Por Lorena Flores Moscoso

Angelika Schrobsdorff nació a finales de los 1920 de los locos años 20 como ella misma lo resalta en su novela Tú no eres como otras madres. Podría describirse como un texto que reconstruye la vida cotidiana y desbordantemente real de una madre. Una madre que antes fue una mujer que creció dentro de la burguesía judía de Berlín y que trata de liberarse o descubrir otro mundo fuera de la tradición judía.

Esta reconstrucción también podría tomarse como una deconstrucción de esa realidad, una resignificación a partir de deshacer analíticamente los elementos que constituyen el concepto de ser madre en un contexto europeo de inicios del siglo XX en una tradición judeo cristiana burguesa.

Ella se promete dos cosas tácitas durante el relato: vivir la vida intensamente y tener un hijo con cada hombre al que amara. Else vive sedienta de independencia y de experiencias. Una vida pareciera no alcanzarle. Pero también poco a poco aprende que todo tiene su precio y sus retos. Se cuestiona si ¿está dispuesta a pagarlo? Después de una vida acomodada, penas, alegrías llega uno de los retos más duros: el exilio que la enfrenta a una nueva e intensa realidad.

Cuando trato de describirla para mí o para otros, vuelvo una y otra vez sobre la palabra «autenticidad». Else era —en un mundo de autoengaño, de disimulo y de hipocresía— tan auténtica y elemental como sólo puede serlo una criatura de la naturaleza.
No hay ninguna vida igual a la otra aunque siempre encontramos momentos, episodios, frases, incluso personalidades con las que nos sentimos identificados o que rechazamos. Algunas nos seducen, otras nos repelen. En esta obra los personajes pueden causarnos ambos sentimientos a cada vuelta de hoja. Y a pesar de que es una novela no podemos dejar pensar de que es de alguna forma la memoria de alguien… de una mujer como nosotras, como nuestra madre o como nuestra abuela. En resumen un libro memorable. Después de leerlo nunca lo olvidaremos.