UN LIBRO EXCEPCIONAL de una autora igualmente excepcional fue presentado el último martes de agosto del 2014, en Sophos. Ana Fortuny es el nombre de la autora. Los nombres de los presentadores son Carlos Arturo y Jorge Estuardo; Molina Loza, los apellidos de ambos. Si usted aún no sabe el título del libro, tenga la seguridad de que está por enterarse y de que le dará gracias a la vida por tal encuentro, las respuestas que vienen en camino son también excepcionales.

José Luis Perdomo Orellana

(afuera de los relatos, empezando en la portada, continuando en la contraportada, pasando por las solapas y llegando a los títulos y las dedicatorias)

José Luis Perdomo Orellana: La ilustración que aparece entre su nombre y el título del libro, además de ser suya, ¿es una ranita o un dragón? En cualquier caso, ¿es un adelanto del cariño hacia los animalitos (hipopótamos, gacelas, jaguares, pelícanos, peces, gallinas, una perra labrador, tortugas, vacas, pollos) que se extiende en muchas de las páginas interiores?

Ana Fortuny: Es una rana. Debería ser un «príncipe sapo». Ésa era la idea original.  Hace unos meses le pregunté a un amigo que pinta cosas muy bellas si podía hacerme una ilustración y me dijo que sí.  Le envié el cuento que da título al libro y le pedí que pintara un sapo dentro de un estanque mientras era observado por una mujer.  Por cuestiones ajenas a su voluntad no estuvo listo a tiempo. Tengo cierta obsesión por los anfibios y acababa de dibujar esa rana, así que la usé como «plan B» porque debía enviar pronto la portada al editor, si quería que el libro estuviera listo para el 10 de julio, el día del cumpleaños de mi padre.

En cuanto a la segunda pregunta, no sé si sea un adelanto, pero desde pequeña me sentí atraída por los animales de todo tipo. Tuve suerte de que mis padres y abuelos toleraran mi inclinación por la fauna. Los únicos que no fueron bienvenidos fueron una cabra y una tarántula. Siempre tuve varias mascotas en casa. Ahora eso ha cambiado, sólo tengo un guppy.

JLPO: ¿Por qué la portada avisa “…y otros relatos”? El aviso podría ser “…y otros cuentos”, ¿o no? ¿Encuentra diferencias entre aquéllos y éstos? (Por favor, responda “en cristiano” y no con la típica jerga que blofean los “iluminados” desde el primer día de clases para aterrorizar a las heroicas y heroicos alumnos que aún tienen la temeraria osadía de estudiar Letras).

AF: Tuve ese dilema: Caricias para Beatriz y otros cuentos o Caricias para Beatriz y otros relatos.  En ambos casos no me libraba de la última sílaba. Lo mejor hubiera sido dejarlo sólo en Caricias para Beatriz, pero de alguna forma tenía que anunciarle al lector que era un libro de cuentos.  Me pareció que la palabra relatos era más general ya que todos los cuentos son relatos, pero no todos los relatos son cuentos. Preguntaremos su opinión a los “iluminados”.

JLPO: Debajo de su foto está el dato de que usted nació en 1965. ¿Por qué hay autoras —no se diga autores— que prefieren obviar esa fecha e incluso tienen la manía infantiloide de incluir retratos de su primera comunión?

AF: No sé qué contestarían esos autores o autoras. En lo personal, quería poner la foto del perfil de mi correo de Hotmail que me tomó Andrea Pellecer en el 2008.  En ésa tenía mil arrugas menos, pero cuando le pregunté a ella, me dijo que ni lo pensara, que me tomaría una foto con su nueva cámara, porque era yo, la de ahora, la que había escrito el libro y no la que aparecía en la imagen antigua. Así que no llegué hasta la primera comunión, pero sí tuve la intención de retroceder algunos años.

JLPO: Usted es bióloga por la heroica Universidad de San Carlos de Guatemala, pero estudió Literatura Hispanoamericana en la Universidad Rafael Landívar. Con estos rasgos académicos, ¿quiso seguir las sinuosas rutas científico-literarias del maestro argentino Ernesto Sabato (hoy tan olvidado como tantos otros autores esenciales)?

AF: No, yo sólo reuní los cuentos que he escrito en un libro que obsequié a mi padre, eso es todo.

