«Hace unas cuantas semanas Belkis Méndez, Ronel González y Luis  Yuseff, integrantes del jurado de los Juegos Florales Hispanoamericanos de Quetzaltenango, Guatemala, dieron por unanimidad, en “la Ciudad Cubana de los Parques”, Holguín, el premio único e indivisible en la rama de Poesía a Sintagmas del amor libre del poeta ecuatoriano Eduardo Hugo Jaramillo Muñoz, quien firmó su trabajo con el nombre literario de “Edgardo”. Según Yuseff, González y Méndez la obra del maestro Jaramillo Muñoz “dialoga con la cultura universal, con dominio de los referentes literarios… Está escrita en un lenguaje diáfano que establece con el lector una comunicación inmediata” y “Posee zonas de intensa carga lírica que apuntan a una voz conocedora del oficio de la escritura poética”, un dictamen que reconfirma el hecho de que en el año 2003 Jaramillo Muñoz fuese situado como uno de los mejores poetas en el Concurso Internacional orquestado por el Centro de Estudios Poéticos de España. Luego de participar protagónicamente en la perdurable ceremonia de premiación en el Teatro Municipal de Quetzaltenango y en una tertulia literaria que tuvo lugar al día siguiente en la Casa de la Cultura de Occidente, el maestro Jaramillo Muñoz, unas horas antes de abordar con su compañera el avión que los llevaría de vuelta a Quito, Ecuador, aún tuvo el gesto heroico y poético de sostener un diálogo público del que a continuación se presentan algunos extractos.»

JL PERDOMO ORELLANA

Perdomo Orellana-¿Escribió esta obra “a la antigüita”, es decir, “de su puño y letra”, como se decía antes, o ya lo hizo directamente en una computadora?

Jaramillo Muñoz– Creo que lo uno no excluye a lo otro… Un texto va surgiendo como surge la vida, es decir, se construye paulatinamente conforme el continente recibe sustancias vitales y oxígeno. De cada instante que el ser humano, que cada uno de nosotros percibimos sonidos, colores, movimientos, voces, palpitaciones humanas, se va acaudalando aquello que se traduce a través de la palabra; ese texto, entonces, es un armaje peldaño a peldaño, sílaba a sílaba, sintagma a sintagma como testimonios que surgen en el insomnio, en el café, en el autobús, en la connivencia del cinema, en fin, y exige por lo mismo de la prontitud de un lápiz y un retazo de papel, una servilleta, el margen de un periódico… un pañuelo… Luego todo eso lo traslado al disco duro… Otras veces me siento frente a la computadora (prefiero el femenino, porque es inspirador) y dejo levitar el pensamiento tecla a tecla, lo leo y releo y corrijo, borro, copio el sintagma de una estrofa y lo pego en otra porque descubro que allí tiene mayor fuerza expresiva, en fin; luego ese texto lo imprimo y lo releo tantas veces, que el lápiz y el papel vuelven a ser los cómplices; y ya está, no más, porque si sigo no termino nunca y eso no es justo para quienes en el hogar soportan los insomnios y para quienes esperan algo de mí. 

P.O.- Habla usted en el canto o poema 13 de “esos olvidos de Dios”. El mundo en general, y América Latina en particular, ¿forman parte de tales olvidos?

J.M.-Todo rincón de la tierra ha sido víctima de esos olvidos, que le duelen a Vallejo, que nos duelen a todos quienes entendemos que nada justifica el sacrificio humano, que nada justifica las laceraciones sociales, la violencia, la guerra. Esos olvidos han posibilitado la explotación humana, la depredación del entorno natural, este permanente atraco al oxígeno del hombre, a la vida misma. Esos olvidos… la ambición humana, han engendrado la opresión y la perversidad registradas en el devenir de los pueblos… Pero, preguntémonos, ¿será lícito adjudicar la hecatombe global que soportamos a la supuesta amnesia de un ser metafísico?

P.O.– ¿Qué hacen Vallejo y Edgar Allan en sus Sintagmas?

