Las cenizas de Gramsci, de Pier Paolo Pasolini

«Seamos bellos, luego desfigurémonos»

cenizas de gramsciPier Paolo Pasolini (1922- 1975) es con toda  propiedad un literato, pero aún más, es un poeta transgéneros.
Su talento le dio la posibilidad de transitar por la novela, la crónica, el ensayo y el periodismo como un creador multidimensional, perturbador y manierista. Como cineasta su trabajo es  imprescindible, un maestro del rigor histórico-crítico, un ensayista de la imagen en movimiento. Pero, de todo, es  en su obra poética donde se  concentra su sensibilidad y su pensamiento, donde logra  una vía de convergencia entre lo popular,  lo culto y lo político.
Roma

A los 22 años Pasolini publicó sus primeras poesías escritas en dialecto fruliano, en su pueblo natal, Bolonia. Su vida entonces transcurrió por una parte como maestro de secundaria y por otra como miembro del partido comunista local, hasta que  en el año 1949  aquella rutina  de  intelectual rural cambió completamente,  es acusado  de corrupción de menores y actos obscenos en lugares públicos. El escándalo de su homosexualidad hizo que lo expulsaran del partido y  lo obligó a trasladarse a Roma acompañado por su madre.
Roma era  un gueto miserable, la cittá milenaria de  donde los césares  escaparon en harapos; el campo de batalla donde  cientos de excavadoras  levantaban, con la inversión norteamericana, esa Italia de la posguerra.
pier paolo pasoliniSobra decir que fue una época muy dura para el poeta, pues vive en carne propia el desempleo, el hambre y el no-futuro que llegó con el fin del gobierno fascista de Musolini y la intervención aliada. Años muy significativos en la articulación  de su pensamiento:
Bestia vestida de hombre—niño/  arrojado solo al mundo, / con su abrigo y sus cien liras,/ heroico y ridículo me voy a trabajar,/ yo también, para vivir… Poeta es verdad,/ pero mientras heme aquí en este tren,/ cargado tristemente de empleados / como por broma, blanco de cansancio,/ heme aquí sudando mi salario,/ dignidad de mi falsa juventud,/ miseria de quienes con humildad interna /y aspereza ostentada me defiendo…” (La religión de mi tiempo, 1961 Traducción de Antonio Colinas)

En pleno auge del Neorrealismo, y con  la suerte de coincidir con las mentes más prodigiosas de ese entonces,  Visconti, Rosselini, Moravia  y, por supuesto, Fellini  —quien le daría un espacio como guionista de «Las Noches en Cabiria»—, Pasolini publica en 1954 «Mejor Juventud».
«Mejor Juventud» libro de poesía «civil» concebido desde un planteamiento cultural de resistencia que, sin caer dentro del postulado económico-político de la izquierda ortodoxa ni en el panfleto stalinista, propone a la emancipación del deseo como la única y verdadera  génesis revolucionaria, asumiendo las posibilidades libertarias de sus propias experiencias homo-eróticas : “Mira, Dilio, sobre las Acacias / llueve. Los perros se desgañitan / por la llanura verde./  Mira, nene, sobre nuestros cuerpos, /el fresco rocío/ del tiempo perdido
Esta poética lo llevaría a  cuestionar  ese llamado  «pensamiento  revolucionario», un pensamiento que, por su verticalismo, jamás podría ser algo completamente nuevo.
Tres años después, en el 57, publica un poema extenso que busca dar respuestas a sus propias interrogantes, «Las Cenizas de Gramsci«, un largo panegírico a Antonio Gramsci, tierno y tremendo, donde hace una radiografía poética del marxismo: “¡Qué vano es —en este vacío/ de la historia, en que esta resonante/ pausa en la que la vida calla—/ cada ideal. Mejor se manifiesta /la adusta y magnífica sensualidad/ casi alejandrina que todo lo minia
Una visita a la cinera Gramsci, un diálogo post-mortem con el teórico visionario que acabó sus días en las cárceles fascistas, le sirve al poeta como herramienta para descodificar ese “futuro” lleno de buenas intenciones, donde el llamado a la democracia y a la tolerancia no es más que otro enmascaramiento del fascismo más vulgar y adocenado. “Me voy, te dejo en la noche/  que tristemente desciende con dulzura / para nosotros, los vivos, con esa luz
Pasolini invita a todos los marginados políticos a desdoblarse en la imagen de Gramsci, para evitar ser anulados por un laicismo consumista que transforma a los hombres en brutos y estúpidos autómatas adoradores de fetiches. Un ideólogo no es un guardián de símbolos, es,  debe ser, un poeta:“… Es necesario/  liberarse sufriendo /y luchando, sufrir/ la historia

Cultura: poder-deseo

Para Pasolini, crear es ir en vía contraria al poder, de cualquier poder que reduzca la vida a un no-significado, es ir en vía contraría del aburguesamiento y del conformismo en general, lo que podría llamarse lo popular verdadero:
Improvisadamente el mil novecientos / cincuenta y dos pasa sobre Italia:/ solo el pueblo tiene hacia ella un sentimiento / verdadero: jamás arrancado del tiempo no le deslumbra/ la modernidad, aunque siempre el más moderno/ sea él, el pueblo, espanto en los arrabales,/ en los barrios, con juventudes siempre nuevas,/—nuevas al viejo canto— repitiendo ingenuamente/ lo que ha sido.” (El canto popular)
Su poética-política es una rectificación de la historia por medio de la cultura —entendida como fuerza, tanto para resistir como para suprimir— opuesta a la concepción burguesa de «Cultura» que usa la excusa del llamado «sentido común» para borrar toda idea original, todo deseo, toda inconformidad con el sistema, dentro de las sociedades oprimidas:

«¿Por qué esa complicidad con el viejo fascismo, y por qué esa aceptación del fascismo nuevo?
Porque hay—y ésta es la cuestión— una idea conductora sincera o insinceramente común a todos: la idea de que el peor de los males del mundo es la pobreza, y que por tanto la cultura de las clases pobres debe ser sustituida por la cultura de las clases dominantes.»
(Los jóvenes infelices, 1975)

La obra de Pasolini es  imposible de encajar dentro de los corrales del manifiesto ni del reduccionismo ideológico.
Tanto en la literatura como en el cine su poética es la de imágenes en movimiento, imágenes de carne, dispositivos que buscan eliminar las paredes del sentido y romper con los pequeños conformismos de la razón. Películas como  «Accatone»,  «El evangelio según san Mateo»  «Teorema» «Saló o 120 días en Sodoma» son notas al pie que señalan la perversión del poder, siempre buscando suprimir al individuo; en otros filmes tales como El Decamerón, Las Mil y una noches y Los cuentos de Canterbury —partes  de la llamada «Trilogía de la Vida»—, propone una visión más íntima de lo popular,  lo popular-verdadero que en los márgenes  del  deseo se convierte en la mejor definición de anarquismo.

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Se pueden seguir descubriendo cosas interlíneas en la obra de Pasolini, tan complejas y audaces como su propia vida, vida que terminaría brutalmente un 2 de noviembre de 1975, cuando fue muerto  a golpes sin que hasta el día de hoy se conozcan las causas y los autores de su asesinato. Él anticiparía  días antes ese sombrío acontecimiento,  en uno de sus últimos textos periodísticos escribió:
«El mundo me odia, pero no lo sabe«.
Javier Payeras, 2004