“La lluvia de la madrugada alborotó el aroma húmedo

 y placentero que invadía la casona y golpeó a Madre

en el centro de los sueños para grabarse en ella

y no permitirle dormir jamás.”

 

Denise Phé-Funchal, nuestra genial autora guatemalteca, tiene una capacidad prodigiosa cuando da vida a sus personajes. Son perfectamente imperfectos.  Edifica en ellos andamiajes inmensos de sombras y luces, de contradicciones. Su novela Las Flores es un ejemplo lúcido de esa cualidad. Con sutileza, sumerge al lector dentro de almas y escenarios que sorprenden a vuelta de página.

Ambientada en los albores del siglo XX, la novela cuenta una historia en apariencia común para las convenciones de la época. Sin embargo, con prisa a veces y con cauto paso otras, atenúa posibles luces para mostrar los andamios más oscuros de los protagonistas y del medio en el que sobrevivían. En ellos encontramos secretas intenciones, rastros de pasados que no dejan de estar presentes, desesperación por sostener apariencias imposibles. Inocencias rotas.

Con la elegancia del cristal cortado, describe escenas y escenarios sin dejar detalle al aire. Es admirable el conocimiento que tiene Denise del lenguaje de la época. Términos y expresiones de antaño son manejados de forma impecable, colocados en su justo sitio. Esta exquisitez complementa su ya conocida prosa, pulcra y sobria.

Denise logra en su novela un interesante contraste entre el refinamiento de estilo y lenguaje, con la crudeza del argumento.

Una escena innombrable cae en las pupilas de cierto personaje obtuso y obeso, un hombre de mente húmeda. Lo que ve le confiere poder,  la persona a quien le cuenta su tesoro de información multiplica ese  poder, hasta darle nombre y apellido.

Un sacerdote, una madre, otra madre, el señor obeso, la nena. Y por supuesto, Maldiva. Personajes todos de esta novela que con rica cadencia desnuda una sociedad de doble moral, doble rostro y demasiados vacíos. Transgresiones dan lugar a la degradación. Madre no deja de sorprender, el sacerdote guarda demasiados secretos. En Las Flores, Denise construye una historia que posee elementos de muchas realidades de aquella época… y de todas.

Conocemos, casi como a un mapa de cartógrafo, la disposición de una ciudad en donde cada noche el velador anuncia a viva voz la hora y la ausencia de novedad. “Son las diez con treinta y todo sereno” Aunque novedad se encuentra en cada capítulo.

Una mirada con capacidades de microscopio ve “…el efecto de la luz en la caída de las partículas de membrana seca que se desprendían de la piel…”

 Cotidianidades son descritas de pies a cabeza con texturas y colores y respiros. Con sabores.  Secuencias de actos simples hablan del hábito común de la soledad, tan propio de la época. La macabra capacidad de manipular desde el privilegio del poder, de sonreír con ojos llenos de gloria por el placer de ver a un ser reducido, transgredido, eriza al lector. Imágenes antes inimaginables se revelan completas en la cámara mental del lector.

La seducción del lenguaje“…llenándola de pequeños tormentos, de grandes tormentas…”. Escenas en donde mucho sucede al mismo tiempo: el recorrido de una manada de perros divisado desde la ventana de un dormitorio donde caen lágrimas pequeñas, saladas, incontenibles, y el humo de un cigarrillo es testigo de todo. Momentos clave frente a espejos que reflejan mucho más que un rostro. Tanto resquicio de la naturaleza humana brota de la narrativa de Phé-Fuchal.

Sobre el mantel que cubre las obscuridades para hacer relativamente soportable la vida, están los preparativos comunes de una boda, desde la comida… hasta las flores. Flores para el ramo. Flores para el altar. Flores para la fiesta.

En este libro de cabellos largos sujetados con horquillas, hay sitio para tanto. Mucho más podría escribir acerca de Las Flores de Denise. La novela es un pomo exquisito de párrafos que, en la búsqueda de respuestas finales, no se deja abandonar.

LAS FLORES

LAS FLORES

DENISE PHE-FUNCHAL

ISBN: 978-9929-700-40-6

Editorial: F&G EDITORES

Nº páginas: 0

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