J.M.– Parte del ámbito temático se va identificando y ampliando a partir de esos encuentros y hallazgos maravillosos que nos posibilita la lectura. Nos descubrimos siempre, en esas inmersiones a las que nos inducen quienes saben escribir sobre la vida como si fuera la de uno, como si nos adivinaran, como si fueran una especie de ángeles infernales que nos señalan un camino o se aparecen en un instante clave de nuestra existencia.

Con Cecilia, hoy mi esposa, escribimos una juventud en las calles, en las paredes de Quito, en los manifiestos, en las tarimas contradiciendo el poder cuando éste violaba las libertades, pero también compartimos un Neruda amatorio, un Vallejo vital y total que nos alertó que hay olvidos de Dios que no debemos soslayar y que es necesario mantenerle lúcido a Dios, pero que también debemos alertar a todos los seres humanos para que protagonicen sus propias decisiones, porque como lo afirma Jorge Luis Borges hay /una hora en que le sería fácil a Dios/ matar del todo su obra/… ¡Diga usted si estos son o no unos ángeles guardianes subversivos!… Un Edgar Allan García, poeta joven de mi país que nos enseña que /Es otra la percepción del miedo/ y de la luz/ …. Que evidencia cómo /Los amenazados cabecean en horcones/ sucios de hollín. Estirpes sangrantes/ con una mano en el fango y otra en el ara. /Definitivamente Vallejo y Edgar Allan se constituyen en referentes sustantivos para mis Sintagmas, porque resumen libertad, libertad de amar, libertad de estar sobre el territorio vasto que es el mundo, como peces en la tersura de los mares.

P.O.-Como dice usted en el poema 24, ¿es nuestra identidad “un juego de azar” y somos “piezas de un rompecabezas pervertido”?

J.M.– En lo cotidiano hay seres increíbles, por ejemplo en mi país Dallyana, un icono de la televisión, que rechaza tenazmente la manipulación que ejercen los medios a través de programas masivos como los indecibles realitys, verdaderos murales de la tontería humana, /juegos de azar/ en donde se fabrican ídolos de la canción, por ejemplo, /payasos que hacen llorar/ con quienes se construye un mundillo esperpéntico, vacío, superficial, falso, pretendiendo inducir modos, modas, circunstancias maniqueas, supuestos e ilusorios rasgos “identitarios” como /piezas de un rompecabezas pervertido/ completamente ajenas a aquellas que constituyen el entretejido sociocultural diseñado segundo a segundo por los pueblos. Por eso es que Dallyana es mi “personaje inolvidable” en el texto 24, por su frontalidad y claridad para mirar una realidad empañada por esos payasos que hacen llorar.

P.O.– ¿El amor es “un vacío azul”? (como dice usted en el poema 35) ¿O una “enfermedad que se cura con el matrimonio”? (como dice Ambrose Bierce).

J.M.– Afirmo que /el amor es un vacío azul/ bajo la Piel/ que vira la página/ cuando me pierdo en tus océanos/ porque en el tránsito vital, cada acto de amor se constituye en una aventura renovada, prospectiva, que niega la anterior; es una enfermedad interminable que insufla vida extrema, no importa cuándo y dónde y cómo se lo ejerza, ningún papel legal puede curarlo, solo la ausencia lo cura…. O lo elimina. Bierce tendría razón si dejásemos que el matrimonio y su sustancia amatoria, sucumba con la rutina. Porque el matrimonio es compartir lo lúdico de la seducción, la calidez de una mesa rodeada de niños, el aroma de los atardeceres, mirar con los primeros rayos del sol a la compañera dormida mientras llegan furtivos los primeros trinos de los pájaros; las rabietas, los reclamos, las acusaciones, los besos… el descubrir que continuamos vivos bajo la piel a pesar del tiempo transcurrido.

P.O.– ¿Qué hacen Bergman y Klimt en sus Sintagmas?

