hotel nomadaVía Apostillas Literarias leemos Hotel dulce Hotel, de Eduardo Berti, un recorrido por la larga y frúctifera relación entre hoteles y literatura. Los hoteles (aquellos que todavía no son no lugares a lo Marc Augé, a diferencia de muchos que se parecen hoy más al McDonald’s de la esquina o a cualquier aeropuerto), han sido siempre cuna de las más inverosímiles situaciones, cosa que la literatura no desperdicia y hogar de los más famosos escritores.

A la lista de Berti, que Magda Díaz Morales alarga con un par, me gustaría agregar, por ejemplo, el Montreux Palace Hotel, residencia por años de Nabokov, o la ciudad-hotel que es Las Vegas y a la que Hunter S. Thomson hace justicia en Miedo y asco en Las Vegas. ¿Qué decir de la venta en la que tantas aventuras pasó Don Quijote, quien la tomó por un castillo? No es casualidad, tampoco, que uno de los más importantes establecimientos dedicados a ofrecer talleres de creación literaria en castellano se llame Hotel Kafka.

Más cerca de casa, Eduardo Rivera hace de su trabajo como velador en un pequeño hotel en Francia el escenario de su Velador de noche, soñador de día. Oficio perfecto para un novelista, sostuvo Faulkner. Habrá que preguntarle a Eduardo si coincide.