Es un honor para mí aceptar la Orden de las Artes y las Letras, en grado de Caballero.

Recibí con sorpresa la noticia del Consejero Eric SANSON, lector voraz y curioso, con quien de tantos libros hemos hablado.

Es un orgullo recibirla de manos del Embajador Jean-Hugues SIMON-MICHEL, de quien admiro su vivo interés por nuestro país y su sensibilidad por las artes plásticas guatemaltecas.

Sospecho que Marc SAGAERT, quien a lo largo de los últimos años ha complementado mi gusto por la lectura en voz alta con una apreciación por la lectura como espectáculo escénico permitiéndome participar en sus Cabarets Littéraires, sospecho, decía, que, en la escena de este crimen, Marc no es del todo inocente.

La literatura es cosa importante. Leía ayer unos ensayos de Neil GAIMAN, de los que voy a tomar prestadas algunas ideas porque, como librero, uno rápidamente se da cuenta de que todo ya ha sido escrito, por alguien más, quien lo ha dicho mejor. En literatura, dice Gaiman, no importa si algo es cierto o no. Importa si es útil o bello. Importa si permite más fácilmente abordar esta tarea de vivir con uno mismo.
Parece que esto no se aprende… se descubre.

Hoy por la mañana, por ejemplo, le preguntaba a mis hijos lo que pensaban que debía decir esta tarde. Tobías entonces metió su cabeza en ese lugar donde uno busca soluciones a los problemas que se presentan y volvió, casi inmediatamente, para decirme que debía hacer como Charlie Brown, aquel entrañable personaje de Charles SCHULTZ, y decir: “Gracias a todos por su apoyo”.

Así que seguiré, por supuesto, el sabio consejo de Tobías.

El francés, para mí, es una patria. La nacionalidad de la francofonía me la dieron mis padres.

Mi padre, además, me enseñó la ternura y mi madre, una implacable ética de trabajo.

Ninguno de los dos es francófono nativo, pero se conocieron en Neuchâtel, Suiza, donde nací poco después y así, a la usanza diplomática, el francés se volvió nuestra lingua franca (nunca mejor dicho, no?). De ahí en adelante, la suerte estaba echada. Estudiaría en el Colegio Julio Verne, con lo que el francés, mi segunda lengua materna, fue el idioma en el que aprendí a leer.

El Julio Verne, pues, ha sido mi segundo hogar.

Me ha dejado mentores que luego han sido amigos, como Sheny REICHE, como Mirna de GUTIERREZ o como Moune VALLADARES, y amigos que luego han sido faros como Karen PONCIANO, mi compañera de clase desde segundo año de primaria.

Me ha dejado, también, el andamiaje sobre el que construyo mi pensamiento, y la convicción de que la dignidad es un derecho irrevocable.
Me dio, finalmente, la habilidad, indispensable para lo que luego sería mi oficio de librero, de hablar de los libros que no he leído. Porque ¿qué es la cultura general sino la capacidad de pintar los intersticios de un lienzo, nuestro conocimiento, que tiene la forma de una red de pescar, de la que sólo distinguimos los nudos y los hilos?

Valga decir que es una habilidad que no dejaba de provocarme cierta incomodidad, hasta que leí el libro de Pierre BAYARD sobre la naturaleza de la Lectura con L mayúscula: Cómo hablar de los libros que no se ha leído. Se trata de un título engañoso, pues este libro es superficial solo superficialmente.

Tuve luego la ocasión de servir al Colegio como profesor, experiencia breve pero intensa y enriquecedora, y luego, entre otras competencias, como Presidente de la Asociación Cultural Julio Verne, desde donde he intentado, de manera inevitablemente incompleta, pagar la deuda que tengo con el Colegio. Y con Francia, que permite que muchos no franceses en el mundo nos nacionalicemos francófonos.

Descubro sin embargo, a cada intento, que saco del Julio Verne siempre mucho más de lo que dejo.

No puedo recibir esta condecoración sin expresar la evidencia de que es recibida, de alguna manera, en nombre del Colegio.
Saludo pues a mis colegas de la actual Junta Directiva de la Asociación Cultural, quienes han aceptado la hermosa responsabilidad de ser custodios de esta institución que tanto quiero, movidos, lo sé, por los mismos sentimientos.

Joseph NYE acuñó el término soft power para describir la influencia que puede ejercer un estado, por oposición a la coerción (hard power). Y aunque el término lo acuñó un americano, el concepto que describe y su práctica están al centro de la política exterior francesa.

Aquella intención centrípeta y centrífuga a la vez, cuyo origen solemos reconocer en el Siglo de las Luces, en la empresa de la Enciclopedia y en la propia Revolución, explica, hoy, la presencia de una red de Alianzas Francesas alrededor del mundo, muchas de las cuales, además de enseñar francés, son verdaderos centros de cocción cultural. En todas las latitudes, institutos como el Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos atestiguan del genuino interés de Francia por las culturas del mundo. La generosidad de Francia al condecorar a algunos de nosotros no franceses con la Orden de las Artes y las Letras nos recuerda que el diálogo y la curiosidad están en el centro de los intereses de Francia (y de sus métodos).

