Es el hombre el que nace con la muerte
Los magos del crepúsculo [y blues otra vez]
Wingston González
Guatemala: Editorial Cultura, 2005; 98 páginas.
Los magos del crepúsculo [y blues otra vez] de Wingston González resulta un libro estimulante, bajo cualquier óptica, pero en especial si se considera que representa una opera prima proveniente de un muchacho que nació en 1986. No obstante, se trata de un discurso poético de audacia y madurez, escindido en dos partes: “Los senderos espirituales del crepúsculo” y “El retorno del ángel”. Desde el título se puede inferir cierta proximidad con la música y la búsqueda mística en el ámbito secular de la literatura profana. El afán significante en la poesía de González proviene de un diestro manejo de la ironía como recurso y como epifanía, de un deslizar constante, rítmico, vertiginoso, por los múltiples niveles hermenéuticos de la enunciación, de la articulación coloquial de un discurso que resulta literario.
Con frecuencia, como en “Odios compartidos” (acaso el epicentro del discurso poético), el destilado y ponderado ejercicio semántico pareciera ser la actuación intensa, acelerada, conmovedora, de un free styling, al mejor estilo del rap y/o el reggeton.
La escritura de Wingston González tiene fuerza, energía, autenticidad. La mayoría de los versos se centran en las tribulaciones de juventud, el amor y la soledad. Algunos poemas (como “Hay un sueño” o “Persistencia”) presentan una grafía que pudo haber sido experimental hace algunas décadas pero que ahora es un recurso poético más, que en este caso González emplea con acierto y desenfado.
El libro está lleno de frases que me gustaría citar. Baste el siguiente ejemplo, en “Poema de cámara a media cuerda para Marilyn”:
estás vivo/ no hay duda
la pasión de no poderse explicar
por qué algo se allana
sin que tu sonrisa pueda abrirse
like an umbrella under the rain