“Seguía siendo un alma sin quietud.

Seguía huyendo, seguía fugándose.

Seguía buscando lo que nunca encontraba.”

Sergio Ramírez es Sergio Ramírez. Para lectores centroamericanos necesitados de una narrativa que cuente y recuente las controvertidas capas que han tejido el devenir de nuestro istmo, Ramírez es casi un ícono. No ha de extrañar. En su pecho de autor lleva un collar de galardones hilvanado con numerosas cuentas. Ramírez es muchas voces, un imaginario capaz de viajar entre los territorios de la ficción y la historia como si volara con alas invisibles. El lector, inconscientemente, olvida elucubrar en donde se traza la frontera entre realidad y la ficción. Se deja llevar.

La Fugitiva es ejemplo de esto. El libro cuenta la historia de Amanda Solano. Escritora costarricense de principios del siglo XX quien por su actitud rebelde ante las mordazas morales de su entorno, fue etiquetada, desterrada de muchos círculos y condenada al aislamiento social. La corriente contra la que navegaba la arrastró al autoexilio. Desarraigada y desbocada, personaje complejo, no escapa al desorden de la contradicción. A pesar de su andar rebelde, manifiesta una necesidad tremenda de amparo, de cobijo. Su franco desacuerdo con el rol femenino esperado en su tiempo, limitante y ultrajante bajo su mirada, no ocultaba completamente su fragilidad. En su caso la belleza llegó a ser condena, su voraz apetito de amor (o de amores) la fuerza que rigió sus decisiones intempestivas. De relación en relación aprendió a caer con facilidad en el fracaso. Fueron los malos amores combinados con su constante rebelión la guinda que le otorgó el carácter de fugitiva. Huía, sin darse cuenta, de ella misma.  Su anhelo era consagrarse como escritora, encontrar en el oficio la independencia. Escribir las tantas historias que guardaba en su imaginación, su obsesión constante.

La ambición de La Fugitiva, sin embargo, no gira alrededor de los detalles que definieron y rompieron la vida de Amanda. Lo ambicioso y magistralmente logrado, es la narración a tres voces de una misma historia. Tres registros dispares entre sí, escogidos con clara intención en cuanto a secuencia y matices. Puede que la primera voz, la que inicia a garabatear desde un distraído discurso, a ratos desviado, la atropellada vida de la protagonista, provoque la sospecha de que la narración aún no está enfocada en su intención medular. El monólogo conduce al lector dentro de los caminos enredados de una mente anciana, al escenario en el que sucedieron los primeros años de Amanda. Una jovencita, huérfana, naufraga dentro de la presa que supone la sociedad costarricense de principios del siglo XX, nación-pueblo que sobrevive aprisionada bajo el yunque castrante de la convención extrema. Después de dos o tres decenas de páginas, un poco mareados por los cambios de ruta de Gloria, la narradora,  reconocemos de qué va esa primera parte. Despacio, se  extiende un telón abundante en detalles,  un escenario que explica la razón por la cual una mujer como Amanda no era capaz de alinearse dentro de aquel contexto. Su naturaleza estaba fuera de tiempo y de espacio.

La segunda voz, vanguardista a pesar de sus años, inteligente y claramente marcada por quien fue Solano en su historia personal, sirve sobre la mesa lectora el panorama centroamericano de la época. Guatemala durante sus años de aires revolucionarios, saluda página tras página a través de personajes y espacios y sucesos. Disfrutamos de un registro fascinante por su acervo cultural, por su tono filosófico, por su vocabulario. Ramírez logra con éxito que escuchemos, incluso que nos sorprenda la compasión, al corazón intelectual de una voz que se sabe pieza importante de lo que narra. Marina, una mujer entrada en muchos años, explica, desde su erudita posición, el carácter transgresor y a la vez inocente de Amanda.

En otro orden de la narrativa, esta segunda voz traza pequeñas pinceladas de su propia naturaleza. La lleva guardada, protegida por un viejo candado que se abre en algún párrafo y permite que veamos su intimidad para entender cuan profunda era la complicidad que unió su vida a la de La Fugitiva.

Y está la tercera. La popular, desfachatada y exquisitamente irresistible tercera voz. Manuela Torres es el personaje que desde otro planeta coloquial cuenta su atropellado paso por la vida y termina de explicarnos las contradicciones que rigieron la de Solano. El lector encontrará una y mil veces, escenas de contundente veracidad en este último recuento. Escuchará una voz franca, charra, capaz de desnudar sus abismos más profundos con la despreocupación de quien se sabe personaje de sus últimos capítulos. Ramírez fue un maestro al perfilar esta voz y su recuento. Da sentido a toda la novela.  Su lectura es un gozo absoluto. El lector soltará, en medio de las penurias que narra Manuela, buenas carcajadas.

De Costa Rica a Guatemala a México y a Estados Unidos, la novela conduce al lector en un viaje entre variedad de tierras, tiempos y personas. Gentes diversas y ricas en descripciones, elocuentes y locuaces, esbozan la corta y complicada, la dolorosa y controversial, la frágil y, paradójicamente estoica, vida de Amanda Solano. Una novela inspirada en la vida de una escritora cuyo nombre no viene al caso en esta reseña.

No cabe duda, en La Fugitiva, Ramírez hizo de nuevo eso que tan bien sabe hacer. Narrar en formato de novela una o muchas realidades. O escribir una novela con todos sus pespuntes tan bien rematados que pareciera ser una historia verídica. Cada lector se ocupa de sus conclusiones. Al final de cuentas, no es desmadejar la realidad de la ficción ni juzgar su rigor histórico, lo que importa en La Fugitiva. La trascendencia de la obra empieza y termina en su capacidad de invitar al asombro, en la forma en la que expone la naturaleza humana, en su calidad literaria.

LA FUGITIVA

LA FUGITIVA

RAMIREZ, SERGIO

ISBN: 978-607-11-0938-5

Editorial: ALFAGUARA MEXICO

Nº páginas: 320

Año de edición:

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