AsfixiaDesde el análisis naturalista y misántropo de Tom Wolfe, hasta el barroquismo delicado de Jonathan Franzen, mucho tenemos aún que aprender los latinoamericanos sobre el talento y el desenfado con que se enfrentan sus cuartillas los autores norteamericanos. Entre este interesantísimo Dream Team del dolor de muelas autorreferencial: “Asfixia” de Chuck Palahniuk, es uno de los retratos más hedonistas —y pesimistas— de la sociedad contemporánea.

Las desgracias de un Lazarillo de Tormes ultramoderno: su madre, una activista radical de los sesenta que se volvió loca y vive en una clínica dependiendo de la sonda estomacal que le proporciona una enfermera ninfómana. Sus amigos, un círculo de inútiles yonquis del sexo. Su trabajo, actúa en el papel de un campesino del siglo XVIII dentro de un parque temático que prohíbe cualquier referencia al mundo actual. Para empeorar la cosa, tienen que hacer tiempos extras como actor, representando a un joven que cada noche se atraganta de comida en algún restaurante exclusivo, todo con el fin de ser salvado por ese adinerado héroe, que al sentirse su salvador, continuara apoyando su cruzada enviándole un giro mensual con el que pueda cubrir las altas cuotas del hospital donde está internada su madre.

La narración es lo suficientemente minimalista como para ser leída sin perderle detalle. Los personajes son completamente creíbles, a pesar de estar malintencionadamente distorsionados. La crítica ácida linda con los más profundos ensayos sobre la condición del individuo dentro de la sociedad global. Y los episodios más cómicos son demasiado trágicos.

Palahniuk, como pocos, declara en esta obra la ineficacia del sistema donde la escritura es un síntoma de la chochez con que se reivindica la nostalgia sesentera. Es un artista frío y misántropo, con una muy envidiable agudeza. Ha dado un libro muy famoso, y aún más (desgraciadamente) luego de ser un a película con Brad Pitt y Edward Norton: Fight Club. Actualmente se defiende del chisme mediático sobre su vida, en su casa en Portland, Oregon.

Javier Payeras, julio de 2006