J.M.- Miro a un niño cambiando soldaditos de plomo por una cámara, que marcaría un derrotero del que ya no podrá apartarse, porque encontró la “linterna mágica” para desentrañar una infancia dominada por las tinieblas, cucos asechándole, recuerdos de castigos, dogmas religiosos que le distanciaron de Dios, engaños, desavenencias con que Begman construye mundillos y los traslada a la gran pantalla que encandila a solitarios refugiados en la penumbra del cinematógrafo, tratando de hacer distancia de la trama y de los personajes, que sin embargo los atrapa, entonces retornan al hogar, a una rutina donde, en alguna parte confundieron el amor, para mañana volver al cine, y nuevamente salir al calorcito del cuartucho y constatar que la calvicie se acrecienta y así hasta ser atrapados por la espiral de la amnesia.

Y en el otro lado de la medalla esa especie de barroco alucinante, innovador, que traslada a través del desnudo femenino –paradójicamente– sosiego, deseo de infinitarse en la naturaleza humana como recinto del poder creativo. Sin percatarse el espectador de pronto está entre los imanes cromáticos del lienzo, y se torna en objeto mirado desde fuera; en el texto 19, sitúo a una “Ella” atrapada por el desnudo de una vieja, sin percatarse que está siendo oteada por docenas de ojos extasiados por su belleza, mientras trata de explicar su impresión sobre el lienzo de Klimt, el mago que desde años luz en tiempo y geografía, logró una simbiosis que exuda sintagmas de amor libre…

P.O.-En el poema 41 verbaliza usted un “infinitando” y más adelante describe un pétalo “aromando la mejilla”. ¿Cuáles otras aportaciones tiene para los diccionarios en idioma español?

J.M.-Pienso que el lenguaje está mutando sin fin, que es una especie de duende agitador que expresa todos los manifiestos del hombre allí donde hay un oído receptor, allí donde hay un ser curioso que intenta estar en el otro buceando sus sueños, sus anhelos, sus angustias, sus miedos, por eso se trata de un duende desatado por todos los caminos, y por eso se atreve hacer del infinito una arcilla moldeable que traduce sueños, los de los otros, los sueños de los interlocutores anhelantes de otros paisajes, de otros vuelos, de la seducción del viento. Entonces ¿qué importa si el sustantivo se hace verbo, si con ello podemos ingresar al albedrío de nuestros semejantes? ¡Se imagina usted la potestad del pétalo para invadir una mejilla con todo su ímpetu y fragancia!… Creo que cada uno de nosotros podemos enriquecer y alterar todos los diccionarios con nuestra capacidad creativa, con ese arsenal de sintagmas guardados en el almario.

P.O.– ¿Tuvo o tiene vocación de marino como para escribir en el poema 52 “Alguien confirmó que el tiempo / es huracán y es ola / que igual desuela puertos y merluzas / y hospeda en las orillas / como una música marineros y peces / que cantan en la noche (…)”?

J.M.– La levitad del tiempo es tan inasible como la infinitud del mar. Pero a su paso dejan huellas que trascienden el límite de las orillas, allanan horizontes e irrumpen en el ser sensible; el tiempo y el mar evocan multitudes, que se hospedan de tiempo en tiempo, de mar en mar, en cada uno de nosotros y nos confían historias, por eso creo que en cada ser humano hay un marino, unos navegan sobre el tiempo, otros se aventuran sobre las olas, pero igual, todos estamos expuestos a los huracanes y a las quietudes.

P.O.– ¿Qué hacen Borges y Girondo en sus Sintagmas?

J.M.– Por los ojos de Borges aprendí a mirar con transparencia el lado oscuro de la Tierra, sus cráteres y aluviones, sus duendes y sus fantasmas, el lado flaco de los seres y la otra cara de la medalla… a sentirme /…en los ruinosos/ Ocasos de los vastos arrabales/ y en esa flor de cardo que el pampero/ trae al zaguán…/. Y una noche cuando la guitarra nos guarecía de la lluvia, conocí de Borges a su Maneco Uriarte, acechando entre los siglos con toda su alzada de cuchillero, su resentimiento por su condición humana sitiada y vulnerada por quienes gozan sin miramientos de los dones que ofrece la vida, mientras los condenados de la tierra inventan formas de amar camufladas en una aparente hombría de mal, entonces allí, en esos instantes, en esos suburbios del alma, se macera otro sintagma de amor libre.