Sabato, ¿olvidado? No lo creo.  Cuando hablo con otras personas sobre libros y autores latinoamericanos esenciales, él siempre está presente en la lista.

JLPO: Increíblemente (increíble porque muchos reniegan desde el principio o más tarde de todo esto), usted divulga en la solapa izquierda que asistió a los talleres de escritura creativa de la maestra Gloria Hernández y de los maestros Marco Antonio Flores, Mario Roberto Morales y Luis Aceituno. ¿Qué aprendió y qué desaprendió en dichos talleres?

AF: Aprendí que para escribir un cuento de una página, hay que leer antes cientos de libros.

En los talleres inicias un proceso lento que poco a poco te permite anular la autocensura. Aprendí a crear atmósferas, a no depender de la «aprobación» o «desaprobación» del tallerista sino a desarrollar la autocrítica. Aprendí sobre la influencia que tiene la literatura en el cine, una influencia en doble vía.

Aún me falta mucho aprendizaje en cuanto a la caracterización de los personajes, pero no desisto. Como tú conoces bien a los tres, y conociste también al segundo, sabrás qué fue lo que aprendí con cada uno.

¿Desaprender?  Tal vez la obediencia.  En los primeros talleres, cuando nos dejaban de tarea escribir sobre un tema en particular, casi todos éramos obedientes y lo hacíamos.  Poco a poco nos dimos cuenta de que no teníamos por qué hacerlo.  Buscábamos nuestro propio tema, lo que saliera de nuestra cabeza esa noche o esa madrugada: un sueño, un episodio colérico, la muerte de nuestro perro… ninguno tenía relación con el tema sugerido, y ésos eran los mejores cuentos.

JLPO: ¿Qué es eso de formar “parte del grupo Los del quinto, que conduce Raúl de la Horra? ¿Tiene algo que ver con esa promesa etílica (siempre incumplida) que reza “La última y nos vamos” o con ese dudoso consuelo de que “No hay quinto malo”?

AF: Es algo más simple: Nos reunimos en el quinto piso de un edificio.  En algún momento, a alguien se le ocurrió que Los del quinto era una forma de identificar al grupo, y así se quedó, pero que no te extrañe que dentro de Los del quinto surjan nuevos grupos, es una costumbre del ser humano nombrar y categorizar.

JLPO: ¿Podría traducirnos esa “adicción” que confiesa en relación con participar en “los clubes de lectura de la librería Sophos”?

AF: He tenido la oportunidad de participar en los clubes de lectura de Sophos desde que surgieron en la tienda de la Avenida de la Reforma. Me inscribí en el primero y no los he dejado desde entonces. Es algo similar a esos fumadores que encienden un cigarrillo con la colilla del anterior. Termina un club y luego viene otro.  Sophos ha organizado clubes de lectura de ciencia ficción, de historia, de psicología, de espiritualidad, de literatura del este de Europa, de ciencia, de literatura guatemalteca o de autores en particular. Es una lista larga que por espacio acorto.

Empecé a leer «en serio» a los 37 años. Antes de eso, leía un par de libros al año.  A los 37 ya es tarde, muy tarde, me hubiera gustado empezar antes de los 15. En los clubes encontré un lugar de discusión.  Se discute un libro por mes y las opiniones son muy diversas porque provienen de personas que se dedican a distintas actividades, ahí encuentras gente dedicada al estudio de las letras, a la arquitectura, a la medicina, amas de casa, jóvenes estudiantes, físicos, abogados, antropólogos, etc. Imagínate todo lo que se puede discutir y aprender, no sólo al leer el libro sino al escuchar la crítica.

JLPO: Dedica usted su libro (174 pp.) “A mi padre, quien me enseñó las primeras letras”, y el apocalíptico relato “Mujer en silencio” (alrededor de 4 pp. y media) “A mi madre”. ¿Cómo estuvo eso?

