Tuve el gusto de escuchar una entrevista por la radio en ocasión del “Día del Libro”, en la que mi amigo José Castillo, gerente comercial de Sophos, la mejor librería de mi ciudad, hablaba de los libros que marcaron su vida, fue realmente interesante. Pero mejor fue comprobar que más que comentar sobre los libros en general hacía referencia a líneas específicas u oraciones que, finalmente, terminaban en frases que le habían impactado y de alguna manera forjaron sus pensamientos y sentimientos, que son las razones por las que actuamos como actuamos y hace que seamos lo que somos. En fin nuestras vidas.

Así recordé a mi entrañable amigo Fredy Capilla, quién murió a los diecinueve años, con quien dilapidábamos nuestras mesadas en discos de acetato, yo también compraba libros; él no tanto, en los discos siempre estábamos buscando una canción y en ella el verso… el verso que rondaba en nuestras cabezas por días, meses, años, algunos toda la vida. Esa línea –me decía mi amigo, esa, esa: ¿la oíste bien?- era suficiente para dar por bien pagado el disco, aunque nos quedáramos sin dinero para el resto de cosas que los estudiantes universitarios necesitábamos.

En esas canciones estaban los versos, esas líneas, esas estrofas formaron nuestras ideas, nuestros convencimientos, también vicios, prejuicios, desprecios y porque no, algunos odios. Desde Almafuerte -a quien oí por primera vez en la voz de Alberto Cortéz- a Joe Cocker, pasando por muchos autores e intérpretes me han hecho sentir pesar, alegría, rabia, pena, fortaleza, dolor, algunas veces paz. A veces río y otras lloro.

Por eso creo que si una canción, una película o una obra de teatro no le provoca algo, si no encuentra la chispa adecuada, haga lo que Borges dijo a sus lectores que no encontraban divertidos sus libros: ¡déjelo!, que se pierdan en el infinito agujero negro del olvido.

Esas frases, esas líneas, esos versos de francotirador, los encuentro con facilidad entre los poetas que cantan como Sabina, Serrat, Krahe, Aute, José Alfredo Jiménez, Manzanero, Cortéz, Cerati, Cacho Castaña, el nobel Dylan, Leonard Cohen, Freddie Mercury -solo recuerden Love of my life-, Neil Diamond y otros, la lista siempre estará inconclusa, por olvido o error, que en todo caso depende del antólogo.

Coincido con el librero -linda profesión- José Castillo, esas pequeñas partes, como las Pequeñas Cosas de Serrat, nos marcan, nos forman, nos definen, en algunos casos será necesario tener un ojo listo y educado; otras, será necesario usar un lente de aumento para encontrarlas, acaso también serán evidentes, puestas por el autor de tal manera que no haya como no verlas. Creo que algunos libros se hacen a partir de ellas y luego viene toda la historia que las define y aclara: eso lo oí en una conferencia del ganador del Premio Cervantes 2017, Sergio Ramírez. Lo cierto es que esas líneas están allí como los personajes de Pirandello; pero no buscan un autor, sino un descubridor, un cazador.

La música de Fito Páez no es de mi gusto, lo he intentado y finalmente lo he dejado; pero debo decir que en la canción Llueve sobre mojado, que escuché en el disco Enemigos Íntimos que hiciera con Joaquín Sabina, dice en uno de sus versos: “dormir contigo es estar solo dos veces… es la soledad al cuadrado”, ése es el verso, me parece que ya no tengo necesidad de oír nada más de Páez, esa es la frase que para mí vale su obra y estará en mis pensamientos por siempre.

Ciudad de Guatemala, 23 de Abril de 2019.