Y es que, para decirlo claro y en cinco palabras: hacer cultura es hacer política.

Este es un hecho que reconocemos en SOPHOS.

Sabemos que cada vez que albergamos una presentación, una mesa redonda, un encuentro, estamos provocando un diálogo, ojalá alguna vez incómodo. Cada vez que apostamos por un libro, lo hacemos para abrir una conversación acerca de nosotros mismos, de nuestra identidad, de nuestros retos y nuestras posibilidades. Cada día, al abrir la librería, pretendemos abrir ventanas para ver, queremos acercar mundos para imaginar otras realidades. Y, en el proceso, reflexionamos acerca de nuestro oficio, de lo que hacemos, de nuestro lugar en Guatemala y del papel que podemos jugar en un país como el nuestro.

Estoy muy orgulloso de tener el privilegio de estar al frente de un equipo de jóvenes para quienes estos retos son razones para levantarse por la mañana, para intentar hacer cosas  significativas, es decir, cosas con sentido, conscientes todos de la responsabilidad de preservar y continuar el legado y la intención de la incansable Marilyn PENNINGTON, mi madre.

Si puedo hoy estar acá con ustedes, es porque el trabajo y pasión de mis colegas me lo han permitido. No los cambiaría por nada, salvo, quizás, por criaturas fantásticas con poderes especiales distintos a los que ya tienen.

Mathias tenía que hacer un trabajo para el Colegio. Encontrar 3 palabras que definieran su identidad.

Una de las palabras que propuso fue “Familia”. Mathias es de esas personas-goma que se colocan siempre al centro de la tribu (pertenece a varias tribus él). Oírlo decir esto me hace por supuesto pensar en Bruno, de quien aprendo tanto de cine y de hombría, y en Dominique, que me asombra con su don para inventar en ese idioma para mí indescifrable que es la música. Me hace recordar también que Mathias es la viva imagen de Carmen Lucía CORDÓN, cuya inteligencia, empatía y escucha no tienen par. (Tampoco tiene par su paciencia, que tantas veces pongo a prueba…)

Evocó también la palabra “Libros”. “Es que”, dice Mathias con sus once años, “si yo no hubiera leído Harry Potter y Percy Jackson, no sería la persona que soy hoy”.

Finalmente, y por esto me abordó, “Privilegio”. Le preocupaba que, así nomás, en la hoja, se pudiera interpretar como altivez, cuando lo que quería era reconocer de qué lado de la gran brecha de la desigualdad guatemalteca había, accidentalmente, tenido la suerte de nacer.

Entonces, decíamos, hacer cultura es hacer política.

He leído (Gaiman otra vez) que la tasa de analfabetismo de los jóvenes de 10 a 11 años se utiliza en alguna parte como dato predictivo para planear las necesidades futuras en instalaciones penitenciarias.

Hacer cultura es hacer política.

En un sorprendente giro pragmático, pero que tendrá sin duda repercusiones simbólicas, la República Popular de China, tradicionalmente reacia al género de la ciencia ficción, ha comenzado a albergar convenciones de Ciencia Ficción, consciente de que, desde la perspectiva estratégica, a sus prodigiosas habilidades para la reproducción, bien le vendrían otras para la imaginación.

Hacer cultura es hacer política.

Estamos celebrando estos días la Semana de los Libros Prohibidos en SOPHOS.
Pero sabemos que los más importantes actos de censura tienen lugar, activa o pasivamente, en el acceso a la lectura. A veces, los libros prohibidos lo son porque no se piensa escribirlos, no porque se piense en impedir su difusión.

Pablito, el personaje de Mi Cochito Amarillo, libro para niños de la autora franco-japonesa Satomi ICHIKAWA que acabamos de publicar, es un niño de Todos Santos, un niño Mam como miles de otros en Guatemala. Pero, literariamente (es decir, imaginariamente), quizás sea un niño marginal.

Publicar Mi Cochito Amarillo ha sido una obsesión mía por años. La historia que cuenta me estremece todavía cada vez que la leo.

Pero, coincidentemente, inadvertidamente, publicar un libro en el que Pablito es protagonista puede tener también una repercusión política. La de dar oportunidades de identificarnos, de ser otros (con ‘o’ minúscula) para que no podamos, no necesitemos, designar a los Otros (con ‘O’ mayúscula).

No hay mejor momento que hoy, ni mejor lugar que este, para resucitar a los caballeros, a los andantes. Me enorgullece engrosar su número.

Parafraseo a Gaiman quien a su vez parafraseaba a Chesterton: los cuentos de hadas (o los de caballerías) no son verdad.

Son más que verdad.

Son más que verdad no porque nos enseñen que los dragones existen

Son más que verdad porque nos muestran que los dragones se pueden vencer.

Muchas gracias.
Guatemala, 28 de septiembre de 2016.