«Me refiero al número de libros existentes en cada hogar. A este respecto cabe señalar que el 7% de los alumnos viven en hogares donde hay menos de 10 libros. Estos alcanzan una puntuación media de 407. Pero esta cifra sube hasta los 542 puntos en los hogares con más de 500 libros (9%). Pero es que esta diferencia de 135 puntos ¡es la más elevada de todas las constatadas en el Informe atribuibles al contexto socioeconómico!» Nos llega, de Bibliodiversidad, vía el futuro del libro, esta invitación a reflexionar. Se las traslado, tal cual, con la gráfica acompañante, que muestra una curva realmente elocuente: a más libros en casa, mejores resultados escolares.

Sin duda da para cortar mucha tela y cualquier estadístico dirá que no hay que apresurarse a sacar relaciones de causa-efecto (después de todo, no es muy difícil pensar que tanto el rendimiento escolar como la presencia de bibliotecas nutridas en un hogar se ven muy favorecidos por una holgura económica).

Sin embargo, sí que puedo pensar en mil ejemplos concretos de gente que conozco (y otra que no, como Sartre) que se convirtió en lectora por ósmosis. A fuerza de ver libros en casa, y de toparse con ellos en cada tarde de aburrimiento, termina uno enganchándose con alguno, poco importa con cual, e inadvertidamente cayendo en esa bella trampa sin salida que es la adicción a la lectura.

Por supuesto que yo hubiera escogido cada vez y siempre prender la tele en lugar de hojear algún tomo de «el tesoro de la juventud», pero como no siempre me daban a escoger… Se va uno metiendo así, a la fuerza, en esos vertiginosos mares de letras.

De tiempo en tiempo, logra uno asirse a una boya: un cuentito corto, una fábula, alguna ilustración particularmente cautivadora. Y es ahí, en esos cortos momentos de seguridad, en los que el lector le va naciendo a uno dentro.

Moraleja forzada y receta tendenciosa:

No ponga a sus hijos a hacer más tareas, ni a repasar más veces las lecciones. Ponga usted más libros en casa (y no necesariamente pensados para ellos), y provoque oportunidades para aburrirse (deje, por ejemplo, de pagar la factura de la electricidad o guarde el televisor bajo llave durante las tardes).

Nos vemos en 10 años y volvemos a conversar, ¿de acuerdo?