AF: Voy a dejar que tú elijas la respuesta, como en esos exámenes de selección múltiple que seguramente no son de tu agrado.

a)     el próximo libro estará dedicado a mi madre
b)    en algunos casos, no en todos, hay una debilidad o mejor dicho, preferencia, de las madres por los hijos y de los padres por las hijas que con el tiempo se da en doble vía. Es algo que se va construyendo poco a poco, casi imperceptiblemente. Con el tiempo, las hijas se desviven por su padre y los hijos por su madre.
c)     existen vínculos más estrechos que se forman entre los contrarios, que de repente tienen su origen a nivel atómico. ¿Recuerdas de tus clases de ciencias, aquella frase que dice: «polos opuestos se atraen; polos iguales se repelen»?
d)    b y c son correctas
e)     Ninguna es correcta

JLPO: El primer epígrafe que incluye en su libro es del maestro Carlos Humberto López Barrios y dice “Los libros se hacen con luz”. ¿Hacia dónde apunta esa luz en las tinieblas que se multiplican en todas las horas guatemaltecas?

AF: Carlos López inicia con esta frase Pasión por el libro. Todas sus páginas iluminan.  Hacia eso conduce la luz, a salir de la oscuridad, a conocer la verdad, a indagar, a crear.  En la página 34 de este libro aparece una cita de José Martí (que puede apuntar hacia las tinieblas centroamericanas): «Los libros sirven para cerrar las heridas que las armas abren».

JLPO: La segunda dedicatoria indica “A Santiago Sanz Benito… por los puntos y las comas”. ¿Quisiera compartir los motivos que hay en esas dos líneas?

AF: Santiago Sanz Benito fue un excelente profesor del colegio Alemán que tuve la dicha de conocer cuando entré a la secundaria. En primaria nos dieron las bases de gramática y ortografía, pero fue con él con quien las pusimos en práctica constantemente.  Era de baja estatura y de pocas palabras, pero tenía una gran autoridad en la clase. Su método era infalible: «Escriban una redacción sobre…», nos decía.  Teníamos treinta minutos para escribirla y luego otros cuantos para corregirla.  Él se tomaba muy en serio cada relato. Se los llevaba a casa y corregía (en rojo) hasta el último punto y la última coma. Al otro día nos llamaba al frente, a su mesa, para explicarnos por qué había que corregir aquella palabra o aquella construcción gramatical, mientras los demás leíamos algún fragmento de un libro que nos recomendaba. Algunos no se sentían muy cómodos en sus clases; otros, las amábamos. Generalmente, los primeros preferían la clase de mate, y los segundos deseábamos que terminara al nomás entrar, para volver con el profesor Sanz Benito.

JLPO: De los 34 relatos, por lo menos 19 están dedicados. Que nos perdonen los brillantísimos y sesudos entrevistadores que no se detienen en estas cuestiones: ¿por qué hay textos que se dedican y otros que no? (Sabato, por cierto, dedicó la primera edición de El escritor y sus fantasmas “A mi madre”, dedicatoria que eliminó en las demás ediciones que tuvo este libro y jamás explicó el motivo).

AF: Ya me la pusiste difícil. A veces un cuento te recuerda a alguien. Tal vez quieres compartirlo con una persona. O puede ser que alguien te dio la idea para un cuento. Por ejemplo, mi compañero del colegio, Kurt Meyer, se tiró en paracaídas del puente del Incienso.  Un día, en una reunión de la promoción, nos contó su hazaña y la emoción que sintió al lanzarse al vacío.  Luego dijo (no recuerdo exactamente sus palabras, pero ésta era la idea) que no sabía por qué la gente se suicidaba tirándose del puente, que en lugar de eso deberían practicar aquel deporte.  La idea me dio vueltas en la cabeza durante varios días, mientras las mujeres seguían suicidándose. Una de ellas se tiró con un recién nacido en brazos.  El cuento fue una respuesta para aclarar la duda de Kurt.

Otros cuentos no necesitan dedicatoria, ésta llegará a su destino sin necesidad de un nombre.

En cuanto a Sábato, ¿viste?  De nuevo esa opción de los contrarios. ¿Por qué no se la dedicó a su padre? ¿Por qué precisamente a su madre? Deberías hacer números (con los libros de tu biblioteca, por ejemplo) y ver cuántas dedicatorias «cruzadas» encuentras.

(adentro de los relatos…)

JLPO: Las dos líneas finales de “Anulada” dicen: “El místico se le acercó al oído y susurró la única respuesta posible. Entonces ella comprendió.” ¿Nos puede decir cuál fue esa respuesta y qué comprendió ella… o tendremos que esperar a que publique su segundo libro?