De esos lados oscuros del alma surge entonces Girondo, amante furioso, trotapieles incansable, de esos que no repiten jamás los mismos besos –un maestro en las artes de amar– /cansado/ de usar un solo bazo/ dos labios,/ veinte dedos,/ no sé cuántas palabras,/ no sé cuántos recuerdos/ grisáceos,/ …./muy cansado/ de este frío esqueleto,/ tan púdico,/ tan casto,/ que cuando se desnude/ no sabré si es el mismo/ que usé mientras vivía…/ trastrocando así lo cotidiano en minúsculos frescos surrealistas, piezas para armar sintagmas amatorios no previstos, mis sintagmas que ensamblados se descubren como retratos de nosotros mismos puestos a la deriva:/…aguardando que un gorrión/ golpee contra el vidrio hasta sangrar/ reconstruyéndote con retazos de cristal/ plenamía plenamente a plenitud apenas amanece/… Girondo, me señaló el cauce de un desate lúdicoverbal para desafiar al infinito.

P.O.– ¿Cuáles deudas aceptaría que salda con su nueva obra? ¿Salda alguna, por cierto, con su compatriota Adoum?

J.M.– La deuda de vivir intensamente, de haber encontrado una razón, quizá la única razón de caminar por “los caminos de la tierra”, ensayando palabras que respondan a los sones eternos del hombre, /lejos de esos barrios/ que nunca fueron nuestros de esas casas/ donde se guardan secretos de familia/ que son nuestros…/ así en plural, porque el acceder al alfabeto fue un acto plural en la complicidad del aula, balbuceando las primeras sílabas hilvanadas con conocimiento de causa. Y Jorgenrique, años más tarde descubriéndome la poética a dos voces y que hilvanar palabras es una forma de darle otros giros a lo cotidiano, pero lo más importante de Adoum, aprender a ejercer una palabra militante, comprometida e ir con el nombre de todas las patrias por la tierra. A Jorgenrique Adoum le dediqué mi Memorial, una noche de homenaje al poeta, /…Allí donde sopla el viento, con esa fuerza que da la vida,/ (que) se embarcó cada tarde en navíos terrestres/ sin temor a enajenarse bajo el sol/ y desentrañó voces encendidas en la chuquiragua/ o deslizándose en la desnudez de la cebada/ o silbando entre la textura del adobe/ porque fue hecho para el canto y para la rabia…/. Pero en cuestión de vida, ninguna deuda queda saldada….

P.O.-¿Qué hacen Cavafis y Ginsberg en sus Sintagmas?

J.M.– Sin duda son otros referentes culturales que confirman una confluencia que nos universaliza y nos hace ciudadanos globales sin que las identidades propias de cada pueblo sean melladas. El arte nos confirma globales. Cavafis, el poeta de los éxodos y de los exilios advierte: /..Sin embargo, el tiempo de su juventud parece/ que fue ayer. ¡Qué espacio tan breve, qué espacio tan breve!/ Y piensa cómo le engañó la sensatez,/ en cómo siempre se fió –¡qué locura!–/ de la embustera que le decía: “Mañana tienes mucho tiempo”/.. Ese Cavafis que nos devuelve a la ruta de Ulises, a los Lestrigones, a los Cíclopes, a Poseidón; ese Cavafis que nos incita a hacer largo el camino, pero que al mismo tiempo nos baja a nuestros chaquiñanes y entonces entendemos que en occidente hay la posibilidad de dejarse seducir por las sirenas y sumergirse en mares profundos, en tanto acá, andinos, soltamos las amarras del Guayanay para que descubra territorios donde fundar la vida.

