RETRATO DEL ARTISTA EN 1956 / LAS PERSONAS DEL VERBO

Gil de BiedmaBuscar en el recuento de los días esas palabras fundamentales. Algunas que albergaron nuestras profundas contradicciones, que restallaron sin nosotros en la luz de un amanecer nublado. La poética de una cicatriz. Ese transcurrir de calles interminables y corredores. La soledad que nos muerde la lengua. La sed. La memoria y sus correcciones. Volver en la vida y retomar las únicas palabras con significado: soledad, silencio, deseo, ¿amor?, y darse a ellas como un amanuense lento y egoísta. Tanto de ello hay en los poemas y hay tantas esquirlas de poemas en los fragmentos de algunos relatos autobiográficos, tanta desfiguración y belleza.


Retrato del artista en 1956 es un bullir final. Las memorias desterradas del poeta que registra una ansiosa búsqueda de significados. Entre un transcurrir donde friccionan cuerpos desnudos, algunos celestiales y otros sin ser más que rúbricas sobre las paredes y las sábanas, ese personaje que es Jaime Gil de Biedma habla de poesía en una desolada ciudad, Manila, donde un compulsivo fluir de erotismo y palabras se asemeja a la escritura misma. Acaso la prosa más entera y arriesgada escrita en español en el Siglo XX, que por su aparecimiento prematuro se anticipa en décadas a todas las demás aparatosas transgresiones de la España post-franquista, claro, ya en un momento cuando no hacerlo era, incluso, políticamente incorrecto. En este libro se cruza el diario, el poema, el ensayo y los dardos siempre bien dirigidos de un autentico artista.
Jaime Gil de Biedma fue un predestinado. Su hacer no estaba del lado del poeta de escritorio. Su creación, intensa, clara y subrayada por profundos enunciados, nos evoca siempre la búsqueda de algo perdido en la existencia pero visible en las palabras. Misántropo y afilado cuestiona toda la superficialidad de esa España, entre provinciana y moderna, que le tocó vivir. Su prosa no se gastó en muchas páginas, tampoco su poesía. Publicó algunos ensayos y dedicó su enorme talento a más de alguna traducción de T.S. Elliot.
Las Personas del Verbo es un recuento de poemas y una consideración autocrítica a su propio trabajo. Expulsa de esta antología todos aquellos versos que halla dignos de ser borrados de su memoria y propone al lector un libro táctil y profundo. Quizá entre las tantas secciones que caben dentro de esta “obra incompleta” se hallan huellas y vestigios que enuncian siempre esa experiencia entre hedonista y dolorosa que fue su propia vida.
(…)
Los ojos me dolían de esperar.
Pasaste.

Si apareciendo entonces
me hubieras revelado
el país verdadero en que habitabas!

Pero pasaste
como un Dios destruido.

Sola, después, de lo negro surgía
Tu mirada.

Si Jaime Gil de Biedma fuese leído a profundidad por nuevas generaciones de poetas, quizá la poesía sería algo más cercano a todos, algo menos escolástico y decorativo. Quizá una pulsión. Esa huella de honestidad inabarcable con el oficio, sin las barreras del pudor ni del exhibicionismo. Poetas que abrirían hasta la más tumefacta de las sensibilidades y la más mezquina de las inteligencias.
Este enorme autor nació en Barcelona en 1929 y murió en enero de 1990.

Javier Payeras, mayo 2007