AF: Dejé ese final abierto para que el lector encuentre su propia respuesta.

Pero, si en este momento, Verónica hiciera de nuevo la pregunta al maestro Yoda, él le contestaría: «¡No seas mula! Si Daniel te desprecia, ¡simplemente anúlalo!». Eso es lo que ella ha hecho últimamente.

JLPO: La primera línea de “La mirada” dice “El sol salió a las 5:30. Los primeros rayos lo despertaron”. Las letras mundiales llevan siglos, en prosa y en poesía, refiriéndose a “los rayos del sol”. ¿Llegará el siglo en que la Humanidad se libere de esa frase hecha?

AF: No creo que nos liberemos de esa frase, recuerda el capítulo 1 del Génesis, lo que pasó en el primer día. Aunque, si nos descuidamos, y la contaminación atmosférica llega a un grado máximo… ¿qué podría despertarnos en lugar de los rayos del sol? Philip K. Dick nos daría algunas pistas.

JLPO: “Besos” concluye en dos líneas que aseguran: “Si no es una Marie, es un Pierre quien no quiere dar besos.” ¿Salen esas líneas de la luminosa frase que el creador húngaro Stephen Vizinczey dijo en algún lado (“Los seres humanos son geniales para causarse desdicha”)?

AF: Es lo que observas a tu alrededor. Dime si no es cierto, hay una gran cantidad de deseos insatisfechos. Llamemos A, B, C… a distintas personas y utilicemos una flecha para ejemplificar la atracción (puedes llamarle enamoramiento si lo deseas) que sienten por otra persona. Muy a menudo encuentras esto:

A -> B; B -> C; C -> D…

En cristiano: A está enamorado de B, pero B sólo tiene ojos para C y C está enloquecido por D. Muy pocas veces encuentras A <- -> B, y cuando lo encuentras, te das cuenta de que es fugaz. Si es duradero, hay que celebrarlo por los siglos de los siglos.

De eso habla el cuento, de Pierre que desea estar con Marie, pero a ella no le interesa Pierre… Yo lo veo en los acuarios que hay en zoológico, en los restaurantes de comida china…

JLPO: En “La caja de música” menciona usted la luz de un “quinqué”. Ahora que las (de)generaciones que usamos quinqués estamos casi extintas, pensando en las nuevas (de)generaciones que sólo conocen las “actualizaciones” del inmundo prostibulario feisbuk, ¿no sintió la necesidad de agregar al final un glosario de “objetos caídos en desuso o en el olvido total” en beneficio de las hordas feisbukeras que siguen multiplicándose como letal E. coli en chilangos tianguis domingueros?

AF: No sentí esa necesidad porque las nuevas generaciones tienen a la mano (en sus celulares) decenas de diccionarios y de seguro ahí pueden encontrar las viejas palabras.  Si quieren ver la imagen, también les aparece. Lo triste es que ya es muy difícil que ellos puedan encender uno y vean a los ojos a otra persona a la luz de un quinqué, eso tenía su magia, ¿a poco no?

JLPO: En “Calzada de la Paz” y en “Secuencia” describe usted dos plagas nacionales cotidianas, demenciales, ominosas y vergonzantes: las cepas malignas que todo el tiempo andan “armadas hasta los dientes” y las “ratas de dos patas” (para usar la precisa definición de Doña Paquita La del Barrio) que van por ahí orinando todos los postes, esquinas o lo que se les ponga enfrente. ¿Hay algún antídoto a la vista para neutralizar esas dos vocaciones nacionales, o lo que queda de este proyecto de nación que se quedó en proyecto será primero engullido por un hoyo negro o hundido por los terremotos que faltan?

AF: No hay antídoto a la vista, cada día aumentan esas plagas. Más, la primera. Y como hoy amanecí pesimista, te diré que sí, será tragado por los agujeros negros o cubierto por las cenizas del Pacaya.

JLPO: Tanto en “La secuencia” (p. 61) como en “El nuevo cine” (p. 101) cede usted a la tentación de llamarle “Centro Histórico, plaza central” a esa bacinica pestilente que en otros tiempos fue conocida como lo que sigue siendo: un parque central deteriorado y en pleno abandono, pese a la proximidad del hoy llamado Palacio Nacional de la Cultura y de la Catedral. En “Despedida” (p. 85) describe usted “un nuevo y maravilloso nano chip”. ¿En dónde les insertaron un nano chip a los guatemaltecos para que confundan los centros históricos con las bacinicas?