Y dígame si no son universales los diarios descarnados de Allen Ginsberg, donde pasan revista esqueletos presidenciales que se niegan a firmar decretos, que no les son políticamente convenientes, esqueletos de magistrados, de militares, de mamis solteronas, esqueletos que son parte de poemas descarnados, nada “bellos”, lacerantes, que dan escozor, poemas hechos con esas palabras propias del truhán, del desadaptado, de la traficante de sexo, poemas, encarnación de /la pobreza envuelta en harapos, drogados/ y con vacías miradas,/ (que) velaban fumando en la sobrenatural/ oscuridad de los pisos de agua fría/ flotando sobre las crestas de la ciudad en contemplación del jazz,/ que desnudaron sus cerebros ante el Cielo y vieron/ tambalearse iluminados ángeles mahometanos/ sobre los tejados de las casas de alquiler…/ Poemas de este y de todos los siglos, porque la marginación, la pobreza, lo subhumano no ha cambiado, se ha recrudecido a la sombra de un poder que ignora que existen esos seres humanos, precisamente gracias al ejercicio ciego de ese poder, que olvida que existimos. Por eso están Cavafis y Ginsberg husmeando en los sintagmas 25 y 26, porque no obstante, el amor no puede ser escamoteado por poderosos atroces.

P.O.– Si de usted dependiera, ¿ya estaría caminando por las calles de Quito el ciudadano australiano Julian Assange, o seguiría echando raíces en la Embajada de Ecuador en Londres?

J.M.– Yo creo que todos somos ciudadanos del mundo y que todo ciudadano debe transitar con libertad por cualquier recodo de la tierra. Si Julian Assange infringió una ley en su país, debe garantizarse su defensa, que confirme su inocencia a plenitud y sin presiones, pero si hay un solo indicio de atentado contra su libertad y peor aún contra su vida, toda acción por protegerlas merece el apoyo de todos, porque así lo exige la soberanía individual y de cada país, la convivencia libérrima entre los pueblos y los seres humanos, de lo contrario esa soberanía estaría bajo sospecha.

P.O.-¿Qué recuerdos se llevó de Guatemala, luego de venir a recibir el premio único de poesía en los Juegos Florales Hispanoamericanos de Quetzaltenango?

J.M.-Mire, una lectura sencilla de esa experiencia, que comenzó al arribar al aeropuerto en Guatemala y cumplir con las exigencias de inmigración, allí, la persona que atendía, al enterarse que venía a los Juegos Florales de Quetzaltenango a recibir el premio único de poesía, no pudo ocultar su emoción y se tomó fotos conmigo y luego personalmente me recomendó un taxi que me trasladara al hotel… ¡Eso es insólito!… Luego 200 kilómetros de asistir a una película ambiental, ecológica, humana, narrada por los amigos que nos trasladaban de Guatemala a Quetzaltenango, y llegar a esa ciudad y ser recibido con una calidez inusual e inmediatamente ser invitado al Hall del Municipio y allí la sorpresa de un enorme mural de mármol en el que  ya habían cincelado mi nombre junto al de mi país… ¡Eso es insólito!

Verme sobre una pasarela de un teatro lleno de público, y luego una Reina que con solvencia crítica comentó mi texto, y escuchar en un acto de premiación a un poeta, a un ensayista y a un narrador, a una escritora como Carmen Matute que con valentía y madurez intelectual nos habló de la participación de la mujer en la construcción de la historia humana… Eso es insólito… Protagonizar una entrevista con alguien que sabe lo que dice, sabe lo que hace y contextúa profesionalmente el haber cultural del que somos herederos, con un dominio vasto del hecho literario, frente a un público masivo, eso es insólito… y presenciar cómo ese público se mantiene tres horas a la expectativa para luego hacer “cola” para comprar o recibir un libro y luego otra “cola” para lograr la firma del escritor… ¡Eso es insólito!… Es decir, haber realizado un viaje al ámbito de lo insólito es una experiencia irrepetible, una enseñanza, una huella profunda en lo más profundo de mi ser y de la compañera que me acompañó en esa aventura…