primer momento. Cuando había olas de patrioterismo en los Estados Unidos que intimidaban a la gente, él no se dejó intimidar. Una vez recorrí con él el claustro de la Universidad de Columbia mientras antiguos amigos suyos, antiguos profesores, le daban la espalda porque había expresado su apoyo a la Revolución Cubana y había escrito Escucha, yanqui. Mills murió muy joven del corazón. Yo creo que su corazón se quebró porque su integridad académica no fue reconocida, fue menospreciada, fue traicionada por el mundo académico norteamericano…
Usted se olvidó de mi primera dedicatoria, la que aparece en La región más transparente, que está dedicada a mi primera mujer, Rita Macedo, una mujer extraordinaria. No quiero olvidarlo, porque marca una etapa muy hermosa y muy plena de mi vida. Además, hay las novelas y los libros dedicados a mis hijos: a Cecilia, que es mi hija con Rita, y a Carlos y a Natasha, que son mis hijos con Sylvia… Son seres a los que se quiere tanto que… ¿qué añade uno, verdad?