AF: Si te refieres al lugar, te diría que en el cielo, antes de que los traiga «la cigüeña». Si te refieres a la parte anatómica, en el lóbulo parietal.

JLPO: En “Mensaje para Yonny” hay pet-shopssex-shopscandy-shopswine-shopsbeauty-shopsflower-shops e incluso dead-shops. Disculpe la necia insistencia: ¿no son los talleres literarios algo así como una word-shop en la cual el Abarrotero Mayor vampiriza la creatividad de quienes hasta pagan para que los vampiricen? ¿Alguna vez imaginó a Beethoven participando en esas convenciones de sudor pestilente a las que llaman inocuamente “maratones”? ¿Alguna vez imaginó a Dorothy Parker o a Doris Lessing inscribiéndose en uno de tales talleres?

AF: Depende de ti, si quieres y dejas que te vampiricen. Fui a unos talleres alguna vez en los que el rollo era ése. Pero ya no me aparecí en la segunda sesión.

No imagino a Beethoven en ésas, pero tal vez habría vivido más tiempo, si hubiera sido un atleta. Con diez años más de vida, ¿cuántas sinfonías hubiera podido escribir?  Nunca he participado en una maratón, ni siquiera en una media maratón, pero admiro a las personas que lo hacen, son muy disciplinadas. Yo debo conformarme con la San Silvestre. La emoción es tal, que no le pones atención al sudor de los otros competidores ni ellos se fijan en el tuyo.  Todos se dirigen a la misma meta y cuando la cruzan hay un vínculo invisible, una especie de hermandad que no pueden sentir los que no participan. Y qué bueno que no me preguntaste por los nadadores –intuyo tu opinión sobre el líquido en el cual se desplazan–, pero te aseguro que es la maravilla sentirse pez, como maravilloso es rodar por el asfalto y sentir el viento en la cara cuando bajas a sesenta kilómetros por hora en una pendiente, la adrenalina te embriaga mejor que el vodka.

¿Por qué conformarte sólo con la música o la pintura? ¿O sólo con los libros?, cuando puedes leer, cantar, pintar, escribir, correr, nadar… ¿Vas a dejar que se te escapen todas esas posibilidades? Y no me refiero a que seas un experto en cada una, pero al menos puedes experimentarlas alguna vez.

JLPO: ¿Se puede pintar “la duda, la búsqueda de una respuesta” (como se propone en “No me veas por favor”)?

AF: Van Gogh lo hizo alguna vez, y también Modigliani.

JLPO: En Caricias para Beatriz y otros relatos hay palabras muy guatemaltecas como “boquitas” (p. 68), “chencas” (p. 69), “champas” (p. 80), “penqueadas, chucho” (p. 81) y “morra” (p. 140), entre otras. Pero en las páginas 40 y 41 se dice: “La reconoció a lo lejos y sacó la cabeza por la ventana del coche”. ¿Cuáles otras expresiones mexicanas se le han “pegado” en sus viajes al Distrito Federal?

AF: Generalmente escribo «coche» cuando necesito un sinónimo de «carro», para no repetir esta última palabra. Pero en las páginas que tú mencionas no me refiero a «carro» sino al carruaje tirado por caballos de la época en la que se sitúa, en parte, ese relato.

Hay tres expresiones mexicanas que repito a veces sin querer: «Pos ni modo…», «Jijos…» y  «Ya la regué…».  Veo que a ti se te ha pegado «tianguis».

JLPO: La última y nos vamos: ¿cuánto tiempo debe dedicársele a las páginas en blanco para que un libro salga tan pulido?

AF: Al principio creía que escribir un cuento era lo más difícil, pero estaba equivocada; lo más complicado es corregirlo y pulirlo. Te tardas un montón en  «los acabados», como en las casas.  No puedo darte un dato certero, inviertes muchas noches y madrugadas. Y a eso tenemos que sumar el tiempo de los editores, Carlos Arturo y Jorge Estuardo Molina Loza, los «jardineros» que eliminaron las «malezas» de mis cuentos.