El martes recién pasado (11 de noviembre), Adolfo Méndez Vides, en su rincón semanal que él titula «Viaje al centro de los libros», en ElPeriódico, tuvo la gentileza de escribir acerca de su reciente visita a las nuevas instalaciones de la librería SOPHOS, a la vez que trae a la memoria aquellas primeras visitas a la primera SOPHOS, que quisimos tanto.

Además de agradecerle a Adolfo la decisión de dedicarnos esas líneas, tan leídas en papel y en pantalla, pasamos a pedírselas prestadas, para reproducirlas acá:

Sophos

La librería Sophos debe sus diez años de éxito, comprobado con su reciente traslado a nueva casa, a ser el punto de encuentro de la gente que ama los libros.

Por: Méndez Vides / Viaje al centro de los libro

La librería Sophos debe sus diez años de éxito, comprobado con su reciente traslado a nueva casa, a ser el punto de encuentro de la gente que ama los libros. Desde la primera vez que ingresé a su vieja sala frente a la avenida Reforma sentí la libertad de poder deambular entre las mesas sin sacudirme a los clásicos vendedores que usualmente nos acosan con el ¿puedo ayudarle? ¿Qué desea? En Sophos hay asistentes de venta auxiliando a quienes así lo demanden, pero no molestan a quienes estamos disfrutando la búsqueda sin nada en mente, porque vamos de un lado al otro viendo, leyendo contraportadas, hojeando novedades, hasta que damos con la obra desconocida que nos estaba haciendo falta. La librería principió con un inventario limitado, que fue creciendo con el tiempo hasta constituir un fondo significativo, pero desde sus inicios brindó el servicio de encargos, porque se pide algo especial y en pocas semanas nos avisan que ha llegado. Es una librería donde se recuperó el permiso total para tocar, ver y hojear, para permanecer sin comprar nada, porque se puede conversar, tomar un café, refaccionar y nadie te apresura. Es como una casa donde se puede estar en confianza. Será por eso que pronto se convirtió en el punto de encuentro para saludar a los amigos, para realizar una entrevista, para descansar, para hacer una pausa en medio del ajetreo cotidiano. Se llega a Sophos buscando ambiente, porque en la sala y las mesas hay siempre otras personas con intereses comunes, conocidos o desconocidos, y uno se siente menos solo. Estamos en Guatemala pero hay un lugar donde se puede estar como en cualquier parte del mundo civilizado, entre libros y pensamientos, dialogando.

La librería se movió de casa tras diez años, y ahora ocupa un espacio mucho más grande y menos ruidoso, con sus terrazas de cafetería y una sala cerrada, de vidrio, entre la red de anaqueles, donde se están realizando a diario presentaciones de nuevas obras, actividades para niños, así como talleres de creación literaria para adultos. Llegué la semana pasada a conocer las nuevas instalaciones, en medio del bullicio y la polvareda de una obra física a medias, con el parqueo en obra, preocupado por lo que los libros pudieran estar sufriendo en medio de los últimos trabajos en la aún sin estrenar Plaza Fontabella, pero al llegar al rincón de la librería sentí que nuevamente podía palpar la tranquilidad. Los libros, la misma gente de siempre y el buen ambiente estaban allí, con más espacio para distraernos y buscar entre las novedades y el fondo. En Sophos hasta se nos olvida que el país se está hundiendo, que la política es un mercado, y se respira el aire de las librerías de Caracas o de la Ciudad de México, o del más cercano San José, en el reino latinoamericano de la fantasía y la cultura.